En este poema de su autoría, Mercedes de Vega apela a un interesante juego temporal para darle un presente —posible en lo virtual— a uno de los tantos pueblos originarios hechos desaparecer o transculturalizados por la conquista de América. En los primeros versos fija en el pasado la evocación del momento vital de los aborígenes norteamericanos, con potentes imágenes visuales de lo cotidiano en esas culturas, con la irrupción del presente histórico en el cuarto verso (“El chamán conjura ante el fuego y tus hermanos lloran por ti.”) para acrecentar aun más el peso de la referencia. Luego hace ingresar el futuro desde la segunda estrofa —separada por un hiato- que es un tiempo de definitiva destrucción cultural, paralelamente señalado como el presente de nuestra cultura actual. La acertada referencia a la tecnología como elemento de destrucción de lo evocado le permite trazar el itinerario del choque cultural y fijar en dos ambientes antagónicos el campo de las culturas en pugna: el campo de lo más cercano a la naturaleza, propio del nativo americano, y el campo de la máquina, característico de nuestra civilización. Es una máquina, el autobús, quien llevará a los nativos americanos a su único destino posible en nuestro campo: el del exilio y la degradación, convertidos en gente sin patria y prácticamente sin otro lugar posible que aquel acotado por la resignación, la antesala misma del olvido. Luis Benítez

• Qué tal piel roja por Mercedes de Vega