En este cuento hay signos que presagian lo peor: levantarse de malas, beber un café que parece más amargo que en otras ocasiones, una luna que asoma entre las nubes de la gran ciudad iluminando de manera casi siniestra los perfiles de las casas y los contornos de los árboles. El tema es la soledad en una gigantesca urbe que aprieta con sus garras de saurio la garganta del protagonista, quien quiere recuperar su aire con el humo de un cigarrillo, como si este fuera su único consuelo. Rodrigo Jara Reyes no solo cuenta sino que nos hace vivir la soledad de un obrero que ha dejado atrás el amor (una mujer que reclama su presencia para contarle algo de suma importancia) en su pueblo y se conduce por la ciudad como un solitario farol que es un ojo estremecedor en un anochecer de luna amenazante. Aquí la soledad interior y privilegiada del escritor encuentra una vía de escape en la letra, en la pureza del acto de escritura, que a su vez le puede servir de refugio y hogar al lector que leerá el cuento en solitario. ¿Qué será lo peor? Dejemos que sea el lector quien lo descubra. Rubén López Rodrigué.

• El cigarrillo por Rodrigo Jara Reyes