Un ejercicio intelectual y narrativo en esta selva de términos teóricos y no-teóricos, Roberto Follari lo denominaría “teorías débiles”. En este caso, el narrador elige el término “aporía”. Esto da inicio a un relato que todos vivimos: el quedar desubicado ante una terminología que nos parece nueva. El relato evidencia lo que primero hace cualquier persona que desconoce el lenguaje: busca el significado, lo “googlea”. Lo interesante de la historia es que ante la “derrota” de la búsqueda, se nos presenta el viaje psicológico y filosófico de quien narra. En una escena de temperatura psicoanalítica, escribe: “Me alejé de la compu, de la deconstrucción o desconstrucción, de la inviabilidad y las aporías creí alejarme también, pero me siguieron hasta el sillón en el que me recosté a digerir lo que venía filosofando –si es que yo, como un “no filósofo”, tuviera “derecho a”– a causa de lo leído.” Su análisis lo hace concluir despreciativamente que está en presencia de una “palabrota”; la deja sin “hospitalidad” en lo público, la remite a la psicología, y concluye que su significado encierra “el reflejo de la ilógica actitud de cada acto de cada uno de nosotros, los seres humanos”, podríamos decir, cierra con una ética del “habitar” o “domiciliarse” bastante humano. Eduardo Escalante.

• El horror de la aporía por Karel Apodaca