El Poeta habla en voz alta su relación con el paisaje, “sentado en el parque tratando de comprender”, necesidad que, a los Hombres, nos hace Poeta.
Hasta estas voces lo observo desde lejos, en la claridad de la mañana y la simulación de esa luna menguante.
Luego medita, y nos hace suponer su situación frente “al Milagro de la Vida”. Después rompe esa proximidad, tiene resuelta su duda, respondidas sus preguntas: dice que es un regalo de Dios. Pero insiste como si necesitara transitar la duda. Continúa hablando de él, lo atormenta la Abundancia, no busca conocer el límite que hace al “Misterio de la Vida”. Se siente preso de sus emociones, siente “culpa de haber nacido” y tiene miedo de ser sólo él, por eso dice: “somos”, o sea que sabe de su soledad. Al silencio lo nombra como “príncipe de extrañas ceremonias”. Lo extraña el silencio, lo amenaza. No habla del “inconveniente de haber nacido”, “ni de la tentación de existir” como lo hace Cioran. Al Poeta lo atormenta la Abundancia, con los miedos y la culpa, diluye el disfrute de su necesidad de comprender.
Me alejo... y me detengo, lo escucho... sólo habla de él. Lo hace en voz alta... Miguel Montoya (Argentina).