Esa tarde
La tarde de avenida cimentada declinó
la factura de la historia
Y nosotros comprendimos sin necesidad de música
en el living, la ausente distancia entre la hija,
la ventana y el exilio
En el puente
Para todos el confín y las campanas, y los ojos cerrados
Las jóvenes serían tan hermosas, algunas sonríen al pasar
Y la ciudad se ha ido hacia un lugar donde siempre estará perdida entre los pájaros que la confunden con una iglesia
Conjuro
Seamos como niños no sé quién dijo
Derribemos el laberinto de piedra de la esquina
y apretemos los párpados hasta que ya no se puedan
volver a abrir
y haya que acostumbrase a conversar con la madre y los amigos sin vernos los unos a los otros
Y sabiendo que hay un final, se llene de palabras
para que al traspasarlo nos sintamos en un bosque que visitamos durante ese mismo día,
mas no todos a la misma hora
Así volveremos siempre
La jornada transparente
Yo sentado frente a ella, ahí, encima: jaula
Y ella frente a mí, mirándome a los ojos: jaula
Llévame a una jornada transparente aunque el precio sea el verla niña, y luego madura, y adolescente, y vieja y así… casi al mismo tiempo
Un día entre los días
Si todos nos miráramos caminar por las calles muy transitadas
Unos a otros por turnos
Yo tendría miedo de que en cualquier momento fueran ya todos
los que al mismo tiempo se detuvieran
y se miraran
Si una reacción reflejo me hiciera entonces romper la detención
y volver a caminar o simplemente no haber parado desde antes
como un continuo, una vorágine muy personal
Y así la gente siguiera mirándose detenida, a las caras,
con ojos más o menos penetrantes
Para estar más perfectamente solo desearía que comenzara a llover
Y entonces transitaría más confiado y sereno bajo la lluvia que cae
sobre los observantes y el que pasa por ahí, ¡que soy yo!
Luego todo como un sueño se habría disuelto sin percatarme muy
conscientemente y por las esquinas sería todo de nuevo transito y apuro
Pero volviendo atrás, ya solo en el miserable recuerdo, con toda esa
masa anónima que se miró por instantes (solo sigue lloviendo) pienso
que huí cuando la oportunidad se mostró tal cual, pequeña y modesta
O es que tal vez quise ser como un relámpago o secreto hermoso cruzando
entre otro misterio aún más grande
Eso es, un secreto que atraviesa un misterio que nunca podremos
nombrar u olvidar.
Versos
Algunas veces, quisiéramos que nuestro nombre
del registro civil,
nuestra identidad forjada desde la infancia en un país
una ciudad, un barrio, se perpetuara por la eternidad
Ayer recordé unos versos de Jorge Teillier sobre
René Guy-Cadou:
“moriste mirando un cesto de manzanas”.
Álvaro Guerrero Gabella, Santiago de Chile, 1976. Un año después se traslada a Caracas, Venezuela, país en donde pasa buena parte de su infancia y vivirá intermitentemente. De retorno a su ciudad natal se gradúa de Antropólogo en la Universidad de Chile, desempeñándose en el área de investigación social. Escribe poemas y cuentos, y a veces le sale una mezcla de ambos, siendo admirador del realismo ruso tanto como de la imaginería de Chesterton, Borges y Lewis Carroll. En poesía chilena sus favoritos son los “antitéticos” Jorge Teillier, quién señalaba la condición del poeta como “guardián del mito hasta que vengan tiempos mejores”, y Enrique Lihn, que decía “Si de siempre a la decepcionante evidencia de lo que es”. Ha publicado poemas en diversas revistas literarias de Barcelona, España, Perú y Chile.