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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
2 1 2011
Carmen Bernand: Cusco, ombligo del mundo por Héctor Loaiza

Carmen Bernand desarrolla el origen legendario de los primeros fundadores de la ciudad, los Hijos del Sol, los hermanos Ayar, que surgieron de la caverna de Paqarektampu, con sus respectivas esposas. De las cuatro parejas sólo sobreviven Manco Capac y cuatro mujeres. El primer inca establece la cabeza de su reino en el valle del Cusco y se instala en una modesta vivienda de los primeros pobladores, la tribu de los Alcaviza. Más tarde, en ese mismo lugar se construirá el Templo del Sol y, después de la conquista española, la iglesia de Santo Domingo.

Desde España en el siglo XVII, el Inca Garcilaso de la Vega describirá la ciudad en su obra Comentarios Reales de los Incas como una Jerusalén celeste, bajo la influencia del filósofo platónico, Judá Abrabanel, León Hebreo. Garcilaso considera que Cusco ocupa una posición central en la geografía sagrada del mundo. Es una ciudadela ideal por su organización social y por la sabiduría de sus gobernantes. Esta imagen de una utopía andina quedará siempre latente a lo largo de los siglos. De este modo, los intelectuales, políticos, filósofos, los patriotas de la independencia y —más tarde, en el siglo XX— socialistas, comunistas e indigenistas se inspiraron de ese modelo armonioso de organización.

Carmen Bernand analiza la corriente literaria y artística indigenista que surgió en la Universidad del Cusco, cuna de la primera reforma universitaria a principios del siglo XX. El movimiento indigenista buscaba una solución al “problema del indio” en la sociedad peruana. Al alabar los vestigios de la cultura inca en sus descendientes, menospreciados y marginados, reclamaban los derechos de los verdaderos autóctonos. Ensayistas como Uriel García (1884-1965 ) autor del libro El nuevo indio en 1931, Luis Valcarcel (1891-1987), artistas como José Sabogal (1888-1956), poetas como Andrés Alencastre (1908-1984) y otros, idealizaban al indio en sus obras literarias y pictóricas, dramas y piezas musicales.

El indigenismo de la primera época consolida sus posiciones con los trabajos del ensayista marxista, José Carlos Mariátegui (1894-1930). Su análisis de la comunidad indígena, el ayllu, que ha sobrevivido a través de los siglos, es considerado por Mariátegui como base del futuro comunismo agrario. Esta corriente se ha desarrollado también en la fotografía con Martín Chambi (1891-1973) que ha testimoniado con su obra la vida en Cusco entre los años veinte hasta los cincuenta.

Como historiadora y antropóloga, conocedora del terreno, Carmen Bernand evoca la tragedia andina de Andrés Alencastre, poeta y dramaturgo en lengua quechua y profesor universitario, que ha dejado una obra poética y dramatúrgica importante. El escritor José María Arguedas saludó en los años sesenta, con motivo de la publicación de uno de sus poemarios, al más grande poeta peruano en lengua quechua del siglo XX.

Por mi parte, recuerdo a Alencastre, cuando yo cursaba el quinto año de secundaria a fines de los años cincuenta, como profesor de trabajos dirigidos, encargado de incitar en los alumnos el interés por la lectura y la curiosidad intelectual por nuestra realidad. Nos hablaba mucho de la originalidad del quechua ya que —según él— su sintaxis se asemejaba a otros idiomas como el alemán.

Aparentemente influido por la reforma agraria de los militares nacionalistas de los años setenta, vendió su hacienda a sus colonos indígenas en la provincia sureña de Canas. Retirado de la docencia, regresó a su antigua propiedad e inició un juicio contra sus peones para recuperarla. Ganó el juicio. Vivió largos años —según algunas fuentes— ejerciendo un poder incontestable sobre sus colonos, al mismo tiempo que escribía sus poemas y canciones en quechua. En 1984, sus peones se rebelaron contra su autoridad, incendiaron la choza donde se había refugiado y, estando ya muerto, le arrancaron la lengua y los ojos. Tal fue el trágico final del poeta que escribió en sus versos su admiración por las costumbres ancestrales y su amor por el idioma quechua.

Carmen Bernand desarrolla el auge de un mestizaje cultural durante la colonización hispánica, la evolución de la arquitectura y del arte de la ciudad, desde el barroquismo, traído por los conquistadores, hasta lo popular contemporáneo. Durante la colonia, el arte, la pintura, la escultura y la música de inspiración occidental florecen, gracias a la labor de la Compañía de Jesús. Bajo la influencia de artistas como el italiano, Bernardo Bitti, discípulo de Miguel Angel, la “escuela cusqueña” prospera en el siglo XVII e irradia su influencia al resto de los virreinatos sudamericanos. Cada uno de los exponentes de la escuela —como Diego Quispe Titu— crea talleres donde se reproducen la iconografía católica en los lienzos y esculturas. Después pintarán composiciones sobre las costumbres locales como las procesiones del Corpus Christi y otros hechos históricos.

El sacrificio en el siglo XVIII de Tupac Amaru II, descuartizado en la Plaza de Armas del Cusco y sus cuatro extremidades exhibidas y luego enterradas en la provincia donde inició su rebelión, han dado origen a mitos grabados en el inconsciente colectivo de los peruanos.

La lectura del libro de Carmen Bernand hizo brotar de mi memoria las reminiscencias de una ciudad mágica —antes del terremoto de 1950— que había permanecido aislada durante varios siglos. Veo aún la calle Belén, bastante estrecha, un atardecer, iluminada por la luz azafranada del alumbrado público. Veo el “balcón de Herodes” en una casona colonial, en la esquina con la calle Tres Cruces. Cusco en mi recuerdo adopta la imagen, amarilleada por el tiempo, de una ciudad que más parecía un escenario fabuloso hecho de cartón piedra. El cataclismo de 1950 al destruir la ciudad colonial, obligó a las autoridades a modernizarla y abrirla al mundo exterior.

En conclusión, esta nueva obra de Carmen Bernand, ha sido escrita con profundidad y erudición, para motivar en los lectores franceses no solo a visitar la ciudad milenaria sino a interesarse en su historia.


acerca del autor
Héctor

Nació en Cusco (Perú). Vivió en Buenos Aires de 1959 a 1962. Estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima. Sus cuentos fueron publicados en revistas literarias. Reside en Francia desde 1969. Publicó en francés “Le chemin des sorciers des Andes”, Robert Laffont, París, 1976, “Botero s’explique”, La Résonance, Pau (Francia) en 1997, “El camino de los brujos andinos” en Diana de México, 1998 y la novela “Diablos Azules”, Editorial Milla Batres, Lima, 2006. La edición francesa de la novela “Démons bleus à Cuzco”, Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2009. La reedición en español de "Diablos Azules" fue publicada por Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2010. Acaba de publicar la voluminosa novela en francés “Le Nomade stellaire” (El Nómada Estelar), Éditions L’Harmattan, París, 2018. Desde 1976, es miembro de la Société des Gens de Lettres (SGDL) de París y de la Société Civile des Auteurs Multimédia (SCAM). Entre 1981 y 1999, ha colaborado en semanarios y revistas de París y en diarios latinoamericanos con artículos sobre literatura y arte. De 1998 al año 2000, fue director de la revista en francés Résonances que —a partir de enero de 2001— se convirtió en el website, Resonancias.org.