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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
1 3 2011
Tomás González: Primero estaba el mar por Nils C. Ahl

La intriga a priori parece sin ambición: una joven pareja de Medellín abandona su vida de bohemia adinerada, fiestas, alcohol e intrigas intelectuales un poco lamentables, para instalarse en la costa, en el linde de la selva, en el norte de Colombia. Para J. y Elena, se trata ante todo de un retorno a la naturaleza. Se trata asimismo de vivir de la forma más armoniosa posible del producto de su latifundio. Pero los demonios no son menos acérrimos en un decorado paradisíaco, como cabía esperar.

Su primera novela, Primero estaba el mar fue publicada en 1983 por un antiguo estudiante de filosofía, que acabó siendo camarero en una discoteca de Bogotá. Le seguirán una media docena de textos hasta llegar al logradísimo Abraham entre bandidos (Alfaguara), en agosto. Tomás González, nacido en 1950 en Medellín, con una larga carrera como periodista y traductor en EE.UU, en Miami y en New York, no vio un reconocimiento más que tardío a principios de la década de los 2000, traducido primero en alemán.

Inspirado en una historia real, su libro es en primer lugar la crónica de una violencia adormecida, escurrida continuamente por el mar y la selva. El retorno a la naturaleza soñado por J. y Elena está marcado por el latido regular de una vida devuelta a su salvajismo original en un Edén de pesadilla. A la orilla de un mar que "desprende tufos pútridos de vida o de muerte, como si fuese ahí donde se dan cita", los hombres atraviesan un cotidiano animal, entregados a algunas pulsiones: sexo, alcohol, ira. O dicho de otra manera: "El eterno retorno de los mismos gusanos, de la misma mierda, del mismo Adán.”

La pareja se descompone progresivamente bajo el efecto de las lluvias, del calor, de la mugre y de las catástrofes. Del mismo modo que Elena resiste a la regresión intelectual y física impuesta por el paisaje, J. se complace en ella. Los consuelos irrisorios de una vida de barro prevalecen sobre la razón, sobre la educación y sobre el baúl lleno de libros que él ha llevado consigo. Un vitalismo oscuro y confuso le empuja a aceptar la violencia y la brutalidad hasta la muerte. Y su proyecto, que "no tenía más pretensiones que la de disfrutar del mar, con una canoa para pescar y navegar, algunas vacas y gallinas", se convierte en un infierno.

La hazaña de la narración consiste, sin embargo, en inscribir cada momento de su tragedia en una claridad inquietante, invitando cada palabra a un vértigo de significaciones. El infierno y el paraíso están estrechamente unidos, desde la primera página. La condena ineluctable de sus protagonistas no impide la esperanza, ni incluso la redención. En muy pocas frases, con personajes a menudo desencarnados al extremo, el texto de Tomás González suena sin embargo justo —endiabladamente justo. La poesía de su lengua concisa se explica por el ritmo de metrónomo de su construcción y un destacado sentido del detalle. Una comparación - "[ella] desprendía un soplo sensual, como los efluvios de un pantano"—o una fórmula (casi demasiado) simple— "y vinieron después días tristes e interminables" —bastan para decirlo todo, admirablemente.

Oprimiendo con su languidez negra y su desesperación líquida, Primero estaba el mar es también un lamento del tiempo que no pasa, del eterno retorno, del final y del comienzo siempre confundidos. A la tragedia puntual humana responde el nocturno infinito de la naturaleza, reciclando los restos, regurgitando los muertos. Solo resisten quizás la memoria y el pensamiento, las perspectivas luminosas trazadas por los sueños y los libros. Ya que esta novela es también un desafío de escritura lanzado a la eternidad de una violencia animal y vegetal que lo recubre todo como en un primer día. Un desafío frágil, la tumba de un hombre entre otras. Un libro de una rara potencia.

acerca del autor
Tomás

Tomás González, Medellín (Colombia), 1950. Vivió 20 años en Estados Unidos, al inicio en Miami antes de mudarse a Nueva York. Alternaba la escritura con la reparación de ruedas de bicicleta en un pequeño taller. En Nueva York trabajó como traductor, periodista y corrector de pruebas. En la actualidad reside en las afueras de Bogotá en el tranquilo pueblo de Chía. Tomás González empezó a escribir a principios de la década del 70, pero su obra circuló en pequeñas editoriales y para un público selecto. Escribió Los caballitos del diablo, La historia de Horacio, Primero estaba el mar, Para antes del olvido, El rey del Honka-Monka (cuentos) y Manglares un libro de poesías. Actualmente su obra empieza a ser más conocida.