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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
1 6 2011
El amante de Marguerite Duras por Héctor Loaiza

Antes de ese éxito fulminante, Marguerite Duras era considerada una escritora para lectores iniciados a su estilo hermético. La novela surgió al principio como un texto que iba a acompañar un álbum de fotos sobre su vida y el itinerario de sus películas. Esa podría ser la explicación de la carga visual que encierra su estilo claro y conciso, coloquial, que subyuga fácilmente al lector. Aconsejada por algunos amigos, volvió a escribir otra versión más novelística que empieza con una imagen que se repite en sus primeras páginas: Todo empezó a principios de los años treinta con la travesía de un transbordador por el Mekong, en la exótica ciudad de Sadec, en el sur de Vietnam.

"En la limusina hay un hombre elegante que me mira" —cuenta la autora—. "No es blanco. Viste a la europea, lleva el traje de tusor blanco propio a los banqueros de Saigón. Me mira. Ya estoy acostumbrada a que me miren. Miran a las blancas de las colonias..."

Ella tiene quince años y medio, es hija de una maestra de escuela, viuda, y que vive en la pobreza rodeada de sus tres hijos y sus criados indígenas. Él tiene más edad, es hijo de un millonario chino, ha vivido en París en medio de juergas, fiestas y frecuentado los famosos cafés La Coupole y La Rotonde. Ese es pues el pretexto autobiográfico de la novela: el encuentro de la adolescente europea con el "amante" chino, alrededor del cual se teje la trama de una iniciación amorosa. La narración fluctúa entre la primera y la tercera persona como si la autora tomara distancia de las vivencias que ha conservado en su memoria: "Desde que ha entrado en el coche negro, lo ha sabido, está al margen de esa familia por primera vez y para siempre..." Cuando la adolescente y el "amante" se encuentran en un apartamento de Cholen, en el sur de Saigón, ella "sabe que él no la conoce, que no la conocerá nunca, que no tiene los medios para conocer tanta perversidad (...) Dice que está solo, atrozmente solo con este amor que siente por ella..."

Esboza con trazos precisos el retrato del "amante": "Es un hombre que tiene hábitos, pienso respecto a él, debe venir a menudo a esta habitación, es un hombre que debe hacer mucho el amor para luchar contra el miedo. Le digo que me gusta la idea de que tenga muchas mujeres, de que yo esté entre esas mujeres, confundida..." Como en la historia de la película Hiroshima mon amour —dirigida por Alan Resnais y cuyo guión fue escrito por Marguerite Duras— la novela es el testimonio del encuentro de dos civilizaciones, Occidente y Oriente y de la imposibilidad del amor.

Al margen de esa relación clandestina, la escritora describe otro personaje, Hélène Lagonelle, quien tiene diecisiete años y  "escapa a la ley del error", a la de las mujeres bellas y blancas, que no hacen nada, que sólo se reservan para Europa, que esperan y se contemplan. "Estoy extenuada por la belleza del cuerpo de Héléne Lagonelle tendido contra el mío. Ese cuerpo es sublime, libre bajo el vestido, al alcance de la mano..." Y un poco más allá, confiesa ese fantasma que le invade y que le agobia: "Me gustaría entregar Héléne Lagonelle a ese hombre que hace eso encima de mí para que, a su vez, lo haga encima de ella. En mi presencia, que ella lo haga según mis deseos, que se entregue allí donde yo me entrego..."

Marguerite Duras describe así a su familia: "es una familia pétrea, petrificada en una espesura sin acceso alguno. Cada día intentamos matarnos, matar. No sólo no se habla sino que tampoco se mira..." La madre que "no conoció el placer" y sobre todo el hermano mayor es mostrado como la personificación de todo aquello que la novelista detesta: la intolerancia y la brutalidad. La escena en que ella narra una de esas comilonas a la que la madre y los dos hermanos son invitados por el "amante" de Cholen está pintada con tonos sombríos: "Mis hermanos devoran y nunca le dirigen la palabra. Tampoco le miran. No pueden mirarle. No podrían hacerlo (...) En cuanto a él, las dos primeras veces se lanza, intenta abordar el relato de sus hazañas en París, pero es inútil. Es como si no hubiera dicho nada, como si no lo hubieran oído..."

En presencia de su familia y sobre todo de su hermano mayor, ella no debe dirigir la palabra a su "amante". Éste "se convierte en un espacio quemado. Mi deseo obedece a mi hermano mayor, rechaza a mi amante. Cada vez que están juntos, y los veo, creo que nunca más podré soportar esa escena. Mi amante es negado precisamente en su cuerpo débil, en esa debilidad que me transporta de placer..." El hermano mayor es retratado de una manera sórdida: no sólo roba a la madre sino a los criados para refugiarse en los fumaderos de opio. "Registra los armarios. Roba. Juega..." El retrato se completa: "Durante la liberación de París, perseguido sin duda por actos de colaboracionismo en el sur, no sabe adónde ir. Viene a mi casa (...) Registra y coge todos mis ahorros..." Es el perfecto salaud —como diría Sartre —, el canalla, y no hay definición más cruda ni más lúcida que ésta: "No era un gánster, era un golfo de familia, un registrador de armarios, un asesino sin armas..." El hermano mayor simboliza para la escritora "el tiempo de la guerra cuando murió mi hermano pequeño: el corazón cedió, abandonó..."

Volvamos al tema central de la novela: el amante vive con el temor de que ella encuentre a otro hombre o él termine en la cárcel por tener relaciones con una menor de edad. La historia se sabe en la exótica ciudad de Sadec: "Eso sucede en el barrio de mala fama de Cholen, cada tarde. Cada tarde esa pequeña viciosa va a hacerse acariciar el cuerpo por su sucio chino millonario. Va también al instituto donde van las niñas blancas, las pequeñas deportistas blancas que aprenden crawl en la piscina del Club Deportivo..."

"El amante de Cholen cree que el desarrollo de la pequeña blanca ha acusado el calor demasiado fuerte. También ha nacido y ha crecido en este calor. Descubre que tiene ese parentesco con ella. Dice que todos esos años pasados aquí, en este calor intolerable, son la causa de que se haya convertido en una muchacha de ese país de Indochina..." El haber nacido en la antigua colonia francesa significa para Marguerite Duras —como para Camus el haber visto la luz del día en Argelia— un desarraigo creador, una percepción más agudizada del drama humano. El desarraigo (en una época en que predominan los nacionalismos) viene a ser en la escritora francesa la fuente de una abundante creación literaria, cinematográfica y teatral.

Ella se convierte en la niña del amante de Cholen. Y era con esa niña que él hacía el amor cada tarde. No obstante: "Él se ha había convertido en otra cosa. Empezaba a reconocer la dulzura indecible de su piel..." Al cabo de un año y medio, ella tuvo que partir hacia la metrópoli; él no hará nada para impedir esa partida y, debido a la intensidad de ese amor, hasta perderá el deseo por ella. "Ella también, cuando el barco lanzó su primer adiós, cuando se levantó la pasarela y los remolcadores empezaron a arrastrarlo, a alejarlo de la tierra, también ella lloró. Lo hizo sin dejar ver sus lágrimas, porque él era chino y esa clase de amantes no debía ser motivo de llanto..."

Como una elipse, la estructura de la novela se cierra con el llamado telefónico del amante cuando éste —varios años más tarde— regresa a París: "Ella le reconoció por la voz. Él dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes (...) Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte."

El tono sincero, el estilo depurado y el talento de la novelista han logrado que el extraordinario éxito de librería de El Amante sea el triunfo de la concisión.

acerca del autor
Héctor

Nació en Cusco (Perú). Vivió en Buenos Aires de 1959 a 1962. Estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima. Sus cuentos fueron publicados en revistas literarias. Reside en Francia desde 1969. Publicó en francés “Le chemin des sorciers des Andes”, Robert Laffont, París, 1976, “Botero s’explique”, La Résonance, Pau (Francia) en 1997, “El camino de los brujos andinos” en Diana de México, 1998 y la novela “Diablos Azules”, Editorial Milla Batres, Lima, 2006. La edición francesa de la novela “Démons bleus à Cuzco”, Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2009. La reedición en español de "Diablos Azules" fue publicada por Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2010. Acaba de publicar la voluminosa novela en francés “Le Nomade stellaire” (El Nómada Estelar), Éditions L’Harmattan, París, 2018. Desde 1976, es miembro de la Société des Gens de Lettres (SGDL) de París y de la Société Civile des Auteurs Multimédia (SCAM). Entre 1981 y 1999, ha colaborado en semanarios y revistas de París y en diarios latinoamericanos con artículos sobre literatura y arte. De 1998 al año 2000, fue director de la revista en francés Résonances que —a partir de enero de 2001— se convirtió en el website, Resonancias.org.