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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
2 7 2011
Jorge Luis Borges en el recuerdo por Manuel Lasso

La última y única vez que hablé con Borges fue en la Capilla de la Madonna della Strada en la Universidad de Loyola, a orillas del Lago Michigan, pocos meses antes de su muerte. Se encontraba bastante avanzado en su evolución humana de modo que lo tuvieron que llevar casi cargando a la mesa de conferencias y en medio de esa audiencia tan variada se le veía como a un gigante ancianísimo.

Tenía la apariencia de un caballero de los comienzos del siglo XX y por tal razón me hacía acordar de mi abuelo Nicanor porque llevaba el mismo estilo de peinado, hacia atrás, como se usaba en esos tiempos y se apoyaba en un bastón, levantando el mentón. Aún sus expresiones coloquiales eran similares a las que yo había observado en el padre de mi progenitor.

Traigo a la memoria con mucha claridad el saludo que le dio a uno de los asistentes y es tan nítida esta reminiscencia que hasta me parece estarlo escuchando en este momento, sonríendo y apoyando las manos sobre el mango de su brillante bastón:

"Que bien que estamos, ¿verdad?"

Hice todo esfuerzo posible por aproximarme y hablarle porque sabía que no habría otra oportunidad. Lo rememoro platicando sobre The sound and the fury de William Faulkner que por alguna razón parecía despertarle una inmensa satisfacción; pero lo que evoco con más nitidez es la respuesta que dio a una pregunta de los estudiantes:

"Borges, ¿qué consejos le podría dar a los jóvenes de hoy?"

Y él, con una voz muy frágil y apagada, casi como si le estuviese hablando al oído, respondió:

"El mismo consejo que me dio mi padre. No se apresuren por publicar... Recuerden que por la imprenta perecerán..."

Cierto tiempo después, luego de algunos años, cuando me encontraba leyendo un cuento de Pushkin tuve la sensación de estar percibiendo a Borges. Me pareció algo inusitado e increíble, en ese instante, pasar por las líneas de Pushkin y tener la impresión de estar leyendo a Borges. Indudablemente era algo imposible, porque Aleksander Pushkin nació cien años antes, en 1799 y murió en un duelo, siendo muy joven, en 1837. Por lo tanto tenía que ser al revés. Cuando se leía a Borges se tenía que tener la impresión de estar leyendo a Pushkin.

Jorge Luis Borges siempre reconoció al narrador ruso como a uno de los autores que más habían influenciado en su desarrollo artístico. Ahí entonces se encontraba la explicación.

 

Manuel Lasso: Novelista y dramaturgo peruano. Estudió literatura en el City College de la ciudad de Nueva York, donde fue ganador de los Juegos Florales en la categoría de narración. Ha publicado en revistas y periódicos de Hispanoamérica, España y Francia. Es autor de las novelas La emperatriz del Mare Tenebrosum y Cenando con Klaus. Es también autor del drama en dos actos Bifásicus.

acerca del autor
Jorge Luis

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986). Su padre, Jorge Borges Haslam estaba casado con Leonor Acevedo Suárez. En su casa de Palermo aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam. En 1914, la familia Borges conoció París, Milán y Venecia hasta radicarse en la neutral Ginebra cuando estalló la Primera guerra mundial. En 1919, la familia pasa a residir en España, en Barcelona y luego en Mallorca. En Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español, Rafael Cansinos-Assens. En 1921, de regreso en Buenos Aires, fundó con otros jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa. Firmó el primer manifiesto ultraísta argentino y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer poemario: “Fervor de Buenos Aires” (1923). Durante los años treinta su actividad intelectual se vinculó a Victoria y Silvina Ocampo, quienes a su vez le presentaron a Adolfo Bioy Casares. Obras de Borges: hacia 1932 da a conocer “Discusión”, libro que reúne una serie de ensayos; en 1935 aparece “Historia universal de la infamia”, con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa; “Historia de la eternidad” (1936) , “Ficciones” y “Artificios” (1944), “El Aleph” (1949), que combina elementos de la tradición filosófica y de la literatura fantástica y “El Hacedor” (1960).