Sábado 18 | Mayo de 2024
Director: Héctor Loaiza
7.335.208 Visitas
Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
resonancias.org logo
157
Literatura
4 11 2011
Kenneth White: Un apocalipsis tranquilo, por Héctor Loaiza

Kenneth White reúne en su libro diferentes artículos y ensayos sobre varios poetas y autores, como Hölderlin, William Carlos Williams, Henry Thoreau, Henri Michaux, Dylan Thomas, D. H. Lawrence y tantos otros. En su Prefacio, nos advierte de que no hay intención profética ni quejosa en el título de la obra. Le ha dado a la palabra «apocalipsis» un sentido derivado de su raíz griega, «revelación y poner al desnudo», y fuerza este significado hacia el desacondicionamiento, la deriva y el descubrimiento de nuevas vías. Su intención está muy lejos de las acepciones comunes de nuestra época, que evocan la histeria colectiva, el milenarismo, la espera de catástrofes cósmicas, el mesianismo, las revoluciones sangrientas...

¿Por qué este libro ha molestado, desde su publicación, a cierta intelectualidad francesa? Kenneth White observa y analiza con «ojos nuevos» los males y falsas tragedias que padece la cultura europea, crucificada entre el ser y la nada. Si parte de la necesidad del arraigamiento en una cultura para escapar a la neurosis colectiva de la vida en las megalópolis, no es porque se haya convertido en apóstol de un desmedido «nacionalismo» europeo. Al contrario, reivindica el exilio y el nomadismo como fuentes de inspiración literaria (especialmente, en su análisis de la obra de James Joyce, quien nos ha dejado obras maestras de proyección local y universal). Cita a Joyce cuando este expresa su posición frente a la situación belicista de Europa a principios del siglo XX: «¡Que mi patria muera en mi lugar!».

En su obra poética, su prosa y sus ensayos, Kenneth White está motivado por la voluntad de superar la crisis del mundo posmoderno. Vislumbra en el campo del cultivo de ideas y en los acontecimientos el carácter de nuestra época: «...Estamos viviendo, más o menos conscientemente, el paso entre dos culturas. Lo mismo que los monjes de las efervescencias religiosas del siglo III al IV y del siglo VI al IX salían del paganismo para ir hacia el cristianismo, nosotros (hablo del trabajo radical que hoy está en curso) estamos saliendo del humanismo para dirigirnos hacia [...] algo que, por el momento, queda indefinido...»

Sus reflexiones, que tienen como principal objetivo ayudarnos a salir de la espesa bruma de un «humanismo en crisis», le han valido interpretaciones tendenciosas por parte de los cultores de un conformismo bien pensante.

Las páginas consagradas a Henry Thoreau —el más chino de los autores norteamericanos, según Lin Yutang— son admirables. Respecto a Thoreau, que vivió al ritmo de las pulsaciones de la naturaleza y que llega a transcribir en sus libros sus observaciones y sus experiencias vitales, Kenneth White se pregunta: «¿Se puede decir que Thoreau buscaba hacer revivir a los dioses? No. Se trataba, más bien, de lo que podría llamarse una mitología sin mito: una manera de percibir y una manera de pensar, una manera de estar fuera de sí y de estar en lo más profundo de una sensación del mundo...».

White pone al desnudo las llagas del humanitarismo que se complace en rendir culto al sufrimiento y a la miseria, y cita a Henri Michaux: «En Europa, todo termina en lo trágico. No hay ninguna atracción por la sabiduría (todo, al menos, después de los griegos; por lo demás, discutibles en sí). Lo trágico de la sociedad francesa, el Edipo de los griegos, el culto de la desgracia de los rusos, lo trágico jactancioso de los italianos, la obsesión por lo trágico de los españoles, el hamletismo de los ingleses, etc.»

Se refiere al comentario del filósofo francés Emmanuel Levinas sobre el libro El espacio literario, de Maurice Blanchot, para ilustrar su propio nomadismo intelectual y los hitos de su búsqueda, que van desde el «mundo blanco» (el de la transparencia) hasta La Ruta azul, título de uno de sus libros en el que relata su peregrinaje hacia los territorios hiperbóreos del Labrador y Groenlandia. «El pensamiento contemporáneo nos reserva la sorpresa de un ateísmo que no es humanista: los dioses han muerto o están retirados del mundo. El hombre concreto, aunque sea racional, no contiene el universo...»

Esa es la fuente de energía que alimenta su aspiración de alcanzar el Conocimiento. ¿De qué manera puede el hombre superar la ruptura con la dimensión cósmica? En su dinámica arquitectura conceptual, retiene la propuesta de Levinas de «un ateísmo no humanista y una superación de la metafísica», la de «una nada que no se queda tranquila», y la de «una incesante agitación». En su poema de El gran sueño despierto, percibe con nitidez su situación en el mundo:

Dejé de ser cristiano
sin por eso volverme a Thor
había algo más
que me llamaba
desde el exterior
y acaso esperaba ser nombrado.

Al comentar el libro La diosa blanca de Robert Graves, plantea la necesidad de referirse a los principios «arcaicos» de la poesía y al restablecimiento de la estructura mitológica de la lengua. «Se trata de volver a encontrar, más allá de las palabras, la materia misma, la energía primigenia de la poesía». Para hacerlo, nos es necesario ir no solo más allá del período en el que aún estábamos ayer, del «judaísmo tardío, del judeocristianismo, del Islam y del protestantismo cristiano», sino también del «período olímpico» griego, que instauró un sistema patriarcal sobre la base de un fondo primitivo consagrado al culto del principio femenino, cuyos avatares son múltiples.»

Ante el desarrollo del turismo frívolo a India, Kenneth White prefiere el «viaje mental» o el «viaje entre cuatro muros», lo que, en términos hinduistas, significa «saber ir de los Vedas hasta el vacío». Para nutrir su búsqueda poética, practica una especie de yoga de la caminata que se inspira en los textos clásicos del hinduismo: «Sabiendo que, al final, Samsara (la existencia) y Nirvana (el absoluto) son la misma cosa, que es la alianza del Karmamudra (acción) con el Jaanamudra (contemplación) que origina el Mahamudra (el gran gesto), y que yendo de lugar a lugar se puede terminar viendo, no solo en la mente, sino también en el meollo de los huesos, la noción del no-lugar, que permite gozar, de una manera desapegada, de todos los lugares».

Su vida cotidiana y su creación literaria están impregnadas de su estudio de la filosofía taoísta. Kenneth White evoca la presencia de una «corriente taoísta» periférica y subterránea en la ciencia y la cultura occidental. El físico norteamericano Fritjof Capra representa esta tendencia que, para mejor comprender los fenómenos de lo infinitamente pequeño —las partículas de la materia—, recurre a las filosofías orientales. Según White, el pensamiento taoísta «es un pensamiento oceánico en el que todo está mezclado, con tempestades súbitas y calmas extrañas». La comprensión del taoísmo es muy ardua para los occidentales, empapados por varios siglos de racionalismo. «Ni filosofía, ni religión, ni ciencia, pero participando de cierta manera de esas tres visiones, el taoísmo es aún otra cosa…». Transcribimos las últimas líneas del significativo capítulo «Caminatas taoístas»:

Ecología del cuerpo en el mundo
y el espíritu en el espacio
Ser riente y sonriente
Fin del miserabilismo.

Al final de su libro, Kenneth White propone la necesidad de construir un nuevo pensamiento que vaya más allá de la oposición occidente/oriente (a la cual añadiríamos norte/sur), y escribe: «Georges Bataille habla de una especie de sueño planetario. Nietzsche habla, casi demasiado “poéticamente”, de “cosas ocultas”, de “misterios”, “tesoros”, y luego, se calla bruscamente. Hokusai, lo recordamos, se refería a la ’potencia de intuición’ y a la “verdadera sensación de la naturaleza”».

Con su optimismo lúcido, Kenneth White se pregunta (y eso nos interesa): «¿Quién sabe si estos últimos años, que podrían ser los de la época de las catástrofes, no podrían ser más bien la de la Gran Salida y de la formación, de la cristalización en la solución oceánica posmoderna, de un pensamiento unitivo planetario?».

Así termina el libro de un «infatigable trabajador» —como lo calificó Arthur Rimbaud anunciando a los futuros poetas visionarios y exploradores— que nos deja en su poesía y en su prosa las chispas de una conciencia siempre en movimiento.

acerca del autor
Héctor

Nació en Cusco (Perú). Vivió en Buenos Aires de 1959 a 1962. Estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima. Sus cuentos fueron publicados en revistas literarias. Reside en Francia desde 1969. Publicó en francés “Le chemin des sorciers des Andes”, Robert Laffont, París, 1976, “Botero s’explique”, La Résonance, Pau (Francia) en 1997, “El camino de los brujos andinos” en Diana de México, 1998 y la novela “Diablos Azules”, Editorial Milla Batres, Lima, 2006. La edición francesa de la novela “Démons bleus à Cuzco”, Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2009. La reedición en español de "Diablos Azules" fue publicada por Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2010. Acaba de publicar la voluminosa novela en francés “Le Nomade stellaire” (El Nómada Estelar), Éditions L’Harmattan, París, 2018. Desde 1976, es miembro de la Société des Gens de Lettres (SGDL) de París y de la Société Civile des Auteurs Multimédia (SCAM). Entre 1981 y 1999, ha colaborado en semanarios y revistas de París y en diarios latinoamericanos con artículos sobre literatura y arte. De 1998 al año 2000, fue director de la revista en francés Résonances que —a partir de enero de 2001— se convirtió en el website, Resonancias.org.