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Literatura
2 3 2013
Julio Cortázar en trece ensayos del siglo XXI por Maynor Freyre

Gracias al esfuerzo de los doctores Pol Popovic Karic y Fidel Chávez Pérez, distinguidos docentes de ese centro de estudios superiores, se pudo publicar estos ensayos inéditos que comentaré como un homenaje a uno de los mejores cuentistas del mundo, a la altura de Jorge Luis Borges, Antón Chejov y Edgar Allan Poe, al decir de los más reconocidos críticos literarios.

El prólogo ha sido escrito por el Coordinador de Investigación Literaria Latinoamericana Contemporánea, Pol Popovic, quien con el siguiente párrafo expresa el sentido del libro: “Al igual que el saxofonista en ‘El perseguidor’, que busca en los aires musicales que le den plenitud y libertad, también el lector emprende una búsqueda de los caminos olvidados o perdidos a través de la narrativa de Julio Cortázar”.

En el capítulo 1 “Diario para un cuento’ de JC: Las fronteras de la ficción”, Francoise Perus somete a un sesudo análisis el considerado como último cuento de nuestro autor escrito en 1982 a partir de contraponer la tradición letrada con la llamada “cultura de masas”, de ligar a literatura con el intercambio mercantil humano debido a los usos que hace el lector de las obras presentes o pasadas puestas a su disposición.

En el 2 Elizabeth Sánchez Garay en “Formas jazzísticas en la narrativa de Cortázar” se centra en la influencia del jazz en su escritura a partir de La vuelta al día en ochenta mundos y Rayuela, considerando que su poética de tal ritmo se expresa para ella en “El perseguidor”, será por eso que remata con esta contundente sentencia: “El hombre lúdico es aquel, podemos concluir, que le gusta jazzear en la vida para evitar la mordedura de las termitas y para poder decir, como Johnny, esto ya lo toqué mañana”.
Por su parte, Roberto Sánchez Benítez en el capítulo 3 “Cortázar y la estética de la alteridad”, sostiene que la literatura sería la captura del instante, de lo inaprensible, de lo irrepetible y singular: sentimiento, dolor, gesto, trazo, ocasión fortuita y desconcierto de una civilización que busca su propio significado. Cortázar, a través de su personaje Johnny, por ejemplo, “en lugar de escapar de algo, más bien va al encuentro de algo, de lo ‘otro’, de ese puente o puerta que lo comunica a los estados de de invención y creación”, concluye Sánchez.

“Presencia e influencia de la obra cortazariana y la (re) construcción dramática” aborda en el capítulo 4 Hugo Salcedo, presentándonos así al dramaturgo, quien dentro del género, para Salcedo, elabora una obra que ya ha empezado incluso antes de que hubiera sido abierto el telón, y los personajes quieren ser vistos y oídos por un lector o espectador que apreciará la debacle o el triunfo en el intento de alcanzar su meta. En síntesis, si bien la obra dramática de Cortázar ha sido poco escenificada, su narrativa en cambio expresa permite una exploración extendida, no desdeñable para los artistas, concluye el ensayista.

Miguel G. Ochoa Santos aborda “Tiempo, imagen y escritura: ‘Las babas del diablo” en el quinto ensayo. Aquí parangona a Cortázar con el filósofo francés Henry Bergson en cuanto al uso de la intuición como ruta alterna al camino tomado por el pensamiento racional. Con la diferencia que nuestro escritor toma el punto de partida ficcional y no filosófico.; es decir, más concreto y flexible. En el argentino el lenguaje narrativo persiste en su intención de esclarecer el misterio que representa pensar el tiempo más allá de lo humano, asegura Ochoa.

Al llegar a la sexta parte Federico Patán intentará estar “Explorando una cosmopista” luego de reflexionar sobre los textos de viajeros a partir de Cristóbal Colón, Marco Polo, Humboldt y hasta D.H. Lawrence y su viaje por México, nos enfrenta con Los autonautas de la cosmopista escritor al alimón por JC y su pareja Carol Dunlop que partieron de París rumbo a Marsella el 23 de mayo de 1982. Libro escrito con espíritu lúdico, pues en dicha ruta no había nada que descubrir en apariencia; pero desde los “Prolegómenos”, al tropezarse con una serie de trabas burocráticas hasta darle presencia a lo inusitado que hallan en el trayecto. Pero el tono varía de juguetón a otro de nostalgia y tristeza ante la muerte de Carol Dunlop. Para el ensayista se trata de una invitación al lector a participar con la ruptura de lo cotidiano a partir de la lectura del libro, algo hecho por Cortázar a lo largo de toda su obra.

Con “JC: el otro perseguidor en la torre del observatorio” Graciela Tissera en el capítulo 7 la autora confiesa el propósito de clarificar la denuncia que hace el escritor argentino en tres cuentos claves: “Apocalipsis en Solentimane”, “Las babas del diablo” y “El perseguidor”. Donde a su parecer las historias narradas reflejan su postura social y política que lo llevan hacia el prójimo doliente que intenta descifrar en su literatura. La conclusión a que llega es que hay tres factores comunes en estos tres cuentos: frustración e impotencia. “así el arte denuncia al artista como hombre con una misión: la de buscarse a sí mismo y a los demás en un sistema de relaciones que no tiene nada que ver con lo establecido, sino con lo posible”, remata.

En el capítulo 8, “El motivo del doble en la narrativa de Julio Cortázar”, Felipe Ríos Baeza empieza por enumerar a los autores que se valieron de tal recurso, como Hoffman, Heine, Poe, Dostoievski y Stevenson hasta alcanzar la fascinación por tal recurso de parte de Cortázar a partir de la traducción de la obra completa de Poe. Pero especialmente señala la doble vida de nuestro autor como profesor de geografía bien engominado y enternado de escuelas provincianas de Argentina para tornarse en el escritor secreto pasadas sus nueve horas de labor didáctica. Eso que los alemas denominan doppelganger, el desdoblamiento de la identidad y la individualidad, que representaría no solo ese reverso oscuro que se ha querido acallar, sino también una medida impositiva para el ‘original’ que percibe se están cometiendo actos merecedores de un castigo.

Enseguida Daniel Mesa Gancedo nos conduce hacia “Cortázar y algunas voces del mal”, donde a partir de “Relaciones sospechosas”. Apunta que el autor se muestra seducido por lo “extraño” de ciertos comportamientos y los interpreta como puertas de acceso hacia lo “otro”, como epifanías hacia lo desconocido en la realidad “reificada”. El mal no lo presenta como negativo, sino como excipiente de un pretendido “más allá”, no accesible al hombre “normal”. El crimen lo deduce como una fascinación de la víctima por el victimario desde una poética patética.

Maynor Freyre va “En pos del perseguidor” en el capítulo 9, al considerar que “música y literatura se ven así cuestionadas al negar el valor de arte creativo a partir de la meditación de un ser simple y sufridor en el medio de transporte más representativo de la urbe: el metro, que el cuento sirve para medir el valor del tiempo y la destrucción de los instrumentos para la creación artística de Johnny. El parangón con Sonata a Kreutzer de Tolstoi y Concierto barroco de Alejo Carpentier –ambas novelas también de temas musicales y con trenes— y con el libro 5, La prisionera, de En busca del tiempo perdido de Proust sirve para que el ensayista concluya en que la obra narrativa de Julio Cortázar sublimiza la literatura hasta hacerla retornar a la música, por lo cual vaticina que vivirá eternamente en el ritmo de sus escritos.

Llegamos a la palabra de Cristina Fallega en el undécimo aparte, quien aborda “la poética de Cortázar, cuyo objetivo es revisar los elementos constituyentes de la poética del escritor argentino, a partir de los cuales reflexiona sobre el mundo circundante, como traduce el mundo circundante su visión del mundo. Valiéndose de destacados estructuralistas y de pensadores como Walter Benjamín, aclara que es gracias a lo abstracto de sus concepciones que Cortázar llegó a tratar argumentos de trascendencia humana sin falsa solemnidad, sin recurrir a la ridiculización. Es decir, para la autora, la geometría espacial sería el elemento amalgamador de su poética.

“El tiempo, el sueño y la música en ‘El perseguidor” es el penúltimo ensayo debido a Javier Galindo Ulloa, en el cual debate si los cuentos de Cortázar son de corte fantástico o realista, pues su estilo se combina con una serie de elementos, espacios, y expresiones que nos remiten a una realidad social, a un contexto cultural y s una visión del mundo del escritor. Una vez más “El perseguidor” se gana los aplausos porque alcanza acá el escritor uno de sus más ambiciosos proyectos al combinar en un solo relato los aspectos más característicos de su literatura: el tiempo, el sueño y la música: la palabra de Bruno el biógrafo, los sueños de Johnny inducidos o no) y la explicación crítica, racional y objetiva del jazz.

Para finalizar Pablo Brescia nos habla de “Cortázar y sus lectores: dos anotaciones para una historia”. Se trata de una evocación del rostro eternamente juvenil, el creador de lenguajes inauditos, el cronopio jugador de la rayuela. El perseguidor de utopías políticas y literarias. El autor recurre a duros detractores y gente cercana a su obra, para colegir que existen aún legiones de escritores cuyas filiaciones y desafiliaciones forman insospechadas familias literarias. Así considera que la aparición de Los detectives salvajes del chileno Roberto Bolaño significó un estímulo para re-leer Rayuela. Ese sería el secreto develado de la juventud de Cortázar a más de 20 años de su muerte: la re-encarnación en otros escritores.

En síntesis, un libro de ensayos para volver a relacionarse con el gigantesco cronopio perseguidor de fantásticas utopías reales.