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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
2 5 2013
Julio Le Parc: El artista que fractura la luz por Emmanuelle Lequeux

El Palais de Tokyo de París comienza su temporada con Julio Le Parc, maestro del arte cinético, militante del desorden, apóstol de los años sesenta.
La ley del caos no se ha adueñado del Palais de Tokyo: si la primera temporada, en otoño de 2012, desconcertaba por su ruido característico, la segunda, abierta a finales de febrero, devuelve todas las esperanzas a este inmenso centro de arte. Mejor articuladas e identificadas, las abundantes exposiciones, de François Curlet a Joachim Koesler, dejan por fin respirar a las obras y a sus objetivos. Lo que no impide a los espíritus sucumbir a la estupefacción. Reacio a la dictadura del orden, el director del museo, Jean de Loisy, desea mantenerlo como un lugar de vagabundeo y vértigo. Lo ha logrado magníficamente con la vasta exposición dedicada a Julio Le Parc. Con este argentino exiliado en Francia a finales de los años 50, todo se tambalea, parpadea, desestabiliza, se embala, palpita. Retorno de un prodigio.
Durante mucho, demasiado tiempo ignorado por Francia, este maestro del cinetismo inicia ahora su asombroso retorno. Alborotador electrizado durante las luchas de los años 1960, Julio Le Parc nunca dio tregua a las instituciones y a sus dirigentes. Nunca se mordió la lengua, se apartó de sus convicciones políticas ni renunció a sus deseos de democratización del mundo del arte. "Mi punto de partida, es reflexionar sobre los mecanismos de difusión, sobre la mistificación del creador, sobre la inserción en el circuito comercial”, nos señala. “Hemos hecho todo para que los visitantes no se sientan inferiores, que tengan la relación más directa posible con la obra, sin haber hecho estudios de estética o de historia del arte."
¿Que los museos franceses le hayan hecho pagar sus reivindicaciones, a él, quien en 1972 jugó a los dados en una exposición en el Museo de Arte Moderno de París (y perdió...)? Sin ningún rencor: "Cada uno hace lo que puede, añade divertido, personalmente nunca me he doblegado para volverme un artista oficial... Me habría simplemente gustado tener más imaginación para ayudar a cambiar las instituciones, sometidas más que nunca al gusto del mercado." Le Parc pagó por eso.
Bastante. Esta exposición, que regocija a los espectadores de cualquier edad, muestra que se cometió un error al ignorarlo. "Si uno llega a los 75 años e hizo cosas correctas, le empiezan a tomar en cuenta. Es uno de los méritos de seguir viviendo... "
¡Vivir, desde luego! Ninguna obra se queda en reposo. Ningún cuerpo es indiferente. Sometido a mil estímulos, el visitante avanza en un encantamiento permanentemente renovado. Bosque de hojas de aluminio, primero: traspasarlo con valentía, enfrentarse a sus explosiones de reflejos, aceptar el laberinto. No tener miedo de la oscuridad. La gran nave bajo vidrieras se ha metamorfoseado: paredes negras articulan un recorrido que busca desorientar los sentidos. Lienzos, esculturas, instalaciones luminosas... uno ya no da abasto. Chapas ondulan bajo la luz y proyectan reflejos siempre cambiantes. Cortinas de tul reaparecen, sometidas a un estroboscopio que provoca vértigo en los más resistentes. No obstante, no hay nada de alta tecnología en estas instalaciones, nacidas en su mayoría en los años 60: el más humilde bricolaje, un foco escondido por aquí, un pequeño motor por allá.
La máquina de viajar en el tiempo funciona a pleno rendimiento: estamos entonces en los sesenta, cuando Julio Le Parc y sus compañeros del GRAV (Grupo de Investigación en Arte Visual), creado en 1960, perturbaban la escena francesa y la embarcaban en el gran movimiento del arte cinético. Aunque dicho colectivo se disolviese en 1968, Le Parc perpetúa hasta hoy su energía positiva. "Contrariamente a otros miembros del GRAV, como François Morellet, nunca he buscado agredir al espectador, pero sí a conquistarlo, seducirlo, sorprenderlo”, evoca el seductor con su voz suave y melodiosa. “Lo esencial es dejar al observador en una disponibilidad para consigo mismo, que sea menos pasivo, complete la propuesta, y sea cómplice de ella."
Se obedece con un gran placer. Más aún cuando la primera línea recta acaba en apoteosis. Un sol infatigable le atrapa. Amplio círculo de aluminio, espejea en perpetuo movimiento de rayas luminosas que rozan su textura. Un planetario hecho con nada, una "Vía láctea" al alcance de la mano. Difícil de salir de ello. Ya que el final del recorrido es menos espectacular. Por supuesto, está ese inmenso móvil de cuadrados de plexiglás rojo: bajo la luz de los proyectores, explota en un cine abstracto, suelo, muros y techo. Pero las obras que lo rodean están destinadas a un público de expertos más que de novatos.
Curadora de la exposición, Daria de Beauvais ha querido sacar del taller lienzos desconocidos, como para devolverle su complejidad a una obra que sigue construyéndose. Y no ha cesado de introducirnos en su juego: en la última sala, la más lúdica, el espectador puede manipular las obras según sus deseos.
"Si mis instalaciones ponen a la gente de buen humor, transmiten un poco de optimismo, hemos ganado", explica el artista. "Estos pequeños detalles pueden ayudar a cambiar el estado anímico del espectador, son un modesto motor. Me acordaré siempre de la energía que nos daban las películas de Carlos Chaplín a nosotros, los niños pobres. Esta energía moviliza todas las esperanzas, ya que permite descubrir cosas en sí mismo”. Incluido el caos.

acerca del autor
Julio

Julio Le Parc, Mendoza (Argentina), 1928. A los 13 años, viaja con su madre a Buenos Aires para preparar el ingreso a la Escuela de Bellas Artes. Abandona la escuela en 1947 y estudia el arte concreto y el espacialismo de Lucio Fontana. En 1954, ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes. En 1958, obtiene una beca del Servicio Cultural Francés y viaja a París. Allí toma contacto con la galerista Denise René, los artistas Vasarely, Vantongerloo y Francois Morellet. En 1960, funda el GRAV (Grupo de Investigaciones de Arte Visual) con Hugo Demarco, F. García Miranda, Horacio García Rossi, F. Molnar, F. Morellet, S. Moyano, F. Sobrino, J. Stein e Yvaral. Obtiene, en 1964, el Premio Especial (adquisición) del Premio Internacional Torcuato Di Tella de Buenos Aires. El GRAV realiza varios Laberintos y en 1966 “Une journée dans la rue”, experiencia participativa organizada en distintos lugares de París. Ese año recibió el Gran Premio Internacional de Pintura en la XXXIII Biennale di Venecia y en 1967 presenta su primera retrospectiva en Buenos Aires en el Instituto Di Tella. En 1968, como integrante del GRAV, presenta “A la búsqueda de un nuevo espectador”, en Dortmund, Alemania. Durante los sucesos de mayo del 68 en París, fue expulsado de Francia. Viaja por distintos países europeos para retornar después cuando la medida es levantada. Participa en la muestra “América Latina no oficial” en París y en la Bienal de Medellín, Colombia en 1970. Expone retrospectivas en las ciudades de La Habana, Dusseldorf, Montevideo, Caracas, Asunción, México, Estocolmo, Berlín, Madrid, Barcelona, Santiago de Chile y Porto Alegre. Desde mediados de los 1970, realiza trabajos sobre Modulaciones con variaciones de grises e incorpora colores, y más tarde la serie Alquimias. Entre 1999 y 2000 realiza en su país una gran retrospectiva en Buenos Aires, Mendoza y Córdoba. Sigue viviendo en París con su familia.