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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
1 9 2013
Semblanza de Fernando Arrabal por Marcos Rosenzvaig

Luce Moreau, su mujer, lo describe de esta manera:
"Cuando conocí a Fernando tenía veintitrés años y un rostro de ángel. “La mayor parte de nuestros gestos es pura farsa”. Me asombraba, asimismo, por su modo de proferir disparates con tanta elegancia como candor. Ondeante y diverso, barroco por excelencia, hábil para conciliar los contrarios con una soltura desconcertante. Su obra refleja esa ambigüedad fundamental donde la imaginación aparentemente desaforada se compagina de la forma más natural con un rigor absolutamente matemático, afinado por la práctica constante del ajedrez. Rapaz juguetón y viejo sabio sin ilusiones."

La guerra será en muchas obras un telón de fondo como es el caso de “Ciugrena” (Guernica) o “Picnic”; en la primera, una mujer se va enterrando de a poco con los escombros de su casa, consecuencia de los continuos bombardeos. En la segunda, los padres del soldado Zapo visitan al hijo en el campo de batalla como quién aprovecha un domingo de sol para disfrutarlo en familia; en el centro de la escena el matrimonio y las instituciones burguesas, el desafío de los valores morales establecidos, el pecado y el perdón, el sacrificio y la culpabilidad, la muerte y la búsqueda de la bondad, toda la cultura judeocristiana expuesta en calzoncillos a la mirada del público; y en ese centro está la madre, como un mástil en una plaza de armas o en el patio de una escuela. De allí que el público se debatirá entre lo trágico y lo cómico.

En l956 Arrabal escribe “Los dos Verdugos”, la obra trata de una mujer (Francisca) que acaba de denunciar a su marido a la policía, y en compañía de sus hijos (Benito y Mauricio) se instala en la antecámara de la sala de tortura para gozar de su suplicio. Ella trata de convencer a su hijo Mauricio acerca de lo bueno que es ella y la forma que se sacrifica por el bienestar de sus hijos y el de su marido, su otro hijo Benito es un aliado incondicional de la madre. Juan, el marido es torturado con latigazos, los hijos y la madre escuchan los gritos. La madre entra en la sala de torturas para echar sal y vinagre sobre sus heridas a pesar de las protestas de Mauricio, quién finalmente termina sometido al sistema materno. Quienes son los dos verdugos?, los torturadores que azotan al padre o la madre junto a Benito, el hijo que presencia el correctivo que sufre el padre; o es toda una sociedad histórica de verdugos?. Esta madre, es la misma que aparece en “Carta de amor”, la mujer sacrificada que lo hace todo por sus hijos, la que privada de todos los placeres de la vida burguesa acepta el martirio de ser madre en pos del amor filial. La diferencia es que aquí esta desprovista de sadismo, de la monstruosidad de “los dos verdugos”. Una de las razones tiene que ver con el lenguaje, en “los dos verdugos” las pasiones de los personajes se hallan amplificadas como la situación en la que se hallan expuestos, el lenguaje es un grotesco que provoca el pánico y la risa es la única vía de escape posible frente a la tragedia. La protagonista de la obra es la situación y el campo de ideas que de ella se desprende, no la psicología de los personajes. “Carta de amor” es un drama con características más cercanas al realismo, es más humana, la madre no pide perdón pero condena a la historia como causa de todos los males. Tanto en “Los dos verdugos” como en “Picnic” y en “Carta de Amor” la madre presenta el doble aspecto -amoroso y represivo- de la maternidad.

Los personajes de “Picnic”, el señor Tepón (padre) y la señora Tepón (madre)- Zapo (el hijo) y Zepo (el prisionero); realizan un picnic en el campo de batalla y terminan bailando, a pesar de que la realidad les envía llamadas telefónicas que ellos ya no escuchan. Se trata de llamados avisando la inminencia de ataques pero ellos no pueden escuchar la otra realidad, la del sistema, porque la suya les ha dado solución a su futuro. De la misma forma, pero alberre, la madre en “Carta de Amor” escucha un teléfono inexistente, escucha palabras que desea oír. La madre inventa una realidad para continuar viviendo, como Blanche en “Un tranvía llamado deseo”, porque la realidad es demasiado brutal para aceptarla. La realidad ametralla a los personajes de "Picnic", los enfermeros retiran los cadáveres, la realidad lleva a la madre en “Carta de Amor” a los bordes de la locura, que es otra forma de continuar viviendo en otra realidad, quizás una realidad menos dolorosa, inventada para vivir una situación insoportable.

Convertido en carta, escrita en su cuerpo como un suplicio chino, Arrabal vuelve a viajar cuarenta años después de su novela Viva la Muerte. No se trata como en este caso de la mirada de un niño atravesando los pasadizos oscuros y siniestros de la infancia, ni tampoco de un murmullo dicho en vos baja por el autor de la novela. Se trata de una carta de amor que lleva escondido un puñal invisible, es un puñal que no mata, más bien alivia como una confesión. No hay sangre, él se introduce y al salir florecen rosas, rosas rojas con espinas. El cuerpo de la madre no ofrece resistencia y el puñal se desvanece y la madre sonríe como frente a la travesura de un niño. Una carta de amor que ha viajado con el tiempo de la vida que es la memoria. La madre dice que ha tardado mucho en llegar, pero que lo ha hecho en el día de su cumpleaños. Es el tiempo que necesitó Arrabal para terminar o para retomar una conversación interrumpida. El tiempo necesario para recordar lo mejor, como dos viejos novios que se han dado cita.

"Carta de amor" es la continuación en lenguaje teatral de una larga carta escrita a su madre en la novela Viva la Muerte. No casualmente, mientras se sucede la obra se proyectan imágenes del film “Viva la Muerte” que realizó Arrabal. El narrador de esta novela es un niño enfermo y solitario, tiene el tono de los secretos de la infancia, está escrita como un río que fluye sin sobresaltos, nada es forzado como si la novela se escribiese prescindiendo del escritor. Se trata del mundo más colorido y hermético de la vida del hombre. El niño está convencido de haber traicionado las esperanzas de su madre, él sufre como sufren los niños, en secreto; y es el joven Arrabal hablándose a sí mismo, y mientras lo hace nos hace aparecer la crueldad y el esplendor bárbaro de España, su fanatismo y su erotismo místico. Nada más innoble y sucio que la agonía, la agonía de una cultura, de una sociedad desvencijada de rezos, naufraga de culpas, con el gusto del cirio y el dulce dolor del silicio, nada subraya a lo largo de la novela, su mirada se desliza por la superficie de las cosas y los seres con una lucidez terriblemente acusadora. Viva la Muerte dice Arrabal, y el niño le pregunta a su madre quién inventó la muerte y quién el cielo. Nadie- dice- la madre....nadie.

Un artista no hace otra cosa que hablar de sí mismo a lo largo de su vida, ficcionalizar la vida es la forma menos dolorosa de padecer; y Arrabal lo sabe. El ha sabido ser su pintor y el cuadro, ambos respiran la desesperación del barroco, su teatralidad, sus luces y sus sombras, la soledad del hombre que aspira a Dios incluso en lo grotesco, en la deformación, en la risotada cruel y en el desamparo de “Fando y Lis”.
Si en “Viva la Muerte” todo está visto desde los ojos de un niño, en esta magnífica obra la mirada cambia, es la madre quién lo mira todo, quién siente con el corazón de Arrabal.
Algunos muertos se alejan para siempre, otros permanecen cerca . Nos visitan, nos hacen regalos o somos nosotros quienes regalamos. Ellos tienen una edad, no envejecen, tampoco cambian su parecer. Están ahí, flotando como en un campo de nubes de algodón.

La guerra civil ha quedado atrás, solo permanece el recuerdo de la miseria y de un padre que no ha podido ser, un padre que ni siquiera pudo despedirse de sus hijos el día que fue llevado por la guardia civil. Borrado por su mujer con una lechada de cal, como una enfermedad de la que no se habla. Borrado de las fotografías a escondidas, secuestradas sus cartas a escondidas, delatado por su mujer a escondidas y condenado para siempre por la falange, peregrina de presidio en presidio, hasta que el anarquista vestido de loco en un hospital de mentales; escapa con un piyama como abrigo en una noche nevada. Él no sabe si es una montaña nevada o es una nube muy fría, las piernas endurecidas de tanto presidio corren hacia un horizonte blanco y su cuerpo vuelve a ser feliz, y sus piernas continúan corriendo y corren tanto que nunca más se vuelve a saber de él. Su hijo busca sus restos, deambula en busca de compañeros de celda, en los bosques donde dejó la vida el día que fue feliz corriendo hacia el paraíso más luminoso de la tierra. Nada encuentra, solo su pipa “Dr. Plumb” en un viejo desván de su casa, y el recuerdo de sus manos... las manos enterrando sus piececitos de tres años en la arena de Melilla. Navega aún en sus sueños y a veces flota en campos hechos de nubes de algodón.

La madre es tan monstruosa casi como una amante perfecta, como todo lo perfecto. Cuanto tiene de pánico el amor? Cuánta energía de odio y de sufrimiento y de miedo demanda amar?, como un suplicio chino; “las víctimas eran siempre dos enamorados; encadenados con grilletes eran depositados en lo más hondo de un pozo tapiado”. Es la aceptación de una verdad, ha pasado el tiempo de negar lo irrefutable, la cólera y los efímeros, nos hemos desviado lo más que pudimos de lo más miserable de nuestros destinos, de todo aquello que no quisimos ser que fueron nuestros padres. Ha llegado el tiempo de la reconciliación, Arrabal acepta como un suplicio chino, que la última visita de la vida serán los labios de su madre. Acepta que fue la guerra civil, la madrastra historia la causa de sus dolores, del encarcelamiento de su padre, de las torturas cometidas a su padre, de los dibujos y de las pinturas que su madre secuestró, la historia vertiginosa corriendo a tal velocidad que hasta a veces parece que el efecto precede a la causa.. Es una aceptación sin risotada que ambos estuvieron a punto de devorarse. El azar dispuso que las cosas se sucedan así, como un suplicio de amor. Detrás de la defensa de la madre está la pena del hijo que nada puede hacer, salvo recordar algunos días de la infancia “Lo corta que ha sido la tarde para todo lo que teníamos que decirnos, tu y yo mamá”. Salvo recordar el penoso camino que transitamos los herederos de una cultura milenaria, atados a un vinculo como un hierro candente, una marca que perdura con tanto amor como odio, con deudas y reclamos, pero al final de la vida pareciera que todo se diluye en un arroyo de aguas cristalinas y el sol hace brillar las gotas como si fueran gemas en el aire diáfano. Nada ha muerto, el tiempo hizo que las heridas cicatrizaran porque “todo lo que pareció no perece, mamá, porque sigue apareciendo en sus renglones”. Sólo acaeció lo que ha afluido al remanso de nuestros recuerdos?

Buenos Aires, agosto de l999

acerca del autor
Fernando

Fernando Arrabal nació en Melilla (Marruecos Español) en 1932, de padre republicano y madre franquista. Su padre era oficial del ejército español. Desde 1954 reside en París. Algunos títulos de sus dramas: "El cementerio de automóviles", "La comunión solemne", "El arquitecto y el Emperador de Asiria"... Sus películas: “Viva la muerte", en la que describe su infancia, atormentada por la desaparición de su padre durante la guerra civil española y la dictadura franquista. Además es poeta y pintor, como lo muestra el voluminoso libro de arte, "Arrabal espace", editado en francés en 1993 por Ante Glibota, y que presenta su obra literaria, dramatúrgica, cinematográfica y artística. Recibió en España el Premio Nacional de Teatro 2001, el Premio Nacional de Literatura Dramática 2003 y en 2006 le concedieron la Legión de Honor francesa.