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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
1 11 2013
Agustín Monsreal tiene la palabra por Mario Meléndez

Se habla mucho que este género se sostiene sobre un proceso de reescritura. ¿Qué piensa de esta afirmación?
Considero que una parte de la microficción se desenvuelve a partir de valores literarios reconocidos, de episodios y personajes paradigmáticos puestos a vivir de nueva cuenta modificando valores, cambiando de lugar situaciones y circunstancias, diversificando motivos, pensamientos, emociones, actitudes y comportamientos, rasgos de carácter y principios durante mucho tiempo considerados inamovibles; de esta manera la Biblia, la tragedia griega, las fábulas, las leyendas, los rumores e imaginerías populares, los cuentos infantiles clásicos, las historias nacionales tan dadas a cultivar héroes, viran de rumbo y mediante un acto de escritura diferente adquieren un nuevo sentido, en no pocas ocasiones desmitificador y contrario al original, una nueva visión de las cosas, una nueva y a veces necesariamente arbitraria interpretación de los hechos, de manera que los personajes y su sucedido nos resultan real y sorprendentemente vivos. Mientras más famoso es el personaje y la trama que lo envuelve, más precisión y solvencia literaria necesita el autor para realizar una reescritura verosímil y efectiva. Ahora bien, el proceso de estructurar y escribir sobre lo ya escrito, es sólo una porción de la riqueza y versatilidad inventiva en conceptos, temas, símbolos, formas y contenidos de que se precian tanto el microrrelato como la microficción.

¿Por qué usted habla de microficción y no de microrrelato?
En realidad, no se trata de que una denominación sea mejor que la otra. Las dos son igualmente válidas y legítimas. Por una parte, prefiero minificción porque me remite a la miniatura, a la pequeña obra de arte, y me brinda distintas posibilidades de expresión como pueden ser el aforismo, la epístola, la greguería, la definición de diccionario, mientras que lo micro me habla tanto de lo muy pequeño (microbiano) como de lo que amplifica (micrófono). Por la otra, creo que el término minificción se desafilia y al mismo tiempo se agrega a lo que es en rigor el cuento breve o cuento brevísimo, según la atinada denominación de Edmundo Valadés. Toma su propio cauce, declara sus propias reglas, características y exigencias, asume sus propios desafíos. Adquiere su propia carta de naturalización como género. Y, por supuesto, el mundo literario es el que sale ganando.
Ahora bien, en un cierto y feliz aspecto fundamental, el microrrelato, que cuenta lo que pasó, cómo pasó y a quién le pasó, contiene casi invariablemente los tres elementos indispensables del cuento canónico: planteamiento, nudo y desenlace, o exposición, conflicto y término. Pienso por ejemplo en: Episodio del enemigo, de Jorge Luis Borges, A Circe, de Julio Torri, Memoria, de Edmundo Valadés, Sorprender de Ana María Shua, Polimorfismo de Raúl Brasca, Entre cuervos te veas y Lugar de prueba, de mi autoría. Por su parte, la minificción suprime los dos primeros elementos, reduce la acción al mínimo, la desnuda y deja como cuerpo total no el suceso sino el momento incanjeable de la revelación interna, ese momento sagrado cuando se adquiere conciencia del hecho, en cuyo caso se encuentran: El dinosaurio, de Augusto Monterroso, Cuento de horror, de Juan José Arreola, Epitafio literal, de Raúl Renán, Huyamos, de Ana María Shua, Reencarnación y Cálculos renales, de mi autoría. En el asunto de la minificción, el título es o debe ser parte sustancial e insustituible del texto, del título depende el acierto o el fracaso de una minificción.
En ambos casos, trátese de microrrelato o de minificción, lo importante es saber elegir lo que merece ser contado, tener presente que no se trata de describir sino de trasmitir, y trabajar no en extensión sino a profundidad.

¿Se puede considerar su Diccionario al desnudo, “sustentado en conceptos”, como minificciones?
Sí, en el caso del Diccionario al desnudo, lo que procuré fue que la definición no estuviese basada en un tema a partir de una palabra, sino en un concepto (Dios, por ejemplo, o Democracia, o Cuento), lo que le da una dimensión y un valor que, creo, superan lo estrictamente definitorio y lo meramente anecdótico. En términos generales, me parece más amplio y profundo trabajar con conceptos que con temas.

 Qué lecciones le dejaron maestros como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, Efrén Hernández y Augusto Monterroso?
Cada uno a su manera y de acuerdo con su concepción del mundo, me brindaron lecciones impagables, tanto de vida como literarias, que se mantienen vigentes en mí y me permiten seguir adelante insobornablemente fiel a la naturaleza de mi destino.


Agustín Monsreal (Mérida, Yucatán, México, 1941). Ha publicado los poemarios “Punto de fuga” (Cuadernos de Estraza, 1979), “Cantar sin designio” (Ed. Col. Molinos de Viento, Serie mayor, Poesía, UAM, 1995) y de “Cuentos cazadores de fantasmas” (Ed. Práctica de vuelo, 1982), “Sueños de segunda mano” (Ed. Folios, 1983), “Pájaros de la misma sombra” (Ed. Océano, 1987), “Lugares en el abismo” (Ed. García y Valadés, 1993), “Infierno para dos” (Ed. Textos de Difusión Cultural, Serie Rayuela, UNAM, 1995), “Diccionario de Juguetería” (Ed. Aldus, Col. La Torre Inclinada, 1996), “Las terrazas del purgatorio” (Ed. Plaza y Janés, Col. Ave Fénix, 1998), “Tercia de ases” (Ed. FCE, Col. letras mexicanas, 1998) y “Cuentos para no dormir esta noche” (Ed. Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, 1998). Escribe en diarios mexicanos y es colaborador habitual de revistas y suplementos culturales, traducido al inglés y al francés. En Laberinto Ediciones ha publicado “La banda de los enanos calvos” (2008), “Diccionario al desnudo. No ilustrado” (2009) y “Desde el vientre de la ballena” (2010), que forman parte de la Biblioteca Monsreal, que incluirá la totalidad de su obra.

acerca del autor
Mario

Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: “Apuntes para una leyenda”, “Vuelo subterráneo”, “El circo de papel” y “La muerte tiene los días contados”. En 1993 obtiene el Premio Municipal de Literatura en el Bicentenario de Linares. Sus poemas aparecen en diversas revistas de literatura hispanoamericana y en antologías nacionales y extranjeras. A comienzos del 2005 obtiene el premio "Harvest International" al mejor poema en español otorgado por la University of California Polytechnic, en Estados Unidos. Parte de su obra se encuentra traducida al italiano, inglés, francés, portugués, holandés, alemán, rumano, búlgaro, persa y catalán. Durante cuatro años vivió en Ciudad de México, donde dirigió la serie Poetas Latinoamericanos en Laberinto ediciones y realizó diversas antologías sobre la poesía chilena y latinoamericana. Actualmente radica en Italia. A comienzos del 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Es considerado una de las voces más importantes de la nueva poesía latinoamericana.