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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
2 1 2014
Andrés Caicedo: el rebelde de Cali por Xavier Houssin

Parece una pesadilla infantil. Una historia de hoyo negro, de pozo sin fondo. Él perdió pie y se tropezó. Y se fue de cabeza en una especie de madriguera. Como la Alicia de Lewis Carroll en busca de su conejo blanco. Salvo que estamos muy lejos del país de las maravillas. La caída fue realmente brutal. Se hizo daño. Las paredes de la cueva en la que se precipitó son de barro frío, viscosas y, en la oscuridad, siente que se esconde un monstruo al cual tendrá que enfrentar. “La araña gigante (...), yo le he clavado el cuchillo en la panza. ¿Ya te ha ocurrido hundir un cuchillo en la panza de una araña? Y bueno, así es”. El narrador del cuento que da título a la antología de Andrés Caicedo, El atravesado, es un muchacho de 13 o 14 años, un “gadjo”, que relata con un estilo entrecortado su permanente rebelión. Se le acompaña a través de su adolescencia dolorosa a partir de la cual comprendemos rápidamente que no terminará nunca. ¿Qué ha pasado en el recodo de una de sus aventuras en una colina todavía un poco salvaje desde la cual se tiene un panorama de la ciudad? ¿Ha soñado esta historia? ¿La ha inventado? ¿Y por qué? Hace mucho tiempo que no existe ninguna frontera. Todo es un juego extraño y la realidad, cruel.
Estamos en Cali, en el suroeste de Colombia, a principios de los años 1970. Cali, la capital de la salsa donde se aprende a bailar, al parecer, incluso antes de empezar a caminar. Una ciudad de mestizaje, de efervescencia cultural, de fiestas hasta el amanecer, de la juventud, de las manifestaciones estudiantiles y de la violencia de las bandas. Se llaman los “Rojos”, los “Humo en los ojos”, los “Black Stars”, los “Anclas” y sobre todo la “Tropa Brava”. Los rudos, los malos, como los de la gallada, siempre en busca de las costillas de quienes se atreven a penetrar en su territorio. Reviven en la realidad “West Side Story” y “Rebelde sin causa”. Pero esto no es cine. Se pelea por cualquier motivo. Basta toparse con otra mirada, un gesto, una actitud. Eso se termina con golpes, sangre, revueltas. La policía interviene para dispersar a los salvajes. Sólo quedan los muertos en el sitio.

Sin relajamiento, sin pausa
Edgar, el jefe de la Tropa Brava, lo tomó bajo su ala al pequeño “gadjo”. Sin duda, debe pensar que se le parece, ¡porque nadie lo detiene en dar golpes a todos en la escuela! Un matón de patio de recreo. ¿Los más grandes, los más robustos? No le teme a nadie. Golpea, golpea. “Me gustaba golpear en los ojos, porque tenían los ojos morados de inmediato, y en la boca también”. Hay que hacerse respetar. El último que recibió una paliza hizo un comentario sobre su madre. Ella era viuda, estaban solos. Con ella, se siente tierno, tranquilo, contento de volver a encontrarla. Sólo era un paréntesis. Eso no podía durar. “Arranco los recuerdos como si fueran escorpiones que estaban en mi cara”.
"El atravesado" es un texto de un centenar de páginas, impresionantes, sin relajamiento, sin pausa. Una historia de corrida y huida hacia adelante. Es violento y lleno de ternura. Es triste como la muerte. Desesperado. La “rabia” es sólo la expresión de una angustia enorme. La de cambiar, la de envejecer, la de devenir diferente. Andrés Caicedo lo escribió a los veinte años. Se suicidó cinco años más tarde, en 1977, cuando apareció su novela, ¡Qué viva la música! (Editorial Belfond, 2012), un libro de la juventud quemada, testimonio de los conflictos entre generaciones. Hasta la publicación de esa obra, no era conocido en Francia. Sólo uno de sus dramas, El mar, fue traducido en 1998 por la Editorial Solitarios Intempestivos, con motivo de la exposición "Del mundo entero", organizado por el Teatro Gérard Philipe-Saint-Denis, en el suburbio parisino. No obstante, Caicedo es un autor admirado en Colombia. Un autor precoz (comenzó a escribir a los 15 años). Autor prolífico, también, ya que al lado de las novelas inacabadas, ha escrito poemarios, dramas, guiones, crítica de cine. Y una treintena de cuentos entre los que se encuentran los que forman parte de El atravesado.
Otros cinco cuentos se encuentran en el volumen. Por ejemplo, "Maternidad", relato aterrador y cínico de 1974 que Caicedo, antes de terminar ¡Qué viva la música! consideraba como el más logrado. Y también "Infección", uno de los primeros, escrito en 1966, donde en largos entre paréntesis, desarrolla las letanías de su odio de hombre joven hacia él mismo y al mundo entero. El conjunto tiene una belleza devastadora. Inquietante, negro y profundo. Atractivo. Como para dejarse sumergir.

acerca del autor
Andrés

Andrés Caicedo, Cali, (Colombia), 1951–1977. El escritor y crítico de cine pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal. Su obra es considerada como una de las más originales de la literatura colombiana. En 1970 ganó el I Concurso Literario de Cuento de Caracas con "Los dientes de caperucita". En su libro “¡Que viva la música!” asegura que vivir más de 25 años era una vergüenza, lo que fue la razón principal de su suicidio en 1977. Como su obra se inspira en la realidad social, algunos estudiosos lo consideran como alternativa a la literatura de Gabriel García Márquez. A pesar de su fama en Colombia, Caicedo es poco conocido en América Latina. Ha influenciado en las nuevas generaciones de escritores colombianos como Rafael Chaparro, Efraím Medina, Octavio Escobar Giraldo y Ricardo Abdahllah. Algunas de sus obras son “El silencio”, “Las curiosas conciencias”, “Infección”, “El fin de las vacaciones”, “Recibiendo al nuevo alumno”, “La piel del otro héroe”, “Por eso yo regreso a mi ciudad”, “¡Que viva la música!”, “El tiempo de la ciénaga”, “En las garras del crimen”, “Los imbéciles también son testigos”, “Los dientes de Caperucita”, “Maternidad” y “Besacalles”. Gran parte de su obra literaria fue traducida al francés, al italiano y al alemán.