Fricciones (1) fue el último de los cinco libros de poesía publicados por Saúl Yurkievich en la década del sesenta. Con este volumen, su poética de reactualización neovanguardista logra el más amplio ángulo de apertura perceptiva hacia el mundo real contemporáneo y la aplicación del más vasto registro lingüístico.
Ciruela la loculira (2) y Berenjenal y merodeo (3), los dos primeros libros suscitados por adhesión a credos de renovación neovanguardistas, aunque postulan y promueven: ampliación del lenguaje, diversidad formal y objetiva salida hacia la realidad inmediata y actual, lo hacen sin asumir una crítica sostenida y directa de la civilización moderna: sociedad tecnológica, dictaduras militares, socialismos burocráticos. Sólo de Fricciones es desgajable un definido conjunto de ideas propias a la visión crítica con que, a lo largo de los dos poemas que componen el libro, el mundo moderno con sus valores mercantilistas, su cultura de masas ideológicamente niveladora, su agresividad intensa y creciente, en la que se prevé la catástrofe inminente, es percibido y denunciado. La conciencia analítica que se radicaliza progresivamente hasta volverse vehemente conciencia sublevada, pensamiento político que señala y acusa la arbitrariedad, la injusticia, el sistema de dominación contemporáneo, pertenece a Fricciones.
Ligada a esta visión de reivindicación, de rechazo y denuncia,, está la de la rebelión de la palabra, común a los tres libros, que por ampliación de registros, por inclusión, por asunción de todo signo lingüístico, desde el trivial al prestigioso, se vuelve instrumento de liberación poética. Esta convergencia entre vanguardia política y avanzada literaria es uno de los objetivos centrales que su poética postula debido a que tal encuentro implica una doble impugnación: de los valores de la sociedad existente y de las estéticas hasta entonces en vigor.
Además de los textos, de corte manifestario, que acompañan a cada uno de los libros de esta época informándonos sobre las posiciones estéticas tomadas, Yurkievich ha multiplicado textos aclaratorios sobre su poesía y sobre la que emerge y se configura en la década del sesenta (4). En ellos señala a los poetas latinoamericanos que fueron activos actores de la transformación experimentada por la literatura; traza la historia de su generación, define las poéticas que la singularizaron, establece las afinidades entre las alejadas geográficamente y explica las razones generadoras de la poesía de un continente regido en todos sus puntos por una realidad social afín.
Hay en Yurkievich la preocupación por esclarecer el quehacer poético a través de lo teórico, por volver visible, a través del análisis, las leyes que lo conforman. En él no hay reparos por develar las modalidades de la poetización. No oculta, porque no considera el acto poético como la realización de un extraordinario poder insondable. Prefiere describir los mecanismos de organización, la manipulación técnica de los datos más inmediatos de lo social que indagar conceptualmente sobre el ilogicismo de la originalidad; noción provanguardista que no concuerda con las apetencias del poeta, que con conciencia percibe el mundo y aspira a su transformación radical.
Pero la reflexión sobre la poesía no es sólo una constante externa a su poïesis, a cada paso se integra, se imbrica, se entreteje, se confunde en el texto. En Fricciones la encontramos ficcionalizada desde el inicio del primer poema.
Fricciones es un libro compuesto por dos largos textos cuya separación responde al hecho de haber sido, cada uno elaborado en distintos momentos. El primero es pre-sesenta y ocho; es queja, rechazo, revuelta sin esperanza. La voz central es la de un rebelde aislado "entenebrecido por quebrantamiento" en un mundo en descomposición que amenaza con autoaniquilarse. El segundo, sobre todo la última parte, es sincrónico o ligeramente posterior a los sucesos estudiantiles de París en el 68. Hacer esta distinción es necesaria debido a que el tono de ciertas voces (el sujeto aquí es plural), como el modo forma asumido (al final del segundo poema se reactiva el ensamblaje por integración del graffiti) son significativos de cada momento. En el primer poema no se perciben «ni señas de nuevos mundos/banderas balones bengalas para calmar el corazón". Es constante el tono de una conciencia lúcida y dolida que, a menudo en el centro de la enunciación, siente cerrado el horizonte del futuro. En tanto que en el segundo se unen «los énfasis en séquito» y bajo la amenaza de catástrofe nuclear se siente, optimista, reconfortado el ánimo, que "ya viene el cortejo" de rebeldes, de lúcidos utópicos, de víctimas transgresoras, agitadoras, líricas, imaginativas, violentas, preanunciando un mundo de auténtica plenitud.
Fricciones, en el registro de la palabra crítica, es un alegato poético violento contra la barbarie intrínseca que promueve el proyecto de control omnímodo de la civilización tecnológica.
Este enfrentarse a un mundo opresivo que exige comportamientos de sumisión al sistema, de docilidad y entrega, hace del poeta, por su palabra contestataria, un sublevado que combate poéticamente, un prófugo que se busca, un insumiso en rebelión que arremte sin miramientos contra la ideología de la enajenación.
Tal acto subversivo no conlleva, sin embargo, apego partidista, conformidad ideológica, gesto dogmático, aunque se busque la inserción activa en una situación de insurrección generalizada. La suya es una crítica abierta, multiforme, cuya revuelta extrema va a reclamar coincidencia con el cambio estético: «cambiar las palabras no basta/ no basta cambiar las palabras». Esta exhortación lo adhiere a lo événementiel inmediato, a lo episódico y actual, rechazando sin ambigüedad, lo encontramos en el texto, la poesía que se aleja de la experiencia concreta del presente, de lo callejero, de lo coloquial, de las voces colectivas, de los deseos generales.
Para aprehender ese caótico acontecer de sucesos que es el mundo, se revalorizan todos los registros del lenguaje, se libera a la palabra de toda contención ético-esteticista, para que nos refiera el mundo que la conciencia crítica percibe.
Fricciones se abre a la "hemorragia de la palabra / trivial tribal", se libera de jerarquías léxicas, antropológicas o sintácticas que impiden el libre flujo de significantes, la proliferación de signos, la cascada de yuxtaposiciones tanto sonora como semántica que trasmita dinámicamente, el incesante y veloz, el heterogéneo y simultáneo suceder ambiental.
De entrada, en el libro, se impone la necesidad de reglamentar con conductas canalizadoras, los aflujos que incitan a poetizar.
Esa textura de principios, que Yurkievich asienta en los 14 primeros versos, no contrasta con la composición general del resto de los versos. Es tratado, ese esbozo metapoético inicial, con los mismos recursos de representación con que el universo social, en su diversidad será abordado.
Además de establecer, en la práctica, el modo de operar: discontinuidad y contraste de estilo y de tono, mezcla de registros léxicos y sintácticos, yuxtaposición de sonidos y sentidos, se asume la práctica del humor en su aspecto de crítica implícita, de acicate cáustico y distanciador:
estro regla menstruo
humor que carraspea
acidifica
hemorragia de la palabra
trivial tribal
El humor impedirá que la palabra se enrarezca de un peso semántico irracional, impedirá que se oscurezca, se subjetive, se personalice demasiado. La palabra tiene que ser la de todos, la ordinaria, la que brota fluida del surtidor de lo corriente; la palabra primordial es la social, el modelo ejemplar, el prototipo, la materia prima con que se figurará, por medio de la articulación collage —humor técnico, la realidad más extensa. Para ello, abolir toda mediación, liberar los impulsos del lenguaje, la intrínseca fuerza de atracción entre significantes: el juego aliterativo, fónico, rítmico creando trastocamientos, resonancias semánticas que ensanchen las posibilidades de la palabra. Todo el lenguaje para la realidad entera en su vital brotar de signos, entreverando tiempos y tamaños, trastocando la duración y el espacio que:
se estremecen se equivalen se confunden
por oquedades brechas abrimientos
entre ramificados pasadizos
amalgamadas las desembocaduras de la tierra y de la carne
El humor es el modo crítico indirecto, por medio del cual el rechazo evita toda tonalidad patética. A lo largo del libro el humor ácido, caricatural, paródico, encuentra en el comportamiento social del hombre medio y en las modalidades prototípicas del condicionamiento ideológico —informativos, propaganda, fórmulas estandarizadas de pretendidas verdades— su material propicio. Corrosivo, el humor trata igualmente a la publicidad y a su público, a los objetos de consumo propuestos como al deseo del consumidor conformista; al discurso persuasivo, promotor de estímulos y satisfacciones condicionadas y al que lo recibe crédulo, con sumisión. El humor vuelve patente el suministro del engaño —el amor y la felicidad al alcance del bolsillo medio— y la concomitante dócil aceptación. La admisión sin reparos deja al desnudo el fondo de carencia que la ilusión propuesta abre y que artificialmente «materialmente», ésta busca borrar.
En Fricciones, toda crítica, directa o indirecta, está dirigida a los mullidos métodos de opresión de la sociedad de consumo; opresión en las propuestas, en las promesas y en las soluciones porque manipulan la capacidad de comprender las contradicciones y las alternativas, debilitando al máximo la racionalidad de la protesta. Siempre, en este libro, el humor asume esa denuncia envolviendo el irracional poderío bélico creciente que amenaza la integridad física del mundo. Hay voces que se alzan, con humor, sarcástico, contra el abuso solapado, con la trivializada brutalidad del poder, su difuminada y creciente agresión centrada sobre el entendimiento y sus funciones elucidativas. Humor aquí, se asocia con lucidez y con visión abierta, rechazando de esta manera los encadenamientos en fluida continuidad del realismo verista; el acontecer del presente es simultáneo y para percibirlo, abarcarlo y figurarlo en su diversidad es preciso liberar de trabas al lenguaje.
A lo largo del libro se reafirma, en formulaciones rápidas, en cortos pasajes, en frases recortadas, puntuales, aisladas, ese imperativo de integración voraz, sin ordenación jerárquica, de todo lo disponible: «lo distinto distante manido furtivo». Hacer coincidir todo, acerca a lo semejante y a los contrarios, componer un texto de superposiciones veloces, del que surja la unidad como plural : el todo representado en una sucesión de heterogéneos fragmentos que no se anulan mutuamente sino que al entrechocarse inesperadamente, al friccionarse vertiginosamente, generan la chispa semántica transgresora, la abierta figuración multiforme de la visión simultaneísta.
En Fricciones, Yurkievich reconstituye lo real a partir de una mixtura de retazos de lenguaje que circulan en el universo social. Su visión poética figura con la segmentación. Aglomera consejos publicitarios, noticias sensacionalistas, vaticinios anodinos, canciones, previsiones del horóscopo con máximas rotundas, con juicios políticos, críticas, quejas, repudios. Mezcla a menudo poética, política y erótica, el tono cotidiano con la profecía apocalíptica, la amenaza con la atribulada confesión, el humor con el dolor, la «espinosa maraña» con un ritmo de sonoridades gozosas. No falta, como tema de preocupación estética, contrastando con la materialidad del mundo, la alteridad significante, lo otro inaprehensible que aguijonea al deseo de decir:
cómo decir aquello
aquello que fue y borróse
hasta desaparecer
y lo que es y se deshace
hasta desaparecer
y lo que pudo haber sido
aquello que será que no aparece
volverlo palabra
cómo
por la palabra devolverlo
un repentino resplandor deslumbra
destellos pasan
por el espejo pasan y repasan
sin poderlos atrapar
La de Fricciones es una "conciencia discontinua momentánea" que asume "letra viva y letra muerta", toda la extensión del lenguaje, debido a que se mueve entre "lo disímil y lo unívoco", toda la extensión de lo real, del mundo cuya vacuidad es tal, bajo "todas las formas de agresión" que el "acto", justificador y justiciero, debe acompañar a la palabra "para calmar el corazón".
Continuando y ampliando el "casual aglutinarse", de códigos colectivos, el "caprichoso aglomerado" crítico de la palabra típica en el segundo poema, el rechazo con que se repudia y resiste la violencia de la sociedad opulenta, va a buscar apoyo y respuesta en el "acto" político.
Este es compromiso con la realidad más apremiante, con el conflictivo acontecer social del momento. El poeta «no puede seguir divagando», tiene que mezclarse en la lucha por los cambios regeneradores, tiene que participar, confundirse, comulgar con todos los actores de la agitación que se avecina. La realidad en crisis confronta al poeta con el compromiso, aquí y ahora, y lo insta a intervenir con una «poesía de denuncia "puesto que" a todos nos concierne» el destino de la comunidad. El poeta estimulado y apremiado por el estado de cosas se revela contra el depreciado orden simbólico con que se representa el mundo: contra la lengua usada, manipulada, reificada por la ideología, condicionada a la dominación. La suya tiene que ser «una palabra a contrapelo de la lengua / concreción del instante en movimiento / por la totalidad de lo experimentado».
Esta poética política no puede acordarse con la voz de un sujeto, sólo emisor, volcado hacia su interioridad substancial, entrañable, es la ostensible realidad, la diversidad empírica, la de los otros y la del poeta, entreverada, sin concertación convencional.
Al extrovertirse la percepción y situar la procedencia de las incitaciones en la arremolinada realidad contemporánea no hay lugar para un solo sujeto protagónico, replegado sobre los avatares de su subjetividd. Retomando el verso de Rimbaud, Yurkievich escribe :
yo es otro
que nada quede fuera
idea sensación
pena que vas cavilación que viene
quejumbres melopea
limo linfa fécula
El poema es el espacio en el que se concierta toda la gama de voces de la cacofonía externa, voces entremezcladas en una profusa y tumultuosa diversidad, en la que no falta ni el lenguaje emitiéndose sin sujeto, ni la alteridad de éste, el «otro», pujando por emerger. Entre el sinnúmero de voces que componen los dos textos está (inventariamos en desorden), la voz de los que proclaman la «inalienable / libertad de poseer y despojar», «la de invadir y aniquilar». La voz de «los hijos del día los hijos de la noche», los que ignoran y los que se saben atrapados «en el tiempo de la muerte súbita», la voz de la oferta y la voz de la demanda, la voz de la azafata, del hombre del tiempo, del farmacéutico; la voz de la morocha «cariñosa sana y elegante» deseando "conocer a un señor / de buena posición económica". La voz de la estadística, la de la historia de la barbarie reciente (campos de concentración, Hiroshima, Vietnam). La voz del presentador del circo y la del cantante. La voz del recuerdo y la voz del rechazo contra tantas otras voces de la dominación; la voz de la esperanza, la voz anónima de los graffiti y la del cómputo dramático «en caso de ataque atómico», entremezclada a la voz que constata que "la belleza / se atasca / sin poderla balbucir (...) como cucaracha tumbada patalea (...) no puede pararse no puede volar (...) no puede abrir la puerta / para ir a jugar».
La situación del mundo es tal que lo poético no puede confundirse con efusiones líricas, con sentimentales desbordes, con arranques de confesión. El sondeo en lo propio, el hurgamiento ensimismado en la intimidad personal, la caída introspectiva reduce la información, abarca sólo lo singular, pueriles secretos, ante la realidad colectiva en un momento histórico, considerado como de inminente mutación.
A este propósito el poeta se proyecta y dice:
nos juntaremos todos
en el gran monopatín
a devolvernos lo perdido
(no hay mal que dure
cien anocheceres)
se encenderán los neones volanderos
nos dorarán
los luminosos pólipos
nos pasearemos
por las calles de bulla y relumbro
y seremos por fin convidados
POR FIN
Pero para no quedar excluído es preciso abandonar las «sutilezas personales / basta de confesión», empuñar el sentido, dice en alguna parte, percutir en el blanco, ir hacia lo común.
Hay en esta actitud de decir «algo más contundente» una petición de principios que señala un conglomerado de urgencias y que al mismo tiempo engloba un rechazo crítico dirigido a las estéticas idealistas.
Hemos dicho que Fricciones , desde los primeros versos, se construye generado por una poética contestaria y que a medida que avanzamos en el texto constatamos su radicalización. En las primeras páginas del segundo poema, en una acometida irónica, señala explícitamente el escapismo de las estéticas puristas, delata el eclipse desertor de los hacedores de la «todopoderosa poesía», demasiado sensibles a las crudezas de las contingencias externas, a la profusión caótica de sonidos callejeros, a «la inclemencia del hierro» y a «la aspereza del cemento». En estos versos reprobatorios se erige contra la poesía de la intemporalidad y de lo inefable, la de las fabulaciones oníricas, la que favorece, irracionalmente, el insconciente, el despegue surrealista, las fantasías míticas, el origen imperfectible, la quietud ancestral. Se rechaza la que atribuye poderes excepcionales a sus «vates y timoneles» («la poesía será hecha por todos / la poesía se forma en la boca / la poesía está por todas partes»). Contra aquella poesía trascendentalista, nostálgica, evasiva, quimérica, en la que se encuentra la que se retrae hacia lo autóctono, la del telurismo sacralizador anhelante del manantial que sosiegue, Yurkievich escribe :
DONDE ESTÁN
donde está la poderosoa poesía
donde están sus pararrayos
sus vates y timoneles
no pudieron soportar los bocinazos
abandonaron el asfalto
rodado y tórrido
para recuperar el manantial
buscaron la tierra desnuda
silencio descampado
buscaron techumbre de fronda
los sabores frutales
la sazón sosegada
el olor a cereal
Ya había escrito en los últimos versos del primer poema : «no son nuestros los placeres de la contemplación / moverse dejarse mecer / oír oler gustar tocar gritar». Una poesía ciudadana y materialista es la que en Fricciones se defiende: «adiós a dios», la verdad está en lo real, de él surgirá el deseo común que nos congregue, lo que excita y lo que incita a que lo reelaboremos, a que lo reajustemos, por transgresión clarividente, a nuestro más pleno y justo deseo, a que lo arranquemos de sus moldes opresores, al responder a los reclamos de la multitudinaria y anónima esperanza ascendente.
Para señalar sólo algunas de las pautas específicas de un libro como Fricciones, vinculado estructural e ideológicamente a las estéticas y a las circunstancias sociopolíticas del momento —Fricciones tiene veinte años— hemos remedado libremente la caprichosa movilidad de su visión.
Sin hacer uso de montajes hemos avanzado a saltos arbitrarios, cambiando de marco crítico y de foco perceptivo cada vez que fuimos solicitados por composiciones contrastantes, multiformes, por formulaciones superpuestas. Cultivando un simplificado impresionismo que nos impidió asentarnos en «profundas» consideraciones, buscamos lo diverso y lo disperso y practicamos un tímido entrevero exegético, para comunicar sin duda insuficientemente (ir al poema), su estallido dinámico, su «lluvia de palabras».
1. Primera edición: 1969, Siglo XXI, México.
2. Ciruela la loculira, Ed. del Asterisco, La Plata, 1965.
3. Berenjenal y merodeo. Ed. del Asterisco, La Plata, 1965.
4. Véanse artículos sobre el tema en sus libros: Poesía hispano-americana, Siglo XXI, 1era. ed. 1972, 2da. ed. 1976, La confabulación con la palabra, Taurus, Madrid, 1978, y A través de la trama, Muchnik, Barcelona, 1984.
Saúl Yurkievich (La Plata, Argentina, 1931 - Aviñón, Francia, 2005). Poeta, prosista, ensayista, colaboró con numerosas publicaciones. Residió en París desde 1966, amigo de Julio Cortázar. Practicó alternativamente la creación y la crítica literarias. Ambas actividades eran para él complementarias, caras de una misma moneda, dos tratamientos igualmente creativos de la palabra que imagina o dilucida mundos. Catedrático de la Universidad de París, enseñó en diversas universidades norteamericanas y europeas. Publicó en francés y en español quince poemarios, entre los cuales, "Envers" (Seghers, 1980), "Embuscades" (Fourbis, 1996), "Résonances" (1998) y "Le simulacre des absents" (Fata Morgana, 2004) algunos de los cuales han sido traducidos a otros idiomas.