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Literatura
2 8 2017
Los cincuenta años de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez

A esta novela única, inimitable, se le ha cuadriculado dentro del realismo mágico
(González Vigil).

A lo largo de mi existencia no he presenciado un mayor fenómeno de éxito literario simultáneamente en todos los aspectos (ventas, premios, elogios de críticos competentes y grandes escritores, traducciones, análisis pormenorizados de su asombrosa genialidad, inmediata incorporación al canon de los clásicos estudiados en colegios y universidades, en fin) que la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
Incluso antes de su publicación en 1967, los lectores que habían tenido el privilegio de conocerla mientras era compuesta o que degustaron los capítulos adelantados en Mundo Nuevo (París) y Amaru (Lima), ya la consideraban una obra mayor.
Auténtico “boom” dentro del “boom” de la novela hispanoamericana, ha encabezado todas las encuestas realizadas sobre la mejor novela en español del siglo XX. Figura también en recuentos mundiales, verbigracia en el panorama publicado por la revista estadounidense Time.

LA CARETA DEL REALISMO MÁGICO

El problema es que a esta novela única, inimitable en sus frases solares y gracia expresiva por aquellos que la copian con resultados penosamente superficiales (como ocurre con tantos calcos de los estilos únicos de Vallejo o Borges), se le ha cuadriculado dentro del realismo mágico. Se la culpa de la imaginería ornamental y exotista, esquemáticamente identificada con el pueblo enfrentado a la dominación capitalista, de Manuel Scorza, Isabel Allende, Ángeles Mastretta y Laura Esquivel.
El logro de la poderosa imaginación y honda sensibilidad poética de García Márquez (al recibir el premio Nobel en 1982, habló de sus narraciones como poemas) es una síntesis prodigiosa (sin que el lector corriente perciba la complejidad técnica de sus recursos literarios, gracias a una “facilidad” verbal que lo asemeja a Cervantes y Tolstoi) entre la base realista de Cien años de soledad (su familia, sus amistades y la historia de Colombia y América), las creencias realmaravillosas (presentes en los indios y los negros de su maestro Faulkner, también en su admirado Rulfo) y la ruptura de todo realismo (incluyendo el realmaravilloso) a cargo del relato insólito (Kafka) y la literatura fantástica (hace continuas alusiones a Borges). Todo ello con un humor de raíces populares (ahí el magisterio de Rabelais) y comunión con la tradición oral (Arguedas lo comparó con la narradora quechua Carmen Taripha).

INFLUENCIA UNIVERSAL

Mencionemos a algunos de los grandes escritores que han asimilado lecciones de Cien años de soledad, y han plasmado obras maestras incorporándolas a su propio universo creador sin sujetarse a las fórmulas del llamado “realismo mágico”: los argentinos Manuel Mujica Láinez (De milagros y melancolías, 1968) y Tomás Eloy Martínez (Santa Evita, 1995), y el chileno José Donoso (Casa de campo, 1978). Entre los peruanos, además de Miguel Gutiérrez (La violencia del tiempo, 1991) y Gregorio Martínez (el Coyungo de sus libros), el mismísimo Mario Vargas Llosa, quien, luego de su formidable ensayo Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971), abandonó su resistencia sartreana al humor (Pantaleón y las visitadoras (1973) y el melodrama (La tía Julia y el escribidor, 1977), y ahondó en las creencias realmaravillosas (La guerra del fin del mundo, 1981, y El hablador, 1987).
Fuera del ámbito del español: la premio Nobel afronorteamericana Toni Morrison, el premio Nobel turco Ohran Pamuk, el premio Nobel chino Mo Yan, el irreverente indio Salman Rushdie y el fabulador japonés Haruki Murakami, entre otros.
En general, García Márquez encarna la afirmación de las raíces culturales no occidentales, en diálogo enriquecedor con la cultura occidental. Cuestión central de nuestra época.

acerca del autor
Gabriel

Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1928 — México D.F., 2014) Afincado desde muy joven Bogotá, García Márquez estudió derecho y periodismo en la universidad Nacional e inició sus primeras colaboraciones periodísticas en el diario El Espectador. A los 27 años, publicó su primera novela, “La hojarasca”, en la que ya apuntaba los rasgos más característicos de su obra. Tras la publicación de “El coronel no tiene quien le escriba” (1961) y “Los Funerales de la mama grande” (1962), fue galardonado en 1965 con el Premio Nacional de Colombia. Dos años después, García Márquez consiguió que la Editorial Sudamericana de Buenos Aires le publicase “Cien años de soledad” (1967), su obra maestra y una de las novelas más importantes de la literatura universal del siglo XX. Tras una temporada en París, en 1969 se instaló en Barcelona, donde entabló amistad con intelectuales españoles, como Carlos Barral, y peruanos, como Mario Vargas Llosa. Su residencia barcelonesa fue decisiva para el lanzamiento del boom de la literatura hispanoamericana, del que fue uno de sus mayores representantes. En 1972, García Márquez obtuvo el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y pocos años más tarde regresó a América Latina para residir alternativamente en Cartagena de Indias y Ciudad de México. Publicó “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada” (1972), “El Otoño del patriarca” (1975) y “Crónica de una muerte anunciada” (1981). Su prestigio literario, le valió en 1982 el Premio Nobel de Literatura. Luego fueron editadas sus novelas, “El amor en los tiempos del cólera” (1985), “Del amor y otros demonios” (1994), “Doce cuentos peregrinos” (1992), su autobiografía “Vivir para contarla” (2002) y su última novela “Memoria de mis putas tristes” (2004). En cine intervino en la redacción de numerosos guiones, a veces adaptaciones de sus propias obras. Falleció en la ciudad de México en 2014.