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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Número Especial
1 9 2002
"Orinando en los basurales" por Juan Cristóbal
Juan Ojeda, ese gran poeta peruano, muerto una noche del 11 de noviembre de 1974 atropellado por un auto (que se dio a la fuga), en la cuadra 23 de la avenida Arequipa, cumplió el 27 marzo de este año 53 años. Estas líneas no pretenden ser un homenaje a un ser que estaba "lleno de mundo", sino recordar simplemente cómo fue nuestro primer encuentro, que se prolongó evocadoramente hasta el momento de su desaparición. Era 1962. Yo vivía por la cuadra 11 de la avenida Venezuela y a unas tres cuadras, detrás de la Iglesia de los Desamparados, vivía Carlitos Tincopa: menudo antropólogo de un corazón immenso, cantador de huainos de Puquio y tocador milagroso de guitarras, a quien le encantaba reunir, todos los viernes en la noche, en su pequeña y modesta casa de esteras, a algunos amigos quienes no solamente hablábamos de poesía y niñas, sino también de la vida difícil de entonces. Un viernes no pude ir a la reunión, cuando a eso de las 9 de la noche me cayó todo emocionado Tincopa: "Ven, no puedes quedarte en casa, tienes que conocer a un verdadero poeta". Sus ojitos se movían como locas lagartijas. Accedí no sin antes advertirle sobre la cortedad del tiempo que tenía. Por lo que enrumbamos prestamente a su casa. Al llegar a la iglesia, donde al costado había un gran basural, vi una figura sombría orinando con toda elegancia. Mano el bolsillo, su mirada no se apartaba de los escombros. "Es él", me dijo Tincopa. Se acercó y topándole suavemente los hombros le dijo: "Este es Juan Cristóbal". La figura no se movió. Terminó mansamente de orinar y se acercó lentamente hacia nosotros. Estiró la mano y movió lentamente los labios: supuse que había dicho su nombre. Entramos a la casa. Tomamos unos tragos. Tincopa tocó la guitarra. Juan no apartaba la vista del aire. Cuando hablaba, al comienzo, decía, sí o no, o simplemente movía la cabeza. Entusiasmado por los piscos, Ojeda comenzó a hablar, ahora sí, con una voz poco conocida, pero con la misma mirada en el aire. Nos quedamos cantando hasta el día siguiente. El tiempo ya no importó. Ojeda tenía una madura reflexión sobre la poesía, a pesar de sus 18 años. Nos esbozó planes realmente importantes. Para mí, esa noche, más que conocer sus inquietudes literarias, fue descubrir su honestidad frente a la vida. Jamás podré olvidar a Juan sin ese gesto de orgullo y soberbia, pero a la vez de humildad y descubrimiento, cuando orinaba en los basurales. Pues me parece que ésa fue siempre la actitud de Juan frente al mundo, frente a la realidad viva y literaria de su patria. Sus viajes, sus desapariciones temporales, sus prisiones, su soledad, su deseo de hacer en verso "El Capital", su salvaje vitalidad, fue siempre el mismo camino: de hurgar y de hacer un mundo propio a partir del hombre y de las raíces más profundas del mundo. Tal vez por ello, en mayo de 1963, junto con Ricardo Ráez, Andrés Clud, Hildebrando Pérez Grande, Carlos Tincopa y el que escribe estas líneas, se animó a fundar esa memorable revista en San Marcos, "Piélago", que fue, como él deseaba, un elogio permanente a los navegantes. La República, 10/01/98.
acerca del autor
Juan

* Juan Cristóbal nació en Lima en 1941. Estudios secundarios en Chosica, ciudad cercana a la capital peruana y en la Universidad de San Marcos. Fue periodista en los suplementos culturales de los principales diarios peruanos. Actualmente es profesor de periodismo y de literatura en diversas universidades de Lima. Ganó el Premio Nacional de Poesía en 1971, los Juegos Florales de San Marcos en 1973 y otros. Publicó varios poemarios, libros de cuento y prosa testimonial.