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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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157
Número Especial
17 5 2018
Conversación con Kenneth White por Héctor Loaiza

Héctor Loaiza: Después de haberte conocido me sorprendió bastante la manera como defiendes tu "territorio". Ya que no te dejas "invadir" por los acontecimientos, por las personas y por todo aquello que viene del mundo exterior. ¿Por qué?
Kenneth White: Tengo necesidad de mantener mis distancias, con el fin de encontrar un sitio, un espacio en el que pueda concentrarme para evitar la dispersión, la trivialidad de la sociedad en general. No en el sentido de guardar un secreto, pero sí de aislarme, de instalarme en un lugar secreto con el fin de meditar y concentrar toda la energía. He realizado siempre un vaivén entre lo público y lo privado para evitar justamente la superficialidad y llegar a la profundidad. Tengo necesidad de un lugar, como puede ser este apartamento, que está aislado de la vida pública y literaria francesa. Podría residir en París, pero no quiero vivir allá, ya que he preferido vivir en una ciudad del suroeste y en el interior de mi apartamento. Mi concepción de la vida me obliga a guardar mis distancias, lo que no impide la amistad verdadera o el hecho de que pueda contar con auténticos amigos. Me gusta mucho una frase de Stolo: "Los verdaderos amigos deberían encontrarse solamente una vez por año".

—¿Siempre fuiste así?
—Digamos sólo en el sentido de la necesidad de la soledad, del espacio, de la fuente en donde beber. Pasé toda mi infancia en un pueblito de Escocia, en el que yo hacía la diferencia entre la vida pública, social, en la que yo participaba porque nunca fui un alienado y la vida en el hinterland, adonde iba solo y en el que practicaba una especie de religión que me pertenecía.

—En tu infancia y tu adolescencia leíste muchos textos sobre los esquimales, por cuyo tema te apasionaste. Se dice también que practicaste chamanismo cuando eras niño. ¿En qué consistía esta experiencia?
—Mi lugar predilecto era unos 5 km2 en la costa oeste de Escocia. Mi primer texto que fue dado al público era un estudio arqueológico de ese territorio. Cuando tuve que profundizar esa investigación, la primera capa que encontré fue la cultura celta. Y yendo más lejos aún, me di cuenta de que la cultura celta ha tomado los mitos del mundo hiperbóreo del norte. De ahí mi interés por los estudios sobre los esquimales, sobre los habitantes de Siberia, etc. El chamanismo que practiqué era un chamanismo "salvaje"; consistía en esa práctica un poco "religiosa" de la que he hablado. Quizás no sea "religioso" en el sentido profundo de la palabra, ya que evito utilizarla como tantas otras. La práctica consistía en lo siguiente: detrás de mi pueblito había una roca grande y al lado un sendero. Para subir hasta allí, había que bordear la roca y en la parte alta, a ambos lados del sendero, muchos árboles. Subía pues por ese sendero y en la parte más alta había un cercado. Recuerdo que en una ranura de uno de los palos, metía un pedazo de cuarzo blanco. Me parece que el niño reinventa la religión. Me concentraba en el cuarzo contando hasta dieciséis. Enseguida me sentía de una cierta manera capaz de introducirme en dicho territorio.

—Considero que tú eres un poeta y un escritor único porque eres uno de los pocos a identificarse franca y abiertamente con tu celtitud.
—Desde el punto de vista del Ser, nunca diría: soy esto, soy aquello. Por ejemplo no me atrevería a decir que soy celta. Por supuesto que lo soy, pero lo dejo en lo indefinido. No llevo pues una banderola en la que está inscrita mi celtitud. Siento horror por todo eso, ya que trato de salir de todos esos "ghettos". Nací por azar, sin lugar a dudas, en esa costa oeste de Escocia y si profundizo un poco, no puedo escapar de ese hecho. Muy temprano me interesé en ciertos pensadores celtas. De todas maneras es el pensamiento celta el que me interesa y no la celtitud. Me parece que dicho pensamiento contiene un naturalismo cuya noción se ha perdido hace mucho tiempo en Occidente, tal vez 2000 años atrás. Después que Sócrates nos separó del mundo, después que se comenzó a pensar sobre el mundo, se ha perdido todo contacto con él. Por consiguiente, lo que me interesa en la celtitud es cierto naturalismo.

—En ese sentido creo que llegamos a tocar la dimensión pagana en tu encaminamiento.
—Sí. Fuera de todas las connotaciones superficiales. Se podría encontrar el nacimiento de un pensamiento social occidental en la ciudadela griega, en el inicio de la policía y era justamente rechazando los pagais, las gentes que se encontraban afuera. Si reivindico un cierto paganismo, es para señalar que la ciudad no puede vivir sola, que tiene necesidad del hinterland, del territorio que se ha desdeñado a causa del pensamiento político. Cuando uno estudia las fuentes y el origen de los celtas, uno de da cuenta que provienen de muy lejos. Nací celta en las costas de Escocia, lo que me permite proyectarme al Cáucaso y mucho más allá todavía, a China y a India.

—Me parece que "Los Signos del Mundo Blanco" es un texto clave en tu obra, porque define toda tu búsqueda. ¿Qué es ese aspecto hiperbóreo al cual tú te identificas?
—Cuando profundicé en la cultura celta, me di cuenta que una de las nociones claves de su mitología, era justamente la idea de un Mundo Blanco en el que la vida esté más concentrada, sea más densa y más intensa. Luego constaté que la cultura celta dependía en gran parte de la cultura hiperbórea, que va de la América del Norte hasta el norte de Japón, pasando por Siberia. El Mundo Blanco tiene un sentido geográfico. mitológico y ontológico. Es el mismo espacio que está delante nuestro, en el que no hay más definiciones, ya que se busca o se trata de decir algo. Se vive el mismo problema de la Física moderna. Vemos eso en nuestras mentalidades: hablar de un espacio que se descubre hoy, en el que los viejos conceptos, las palabras usadas no sirven. Lo que significa una noción diferente de la identidad, otra noción de estar en el mundo. Algunas veces utilizo rápidamente palabras como celtitud, paganismo; sin embargo, trato de usar palabras más sutiles.

—En tus relatos se comprueba una especie de goce vital, lo que me hace pensar en un budismo tántrico aplicado a la vida cotidiana.
—Pienso que el goce físico, el goce de los sentidos son absolutamente necesarios. Sentidos y energías son la base. Me gusta mucho la frase que cito en el comienzo de "El rostro del viento fiel Este": "A quien no goza intensamente de los mundos sensibles, ¿para qué comunicarle el conocimiento perfecto?" Goce, conocimiento, existencia y pensamiento están íntimamente ligados.

—Has escrito: "Podría ser que (podemos ser lúcidos sin desempeñar el rol de Casandras) en un futuro no muy lejano, a menos de una transformación radical de la civilización, la única pregunta, la única búsqueda, será la de la supervivencia pura y simple". ¿Qué podrías agregar a frase?
—Fue cuando veía la posibilidad de un apocalipsis, pero eso no me traumatiza mucho. No pienso en términos de supervivencia, pero sí de vivir más o menos plenamente. No me gusta escribir sobre carencia, la ausencia, la muerte y la serenidad. ¡Sobre toda la dictadura francesa entorno al cáncer! Hay un "miserabilismo" que rechazo literalmente. Es necesario insistir sobre la posibilidad de la alegría, del goce. No soy optimista ni pesimista, algunas veces me divierto mucho diciendo que soy un pesimista activo. Pero soy muy lúcido en relación a la sociedad, más pesimista que optimista por supuesto. Me defino "posibilista", puesto que insisto mucho sobre la posibilidad.

—Me parece que das mucha importancia a la contemplación.
—Si insisto sobre la posibilidad de una vida en gran parte contemplativa, es para sentir las cosas, para verlas mejor, ya que en general uno se satisface con las etiquetas. Las palabras bastan y hasta reemplazan a la misma realidad. Una gran parte de la dictadura es eso: palabras, palabras y palabras. Trato de captar lo real y para eso hay que saber concentrarse. Hay que detenerse. Saber mirar con todos los sentidos y solamente mirar. A todo eso yo llamo vida sensible.

—"Sin embargo, cuando los sabios se alejaron de las agitaciones cotidianas continuaron creando incomparables valores humanos para el futuro". ¿Qué es lo que has querido decir?
—Quien se mantiene aparentemente alejado de la sociedad está ayudando mucho más a los demás que quien no se ha dotado de un espacio o no dispone de tiempo como para profundizar sobre su propia existencia. Desde un punto de vista del Bien, superficial, soy de cierta manera un gran egoísta, utilizando un vocabulario trivial. Es el egoísta, que al profundizar en su propia vida, finalmente hace el bien a los demás.

—Del mismo modo que tú consideras que la obra de Segalen gira en torno a la búsqueda del centro. ¿Se podría decir que tú estás guiado por esta especie de búsqueda del Mundo Blanco?
—Sí. Ese Mundo Blanco, considerado en este instante como estando en todas partes, en el que se penetra en una experiencia, en un espacio físico y mental incandescente, sabiendo que esta última palabra viene de candidous que significa blanco.

—Por el hecho mismo que tú has escrito un ensayo sobre Segalen, parece como si este autor hubiera tenido una gran importancia en tu búsqueda intelectual.
—Sí. Porque hay un gran parecido entre él y yo. Es un celta que va al Oriente y eso es como si su cabeza estuviera preparada de antemano por su mentalidad arcaica. Su manera de abordar el Oriente es bastante interesante, porque va más allá de una simple conversión o de una pasión pasajera simplemente adolescente. En Segalen hay justamente penetración. Y como en mi caso, la religión no me interesa en absoluto, no me he convertido a nada. El budismo Zen para mí es una limpieza, un desembarazamiento de todo lo que me estorba.

—Oriente y Occidente son dos categorías que han sido superadas por los acontecimientos del mundo. Estamos muy próximos a una especie de pensamiento planetario en el que se tenga en cuenta el Sur y el Norte. Lo que significaría el surgimiento de nuevas coordenadas, nuevos polos culturales. ¿Qué es lo que ha encontrado el Occidente en su interés por el Oriente?
—La curiosidad empieza aproximadamente a fines del siglo XVIII, con los románticos que se sentían bastante incómodos en la civilización occidental. En primer lugar, se comenzaron a traducir ciertos textos que les interesaron profundamente. Desde un punto de vista geográfico-cultural, el Occidente se interesó en el Oriente por oposición. Hay una especie de magnetismo, lo mismo que el Norte se interesa por el Sur y el Sur por el Norte. La profunda razón es que el Occidente ha desarrollado el pensamiento social e Histórico, mientras que el Oriente ha insistido más en un pensamiento suprapersonal. Comenzamos a darnos cuenta hoy de ciertas lagunas del pensamiento occidental, a pesar de sus éxitos, de sus carencias. Y es por eso que se puede completar con los pensamientos venidos del Oriente, un cierto taoísmo, un cierto Zen y el Yoga. Y no solamente un marginal, un poeta buscador o un nómada intelectual pueden adoptarlos, sino más que todo los físicos occidentales modernos realizan la misma búsqueda.

—Me parece que eso puede ser contradictorio, porque el fenómeno de la fascinación hacia el otro, te impide verte a ti mismo.
—Creo que nunca tuve la fascinación del otro. Cuando descubrí por primera vez los textos orientales, tuve la impresión de descubrirme por el contrario. Como si me desembarazara de toda una serie de capas de pensamientos que eran alienantes para mí. Tuve la convicción de encontrarme conmigo mismo.

—En toda tu obra se ve la reivindicación del lugar donde has nacido, de tu celtitud, de la búsqueda del Mundo Blanco... Ya se verifica un germen de la asimilación del Oriente, una especie de síntesis dinámica entre el Occidente y el Oriente.
—Hay que comenzar "ahí donde uno se encuentra y, profundizando sus raíces, uno se da cuenta que éstas van lejos. Trato de explorar el Oriente y el Occidente, porque mi fascinación por el Oriente no excluye mi búsqueda occidental. Y de la misma manera el Norte y el Sur. Por ejemplo, soy un tipo del Norte que vive en el Sur. Por supuesto, ya hay conciencia planetaria; pero que no se haga demasiado rápido, porque sino vamos a llegar a un menjurje cosmopolita. Lo que me interesa son los bolsones de pensamiento, los sitios muy concentrados y al mismo tiempo dispersos, aquí y allá.

—En "El rostro del viento del Este" tú abordas el placer, el goce dentro de sus verdaderos límites y posibilidades, que está tan lejos de esa sensibilidad ideológica impregnada de moralismo y de insipidez.
—Tú te refieres a las figuras femeninas de mi libro. Es así que en mi vía puedo encontrar esas figuras femeninas, mientras que en la construcción filosófica no las hay. Pienso en una frase de Nietzsche: "Cuando 1a idea deviene muy fina, se transforma en mujer". Es decir que la idea se reencarna. No hay ninguna separación entre la existencia y la inteligencia.

—Me ha llamado mucho la atención la cita de Segalen en relación al primer misionero que penetró en Lassa, en el Tíbet: "Se dice que de un paso virgen y magistral, violó la antigua fortaleza". Veo allí una actitud bastante viril, la del hombre que ha osado, la de quien habiéndose desembarazado de sus ataduras, va más allá de los límites. De una cierta manera, es un "conquistador" en el sentido de lo individual.
—La dificultad de utilizar esa palabra, "conquistador" ha sido provocada por los que prefieren que cada uno de nosotros se quede en su hueco, que cada uno cincele su joyita. Mientras que yo tengo una actitud de "conquistador", un cierto espíritu propagandista, evangelista y afirmativo. Una actitud parecida se encuentra en la obra de Camus, en la que hay una afirmación y uno la siente también en Nietzsche. Es el hecho de decirse uno mismo que no hay que esperar todo de la sociedad, ni de la civilización. Que es necesario hacerlo solo, osar salir para buscar. Eso es lo que he hecho.

—Creo que tu apellido define muy bien tu vida y tu búsqueda. Del mismo modo que Lumière (Luz) en Francia, fue un apellido predestinado, ya que los hermanos Lumière fueron los inventores del cine. Tu apellido me hace pensar en el color blanco y en los druidas.
—Se les imagina con las "ilustraciones de Épinal", con la visión que dieron los romanos: unos tipos vestidos con togas blancas. Mientras que es bastante cierto que los druidas eran chamanes. Tengo descripciones en libros celtas que son antiquísimos y en los que se describe a los druidas llevando una capa de plumas, como en América o en Siberia. Por lo demás se ha fabulado mucho sobre el sentido de dicha palabra, ya que etimológicamente quiere decir "quien posee una poderosa visión", "quien ve a través de las cosas". Además tenían prácticas muy interesantes de meditación. Cierta técnica como la de estar en la oscuridad con una piedra sobre el vientre, una práctica bastante curiosa. Y otra que era una especie de yoga ambulante, caminar en todos los sentidos sobre una playa y que era una especie de meditación.

—Quisiera que me hablaras sobre tu manera de trabajar.
—No espero la inspiración, trabajo mucho en todos los dominios. Me gusta la frase cuyo autor he olvidado: "El genio es un 90% de transpiración y un 10% de inspiración". Sin embargo, trabajo en el goce; para mí, escribir no es penoso y busco en todas las disciplinas. Por ejemplo, ahora estoy trabajando un largo poema sobre la costa oeste de Escocia y eso exige mucha investigación. Quisiera que un geólogo al leerlo diga: "¡Vaya! ¡No dice idioteces!" Que un botanista exclame: "¡Ah, sí, es justo lo que dice!" Que todo sea exacto. La poesía para mí, no se encuentra alejada del conocimiento, va mucho más allá aún. Hay una exigencia, un rigor y una elasticidad. Puesto que pienso en términos de saber alegre, de goce. Tengo mucho horror de ver que un tipo se ha vuelto pesado a causa de la acumulación de conocimientos. No ha comprendido nada.

—¿De allí provienen tus dificultades con los universitarios franceses?
—No tengo problemas con los universitarios, sino que me parecen la mayor parte del tiempo pesados, lentos y superficiales. El pensamiento esquemático en Francia es bastante fuerte, porque aquí ha habido normalización. Como las estructuras francesas son tan poderosas, los esquemas se han transformado en bloqueos intelectuales. Me gusta mucho Francia por otros motivos, porque hay una atmósfera de inteligencia general, una efervescencia.

—Un escritor español me dijo: "En Francia, son siempre los artistas o los escritores extranjeros quienes saben captar el espíritu del lugar, y que después crean cosas increíbles". Se habla de Picasso, de Ionesco, de Beckett y de tantos otros que han dado prestigio a la cultura francesa.
—Me parece que las mejores cosas llegan cuando se produce el encuentro de una fuerza primitiva, bárbara, que viene de afuera, con una intelectualidad. Mientras que la más alta intelectualidad que da vueltas sobre ella misma no produce nada. Eso les conduce a la esterilidad. Pero cuando una fuerza pagana encuentra una ciudadela de la cultura, allí pueden pasar cosas interesantes. Sucede lo mismo con el choque de dos culturas, las cosas ocurren siempre en la línea de las dos fuerzas contrarias. Es por eso que me gustan mucho las riberas en las que se encuentran el mar y la tierra. También el hombre y la mujer, porque hay una línea eléctrica en la que los acontecimientos se suceden.

—En relación con el encuentro de culturas, sería interesante que conocieras América Latina: Venezuela, México y Perú.
—Quizás sean mis próximas etapas. Me gustaría mucho.

acerca del autor
Héctor

Nació en Cusco (Perú). Vivió en Buenos Aires de 1959 a 1962. Estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima. Sus cuentos fueron publicados en revistas literarias. Reside en Francia desde 1969. Publicó en francés “Le chemin des sorciers des Andes”, Robert Laffont, París, 1976, “Botero s’explique”, La Résonance, Pau (Francia) en 1997, “El camino de los brujos andinos” en Diana de México, 1998 y la novela “Diablos Azules”, Editorial Milla Batres, Lima, 2006. La edición francesa de la novela “Démons bleus à Cuzco”, Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2009. La reedición en español de "Diablos Azules" fue publicada por Éditions La Résonance, Pau (Francia), 2010. Acaba de publicar la voluminosa novela en francés “Le Nomade stellaire” (El Nómada Estelar), Éditions L’Harmattan, París, 2018. Desde 1976, es miembro de la Société des Gens de Lettres (SGDL) de París y de la Société Civile des Auteurs Multimédia (SCAM). Entre 1981 y 1999, ha colaborado en semanarios y revistas de París y en diarios latinoamericanos con artículos sobre literatura y arte. De 1998 al año 2000, fue director de la revista en francés Résonances que —a partir de enero de 2001— se convirtió en el website, Resonancias.org.