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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
4 7 2009
El oro negro y otros poemas por Porfirio Mamani Macedo

El oro negro

Quien busca el oro, siembra la muerte

Entre árboles y ríos muertos
suena humillada la voz del campesino,
del hombre que vivió,
olvidado entre ramas y ríos.

Quien busca el oro, busca la muerte

Suena la bala mortal
en el pecho del hombre y su miseria.
Herida está la selva
rodeando con su aliento
al cadáver del camino.

Quien busca el oro, siembra le muerte

Suena el río, rumoroso y duro:
es un llanto que lo empuja hacia el mar.
Suenan los árboles gastados de amargura:
son pájaros que aterrados buscan una pluma,
o se arrancan unas plumas
para curar la herida de un hombre
aquél que murió por defender sus nidos.

Quien busca el oro, busca la muerte.

Suenan los caminos
de charcos y de sangre ya cubiertos.
Y las entrañas de la tierra
mueven los ríos, las montañas y los mares.
Caen las hojas de los árboles tan viejos:
son pesadas lágrimas
que expresar no puede la tierra.

Quien busca el oro, siembra la muerte.

Exterminados quedan los caminos
aquellos que construyó el hombre acribillado.
El cadáver engendrará un árbol
y el árbol un hombre
para sembrar la paz en el camino
y proteger bajo la infausta lluvia,
la vida de los pájaros sin nido.

Quien busca la paz, busca el camino.

 

París, 10-6-09

 

 

Poemas Contra la violencia

VI

Poesía

Dime si algo te recuerda el ayer. ¿Un río? ¿Una montaña detrás de una sombra? ¿Tal vez alguien que has amado en silencio? ¿Quién? ¿Acaso un desconocido que se perdió llorando por la esquina de una calle azul? ¡Dime si algo te recuerdan mis palabras del ayer, hoy siendo tiempo ya pasado! No importa la incipiente palabra cuando pases. ¡Sigue buscando entre la hierba el árbol prometido! Se sucederán las noches a los días, como a tus pasos sucederán otros aún desconocidos. Ahora no soy nadie en el vasto ruido que entretiene tu mirada, pero vivo en cada instante que pasa.

 

 

VII

Noche I

La palabra, no la guerra. La voz, no las armas. No más ruido, que me quiebra el alma. No más caminos por las montañas del odio y del dolor. Que no se ausente la nieve, que no rujan más los picos y las palas sobre la tierra, ni la tierra oculte más rostros inocentes. Cuánto silencio aún necesitamos después del ayer; cuánto grito, cuánta mirada perdida en el vacío de lo incierto. Hermano, que no suenen los párpados de un niño que se duerme. Que no suenen más los muros de las casas cuando me acerque. Ya cae el crepúsculo. Ya se acerca la noche presintiendo el alba. Ya no quiero seguir oyendo voces, ni palabras de odio y de dolor. Hermano, amigo, si me duermo, que no suenen más las sirenas de la guerra. ¡Dios mío, cuánta lágrima todavía nos falta derramar para seguir viviendo!

 

 

VIII

Noche II

Otra vez la noche se incendia de dolor. Las luces raudas se cruzan en el cielo. En el oscuro mar se engendran otros vientos. El humo polvoriento se levanta de la tierra como un castillo de seda victoriosa. Ese humo dibuja entre las nubes, otros holocaustos que amenazan. Delicadas las uñas del amante, destruyen los caminos, hieren la tierra, malogran la hierba que ansia florecer. Desdichados hacia tierras ignoradas, hombres y mujeres, ya viejos ya cansados han de caminar todavía, esperando el crepúsculo o el alba que los salve. Por el camino cavan la tierra, dejan una lágrima, y otra vez la noche se incendia de dolor.

 

 

IX

¡Oh Dios!, sírveme otras imágenes en mi tiempo. Que no vuelvan a sonar los tambores que anuncian la muerte, ni que los perros aúllen presintiendo el carro que se arrastra por las montañas, los campos, las ciudades, y los pueblos sembrando la muerte. Que no suene más, oh Dios, el estampido del fuego en la carne, ni el ruido de un hombre que se cae con el cuerpo perforado. Que las lágrimas no sean más el símbolo del dolor perfecto que vivo por el mundo. Siembra mejor, oh Dios, en los pobres corazones de cada hombre tu palabra. Que la lluvia aplaste una vez más, el funesto fuego que revienta la tierra.

 

Del libro inédito: Aguas Prometidas.

acerca del autor
Porfirio

Porfirio Mamani Macedo, Arequipa (Perú), 1963. Se ha graduado de abogado en la Universidad Católica de Santa María y ha hecho estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Arequipa). Es doctor en Letras en la Universidad de la Sorbona. Ha enseñado en varias universidades francesas como en la Sorbonne Nouvelle-Paris III, y en la Universidad de Picadie Jules Verne. Ha publicado: “Les Vigies” (cuentos) Editions L’Harmattan, Paris, 1997. “Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d'un fleuve” (poesía) Editiones Editinter, 2002. “Le jardin el l’oubli” (novela), L’Harmattan, 2002. “Más allá del día/Au-delà du jour” (poemas en prosa), Editinter, 2000. “Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre”, L’Harmattan, 2003. “Voix au-delà de frontière”, L’Harmattan, 2003. “Un été à voix haute”, Trident neuf, 2004. “Poème à une étrangère”, Editinter, 2005, “Avant de dormir”, L’Harmattan, 2006 y diversos poemarios hasta 2018. Ha escrito ensayos sobre José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub.