Al abrirse el portalón que marca el camino del Gólgota, quien sale cargando el madero es un pequeño anciano. Encorvado, la inmensa cruz que porta parece aplastarle. Sus cabellos blancos culminan unos sencillos ropajes: una túnica igualmente inmaculada. Su rostro, copado por las arrugas, recalca aún más el cansancio. Parece Jerusalén, pero es Roma. Parece el año 33, pero es el 2013. Concretamente, el 28 de febrero, día en que Joseph Ratzinger abandona en helicóptero la Silla de Pedro. El mundo hace como que mira sonriente, pero él, en su interior, sabe que una espada ha traspasado su corazón. (Continúa en la página interior).
Licenciado en Historia y Periodismo, Miguel Ángel Malavia no anhela alcanzar otro calificativo sino el de escritor. Sueña con que sea algún día, pese a conocer la realidad de la ausencia de su auténtica valía escritora. Pero, como idealista que es, lucha contra el molino de viento de la certeza. De ahí el paso hacia el abismo de su breve relato sobre Oscar Wilde y Unamuno.