Del país de México, de donde era el poeta de la inteligencia Octavio Paz, Rui Caverta destila una poesía donde cada instante es el último puesto que no se repetirá. Lo digo por cuanto ternura destilan sus palabras que sirven de envoltura al Buda que continuará siendo adorado en el futuro, las violetas convertidas en pétalos quemados después de un ataque nuclear, un poeta que imagina la playa roja. Me luce que es una poesía refrescante en medio de tanto poemario con aspiraciones de gloria literaria y que muy pronto se hunde en el olvido. El poeta se emociona con el carácter de la anciana que sube al autobús y reniega de un mundo en el que no cabe su padecer, pues le recuerda a su abuela recién fallecida. Así recoge, a la manera de un valioso recipiente, la destilación del recuerdo. Esa sensibilidad encuentra realización en la palabra, pero lo más importante es que la pasta sensible de Caverta nos da la proporción de tres componentes o unidades mayores de la poesía: esencia, musicalidad y verbo. Rubén López Rodrigué.

• Esencia, musicalidad y verbo en la poesía de Rui Caverta