Prólogo
Despierto con un intenso dolor de cabeza. Estoy desorientado aunque basta con un rápido vistazo a la sala para clarificar mi mente. Trato de ponerme en pie pero mis muñecas están sujetas a los reposabrazos de mi asiento.
Londres atraviesa su noche más oscura. Desde mi posición puedo ver como el caos se ha extendido por sus calles. Grandes columnas de humo negro se alzan entre los edificios.
Ha llegado el momento de conocer al artífice de este plan maestro del que sólo yo parecía saber de su existencia.
Allí estaba yo, el gran detective John Ferdinand, en lo alto del edificio Omega, reunido con la peor amenaza que ha sufrido esta ciudad: Steve Lewis, al otro lado del escritorio, y Jack y Edward Hill, a mi espalda, mientras espero el inicio de los fuegos artificiales.
Percibo el frío tacto del cañón de mi pistola contra mi sien izquierda y resulta ser Edward Hill quien la empuña. La gran escena final da comienzo.
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