En una estadía en Caracas, hace ya muchos años, conocí al poeta venezolano Santos López en el apartamento del crítico literario, ensayista y catedrático, Francisco Rivera. Más tarde, Santos López me hizo llegar por correo un ejemplar de su primer poemario, "Otras costumbres". En el suplemento cultural del diario El Universal de Caracas, dirigido por Sofía Imber, publiqué una reseña sobre dicho libro, en la que señalaba que el poeta asumía una actitud cristiana frente al mundo, al transcribir sus padecimientos cotidianos en una urbe caótica y violenta como Caracas. Ya que Santos López concebía la vida como una herida. Y le alentaba a realizar un viaje iniciático en la especificidad de la cultura venezolana que ha recibido los aportes africanos, indígenas y occidentales. Con sumo placer, ahora vemos que Santos López, iniciado a la espiritualidad del África occidental, ha construido en las últimas décadas una vasta obra poética. En su poemario, La Barata, reseñado por Octavio Armand, poeta y ensayista venezolano, considera con acierto que en la espiritualidad del grupo étnico yoruba, el Ayanmó, el Destino, lo escogemos nosotros en el plano sutil antes de materializarnos en nuestro mundo. Según este concepto animista, los poemas de Santos López aluden a cuatro elementos: piedra y agua, hueso y sangre; lo líquido y lo sólido; lo que pasa, lo que circula y lo que insiste, lo que queda, que encierran el acuerdo sagrado entre la naturaleza y el cuerpo, entre la vida y la muerte. Héctor Loaiza.

• La Barata, poemario de Santos López, por Octavio Armand

• Selección de poemas de La Barata de Santos López