Dios intenta acercarse al hombre con el rostro cubierto; es tan difícil evitar la mirada. Él hizo al hombre a su semejanza. La poesía pone en duda esta afirmación. Las falsas disyuntivas de ser judío, ateo, creyente, caen cuando el universo ontológico es más fuerte que lo taxativo de esas aseveraciones. Lo que queda es el azar, lo imprevisible, y la proximidad de la muerte. Esta convierte al poeta en un procreador colmado de furia, y la poesía le permite arrojarse al fuego transformador, a las tinieblas sombrías del infierno en donde un cancerbero aun custodia la puerta. La niebla amortaja la tierra, pero la creación no se detiene. Todo vuelve a surgir como desde el fuego herclitiano y entonces el poeta Yurkievich regresa siendo Kafka, Borges o Joseph Conrad, porque la vida también es un simulacro, como la muerte. Y quizás le haya tocado ser mandarín u oficinista, galeoto o bufón en antiguas vidas. Puede que el poeta también haya sido Ulises y que un perro lo haya reconocido en su disfraz, y es que todos retornamos disfrazados de otros, y quizás este poema solo sea un anticipo de su próximo regreso, en estas palabras, en otras caras y en otros cuerpos. Marcos Rosenzvaig.
Saúl Yurkievich (La Plata, Argentina, 1931 - Aviñón, Francia, 2005). Poeta, prosista, ensayista, colaboró con numerosas publicaciones. Residió en París desde 1966, amigo de Julio Cortázar. Practicó alternativamente la creación y la crítica literarias. Ambas actividades eran para él complementarias, caras de una misma moneda, dos tratamientos igualmente creativos de la palabra que imagina o dilucida mundos. Catedrático de la Universidad de París, enseñó en diversas universidades norteamericanas y europeas. Publicó en francés y en español quince poemarios, entre los cuales, "Envers" (Seghers, 1980), "Embuscades" (Fourbis, 1996), "Résonances" (1998) y "Le simulacre des absents" (Fata Morgana, 2004) algunos de los cuales han sido traducidos a otros idiomas.