Saúl Yurkievich sostiene que el arte moderno latinoamericano está vinculado a la modernización del continente a partir del siglo XX. Los artistas latinoamericanos se instalan sobre todo en París, en Roma y otras capitales europeas. El arte latinoamericano ha evolucionado desde el muralismo mexicano, con su máximo representante, Diego Rivera (1887-1957), cuya obra refleja la revolución social, reivindica una redención popular y promueve la identidad cultural. Mientras que el arte del cono Sur recurre a lenguajes abstractos, con el uruguayo Joaquín Torres García (1874-1949) que practica un universalismo constructivo, el espacialismo del argentino Lucio Fontana (1899-1968) y el movimiento MADI del uruguayo Arden Quin (1913-2010). París ejerce una gran influencia cultural en América Latina a partir del siglo XIX, el Art nouveau se propaga, seguido del impresionismo a comienzos del XX. Cada artista exilado en Europa asume su identidad de una manera personal, lejos de los realismos sociales o mágicos, sometiéndose a la alquimia de la elaboración plástica. La obra del cubano Wifredo Lam (1902-1982) es la versión latinoamericana del surrealismo telúrico que muestra mundos de simbiosis y fetiches. El espacio multidimensional del chileno Roberto Matta (1911-2002) poblado por sus homúnculos y máquinas volantes surrealistas. La recreación irónica y sofisticada de su infancia en Medellín del colombiano Fernando Botero (1932), cuyos lienzos están llenos de personajes monumentales y en el ámbito urbano y más cercano a los comics, los personajes de Antonio Seguí (1934). Cuando los pintores latinoamericanos desdeñan la figuración, abandonando la mimesis naturalista, eligen la inherencia y la pureza estéticas, intentan evacuar lo biográfico y adoptan el círculo y el cuadrado como Luis Tomasello (1915-2014) y Julio Le Parc (1928). Los artistas exilados actualizan el arte de sus respectivos países, lo remueven y lo oxigenan, creando escuelas como los cinéticos venezolanos de Jesús Rafael Soto (1923-2005) y Cruz-Diez (1923) y los cinéticos argentinos. El arte y la cultura latinoamericanos, según Saúl Yurkievich, funcionan por excentricidad cosmopolita, a través de una hibridación de diversas procedencias y de su sincrética asimilación. La pintura latinoamericana es la pantalla donde se refleja la multiplicidad de la experiencia humana, tanto la visible como la fabulosa. Héctor Loaiza.
Saúl Yurkievich (La Plata, Argentina, 1931 - Aviñón, Francia, 2005). Poeta, prosista, ensayista, colaboró con numerosas publicaciones. Residió en París desde 1966, amigo de Julio Cortázar. Practicó alternativamente la creación y la crítica literarias. Ambas actividades eran para él complementarias, caras de una misma moneda, dos tratamientos igualmente creativos de la palabra que imagina o dilucida mundos. Catedrático de la Universidad de París, enseñó en diversas universidades norteamericanas y europeas. Publicó en francés y en español quince poemarios, entre los cuales, "Envers" (Seghers, 1980), "Embuscades" (Fourbis, 1996), "Résonances" (1998) y "Le simulacre des absents" (Fata Morgana, 2004) algunos de los cuales han sido traducidos a otros idiomas.