Esta es la historia de un escritor que reflexiona con hondura sobre su oficio. El estilo es fragmentario y la buena prosa se alterna con poesía. Es la insoportable levedad del ser, para emular la novela de Milan Kundera. Historia de un enfermo de cáncer y la enfermedad corporal se añade a la psíquica en una atmósfera surrealista atravesada por las asociaciones del inconsciente. La novela es un trabajo sin plan, ni escaleta, solo disfrutando del viaje y sorprenderse con lo nuevo. Es más una reflexión que una serie de sucesos, casi un monólogo del personaje principal Olivetti. El lenguaje es por momentos escatológico, de excrementos y suciedades, en esa libertad de escritura que caracteriza al autor, auténtico y visceral. El tratamiento del cáncer en el hospital está signado por el horror. Parece la carta final escrita por un nihilista. El amor aparece como «un oasis en medio de la nada», en la vida de un apátrida, de un inconforme con la cultura prostituida por el marketing. La prosa poética es oscilante, no se sostiene todo el tiempo y da paso a las vicisitudes de la trágica vida con palabras sencillas, del común. Rubén López Rodrigué.

• El Final (fragmento) por Julian Van Quekelberge