Recibí con mucha tristeza la noticia, cinco meses después, del fallecimiento en París del artista peruano, Juan Valladares, de quien admiraba su obra, que era el resultado de una actividad creadora disciplinada. Lo conocí en los años ochenta y en las décadas siguientes solía visitarle en el Taller-escuela Contrepoint de París, de la que era codirector; me agradaba el ambiente creativo y atareado de los artistas que venían de Japón, de África del Norte y de otros horizontes. Lo que más sorprendía en Juan Valladares era su tacto y su gentileza que el escritor colombiano Oscar Collazos llama su “lado oriental”. Mostraba frente a los demás una sencillez congénita que sus años de residencia parisina no le hicieron cambiar. Estaba muy lejos de lo excesivo ni se sentía atraído por la vida bohemia como otros pintores. Asumía su oficio de artista y su labor pedagógica con rigurosa responsabilidad. La obra que construyó durante tantos años es trascendente y representa un universo muy personal, pero no fue reconocida como lo merecía pese a las diversas exposiciones individuales que hizo en París, en Europa, Lima, Bogotá y en otros continentes. Desde los años 1980, escribí en mis artículos sobre la “efervescencia” del arte de los plásticos peruanos, como Juan Valladares, en la Ciudad Luz que no lograron tener el éxito de otros latinoamericanos.
Juan Valladares (Chiclayo, Perú, 1938 – París, 2019). Desde 1964 hasta 1970, estudió en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú (ENSABAP) de Lima. Al terminar sus estudios recibió el 1er premio de la Fundación A.N. Wiese y la medalla de oro de la ENSABAP. Obtuvo una beca del gobierno francés para seguir estudios en París. Se instaló en la Ciudad Luz en 1973. Desde este año hasta 1975, estudió grabado en el Atelier 17 dirigido por el artista inglés Stanley William Hayter, frecuentado en el pasado por artistas de prestigio como Calder, Masson, Roberto Matta y Tanguy. En 1975, obtuvo el 1er premio de la Exposición Internacional de los becarios del gobierno francés. Paralelamente a su actividad creadora, se desempeñó como profesor en el Atelier 17. A la muerte de S. W. Hayter en 1988, legó a sus dos discípulos más destacados, Juan Valladares y el artista argentino Héctor Saunier para que continuaran la actividad del taller. Lo llamaron Atelier Contrepoint. Al rehacer su vida en 1999 con la artista colombiana María Elena Duque le dio un nuevo influjo a su obra. Desde 1973 hasta su desaparición, Valladares expuso sus obras individualmente en galerías de Lima, París, Toledo y Madrid (España), Basilea y Zúrich (Suiza), en el Reino de Bahréin, Munich y Dusseldorf (Alemania), Bogotá y Rabat (Marruecos). Sus obras figuran en colecciones de Perú, Holanda, EE.UU., Reino Unido, Bélgica, Argentina, Noruega, España, Colombia y en el Reino de Bahréin. Son numerosas las exposiciones colectivas en las que participó hasta sus últimos años.