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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
2 10 2009
Dalí, fascinante e irreverente por Arnulfo Agüero

Los historiadores y amigos del pintor español, como Luís Romero autor del libro Todo Dalí en un Rostro (editorial Blume), han comentado en más de una vez que la obra dalileana, goza de gran fuerza y estructura paisajística; y desconcierta por sus meteorologías diferentes y enigmáticas, muchas de ellas ligadas a su hábitat de Port Lligat, Cadaqués y los altos de Ampurdán.

Pero lo que más ha llamado poderosamente la atención pública, además de su obra figurativa, simbolista y onírica, es su vida intensa: su niñez traumática, adolescencia perturbada y temprano confrontamiento familiar; su romance idílico con Gala; y sus ideas de lo escandaloso y controversial.

El propio Dalí en su libro “Mi vida secreta”, se declara como un buscador del escándalo, de la atracción y fascinación estrambótica, de lo genial, anárquico y monarquista, y de la mistificación de los impulsos sádicos muchas veces exagerados.

Sigmond Freud después de una visita que le hizo en Londres (1939), lo describió como un “fanático y extremista que buscaba constantemente desbordar los limites”, por lo cual recurría a constantes disfraces.

Así vemos a un Dalí muchas veces agresivo, provocando escándalos con su arte, cartas, manifiestos, happening, o pinturas de lo blando, fragmentado y alucinante. En 1930 se asocia al movimiento de surrealistas dirigido por el poeta y crítico francés André Bretón, siendo relegado y acusado de estar más interesado en la comercialización de su arte que en las ideas. No obstante llegó a ser el más renombrado y representativo del grupo.

Es que Dalí, no solo era pintor, sino que también diseñó fantásticas esculturas, y, joyas de alto valor material. Asimismo incursionó en la poesía, la cual se le ve como “una realización lírica de su creación plástica”. También trabajó en proyectos cinematográficos, en la que sus obsesiones pictóricas quedaron impregnadas por su estilo y su “monarquía metafísica”. 

Protagonista de su propio tiempo, este completo artista Catalán, convivió con el futurismo, cubismo, impresionismo, abstraccionismo, hiperrealismo. Proyectó sus manifiestos surrealistas buscando su identidad, para muchos, escatológica, estrambótica, iconoclasta y trascendentalista.

La obra reunida en el libro Salvador Dalí, aglutina su memoria en pintura, dibujo, escultura, poesía, prosa, teatro y cine. Dalí fue un artista polifacético con actitudes y un vocabulario cargado de terminologías filosóficas, las que autodefinió como “Actividad de la Paranoia Crítica".

Entender el significado de sus cuadros escapa al simple análisis de la intuición lógica, cuadros que para Dalí paradójicamente eran “profundos, coherentes y complejos”. Posiblemente para muchos lectores profanos esta alquimia de su universo suena delirante, de la cual ni su propia confidente y musa Gala, escapaba a sus hábitos egocentrista o de dandy exhibicionista e irreverente.

Luís Romero, también apunta en su libro otros aspectos relevantes de la biografía, recordando que Dalí tuvo un hermano con su mismo nombre que nació 21 meses antes que él. Este primer Salvador Dalí Domenech, nació en octubre de 1901, y falleció en agosto del 1903. Y el segundo, fue el genial pintor surrealista, que nació en Figueras, un 11 de mayo 1904, “por deseos vehemente de sus padres de querer sustituir al hijo difunto”. Este hecho le impactó su existencia, que reflejó en algunos de sus cuadros oníricos, como El niño enfermo.

Toda su vida de artista fascinante e irreverente, hasta que fallece un 23 de enero de 1989, es un “detonante disparado” que influencia y marca con fuerza toda una generación de pintores, poetas, fanáticos, y “perturbados”, de diferentes nacionalidades, atraídos por su arte, escándalos, y excentricidades. He aquí una narración breve de Romero publicada en su libro y que tituló:

Su atracción sobre los locos

La atracción que ejerce sobre los locos y demás gama de perturbados es muy considerable; también se dan algunos, a quienes su presencia hace entorpecer temporalmente, aunque supongo debían de hallarse previamente predispuestos. Mientras trabajábamos este libro, tomé note de lo que observé en el corto plazo de una semana. Vino a visitarle a Cadaqués —más bien le trajeron— un bonzo japonés, vestido de tal, que no hablaba más que su idioma, y como máximo, y sin exagerar, una docena de palabras en inglés. Se retrató con él y con una porción de muchachas guapas que estaban en casa de Dalí aquella mañana. Su indumentaria, salvo el sombrero de paja oriental, incluso su actitud viajera, peregrina, me hizo pensar en nuestros frailes medievales, en un dominico, pues aunque de corte distinto, el hábito recordaba los de la Orden de Predicadores. Su estado de lucidez mental lo desconozco, más bien la suya inesperada presencia. En el periódico se publicó que carente de fondos y no conociendo el idioma, se presentó dos días después en la Jefatura de Policía de Barcelona.

Una de aquella tarde recibió a un pintor joven, de mente en apariencia confusa, que traía algunas transparencias con cuadros suyos, la proyectamos: se “parecían” muchos a las obras de Dalí. Nos enteremos que careciendo de pasaportes, y ardiendo en deseos de visitar al divino había cruzado la frontera por el bosque. Llevaba rasgaduras y trazos en la piel y ropa. Me parece que era oriundo del país de Gales. Otro pintor, también joven, insistió mucho en ser recibido. Cuando le hizo pasar, Dalí le formuló algunas preguntas. Miraba con ojos desorbitados, hacía esfuerzos, apenas pronunció cuatro o cinco palabras incoherentes; la emoción le paralizó el habla. Pero eso sí, sonreía, y se mostró pacifico y hasta amable. Trató de calmarse y de utilizarme como interprete; conseguimos adelantar poco. Creo que era americano. A los hippies es más difícil clasificarles; los hay también perturbados entre ellos. Un grupo se presentó con túnicas y coronas vegetales; el que parecía dirigirlos, leyó un poema muy malo y en exceso laudatorio.

Cartas recibe muchísimas. De algunas ya los sobres son curiosos. En aquellos días leí bastantes, a cual más desquiciada. Una señora le amenazaba de muerte en una larga misiva; otros le dedicaban extravagantes poemas. La más curiosa venía de un paisano residente en Hispanoamérica; le proponía, con acopio de argumentos, un negocio para darle a conocer en una República sudamericana y promocionar allí la venta de cuadros. Quizás a juzgar por el texto, era más bien un vivo que suponía a Dalí auténtico loco, y tonto por añadidura.

“La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco”. Es una frase muy conocida de Dalí.

acerca del autor
Arnulfo

Arnulfo Agüero, Managua, Nicaragua. Periodista e investigador cultural nicaragüense. Ha escrito reportajes, ensayos, entrevistas, opinión y critica sobre arte, literatura, cultura, entretenimiento e históricos; de Nicaragua, Centroamérica, el Caribe, Sudamérica y Europa. Actualmente colabora en La Prensa Literaria. Ha publicado en El Nuevo Diario, Revista y Magazine de La Prensa , Panamá América, Casa América, Enfocarte, Resonancias Literarias, Revista de arte y literatura 400 elefantes, Saccha Color-Art, Blogalaxia, entre otros medios on line y escritos.