Domingo 05 | Mayo de 2024
Director: Héctor Loaiza
7.282.299 Visitas
Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
resonancias.org logo
157
Poesía
29 5 2010
Utopía de la muerte (prosa poética) por Kevin Bello

Ella había despertado entre mis sueños, en aquella noche remota de agosto, de un agosto que ya dejaba sus últimos alamares esparcidos en su viento acallado. Me destrenzaba el alma y me la enredaba nuevamente, y entre la ansiedad de mi desvelo, me adelgazaba el aire y me despertaba sumido en un asma de amores, pues nada más que amores solíamos hacer al encontrarnos, soñando cada uno con el otro en nuestras realidades ajenas del encierro de lo lógico, ese dédalo que impedía que nuestras imágenes prófugas se cruzaran en nuestra mente y tomaran forma autónoma, siendo dos trozos de naturaleza encerrados en el cielo, en nuestro cielo creado de alucinaciones, esos alientos de la imaginación, en nuestras enlaberintadas vidas lejanas del humo mundano de lo cotidiano.

Hay verdades que son mentiras, si es cierto que el mentir es más cómodo que la duda, y es la duda el puñal  de una verdad herida a punto de fallecer. Entonces, ¿cómo habrá de mentirme la imagen que yo mismo he inventado de ti? Siendo tú la misma eres otra, otro cuerpo y otro aroma, tan parecida pero tan distinta en este maldito sueño embustero embriagado en la tormenta de tus brazos y en el huracán desatado de tus labios, palabras del extraño vocabulario de los besos, que han dejado en mi boca el vestigio de tus cenizas como un infierno extinto, ese ósculo redentor del pecado de vivir sin morir en el deseo.

No eres nadie (más que yo mismo), algo más que los dos, que ya lo somos nosotros en este ente de luz y sombra, temblores y fuegos más allá de la vida, de esta vida que me sonríe con su única ley que es la ironía, y me sumerge en una hondura tan profunda al otro lado del espejo con su rostro risueño y acicalado de victoria, detrás del muro de la noche, al otro lado de un sueño, y regresa a mí como el viento helante y acallado de agosto que estremece la verdura de los naranjos, y me avienta a ese vacío tan colmado de una pasajera dicha, de un escalofrío tan ligero presentido más allá de ésta vida, esa angustiosa emoción espontanea y no forzada, como todas las emociones verdaderas, como el dulce acero que ha de ser la muerte, una que no fuese la muerte, como un amor tan callado y como un sueño tranquilo, que debiera ser la muerte, esa voz cantada en el eco, el sentido mediato del destino revelado. Pero, ¿por qué temerle a lo inevitable si ha de ser lo incierto lo que atemorice más? Pero, ¿por qué has de atemorizarme, si tú no existes? Eres un simple invento de mi utopía, entonces todo lo que parecía mentira era verdadero. En medio de tanta vida muerta, la muerte se repite en cada noche solitaria del tiempo incontable de este agosto eterno que ha llegado a su fin…