XIX
ni cielo alguno ni tierra por qué sino las sombras protegen el manto
de la vida calla su aversión la carne exhausta el terror que la conforma
sucede la luz si las manos resbalan su tejido y blanca certeza alimenta
su espalda multiplica su yugo el corazón no refleja más
llamar comprende sobras polvo de los latidos perdidos la esperanza
que no persiste ni se contiene
luego vendrá el tiempo el vacío extendido como un hueso a su llegada
el día cuando nadie ocurra por última vez
vendrá la noche la hora previa al nacimiento el Padre en todo oculto
el lenguaje en su error desaparecido
otro nombre talla el infierno la muerte salvo crearla atraviesa el desierto
su principio la cordura su borde
LVI
olvida Dios mi cuerpo deforma mi corazón
su dolor injerto en la mueca descosida del destino
me observa caminar como nunca quisiera caminar
se convierte en tierra abismo e incluso yo
Él que es una palabra un cuchillo un símbolo atrofiado
trae Dios en su silencio el Sol que permite a su enemigo crecer
el vestido acariciado por los muertos que volvieron
LVII
acaso lo invisible fragmento de amarga quietud inalcanzable los pasos de los muertos que brotan la vigilia como anticipación arrastran mi rasgo desconsolado el filo de la indiferencia que no es muerte ni vida
alcanza mi espíritu la enredadera el terror mixtifica mi espanto la Tierra que me expulsa porque mi respiración fracasa la cicatriz de Dios en su eterno gesto elevada la sustancia en un rincón oculta todo rumor la luz que me declare viva
la Tierra es constante y seca sean otros la fuerza bruta de las horas ni el dolor pudo salvarme su hábito de rabiosa subsistencia jamás reveló brillo en mi corazón tampoco el vacío las interminables caídas lograron crear en mí algo visible el vestigio del día las edades desenterradas por la noche
existo finalmente porque tampoco sé predecir la renuncia la inclinación de los espejos máscaras de mi complexión existo inmiscuida en manos con las que comparto la muerte manos que intervienen muerte
el corazón es compacto como una piedra percibo sonidos perjudico los símbolos me aferro constante como una niña empeñada hacia la insolación prefiero la profanación el desabrigo este frío peor que cualquier invierno elijo esto a fingir que poseo ojos y comprendo
LXXI
piedra sobre piedra el sol hecho pasta mal augurio
reúne la carne que el verbo mutila
cuando la infancia salpica el polvo amargo de los años
y las facciones comienzan a ensombrecer la cordura
desfigura la vergüenza con las manos calcinadas el vacío
la claridad dibujada por los puños ignorados del tiempo
incluso la luz burla el ámbito de lo humano
la región donde habita el corazón a su siniestra
derrama el espíritu bajo la tierra envenenada
algo busco entre ellos yo que cuando digo sol provoco espanto
reanima y propaga el frío la memoria en su nido de pesar
la imagen brilla pero el dolor sospecha tras la espalda de la noche
aquellos que juraron mirarme pero no lo hicieron
levanta el viento su calma curva mi brazo su sello resplandeciente
viste esas piedras el cuerpo deshabitado ni modo alguno ni gesto vivo
LI
la muerte existe se derrumba
degrada perfiles solemnes
retorcido su amparo inquiere
se derrumba
adversa esta silueta
en aquel ángulo ignorada
palpita incluso antes
lacerado el quicio
vacía la expresión
arrastrada por caminos
a mi-idéntica insuficiente
la muerte flaquea
ante mis restos
golpea soledad
y manifiesta ignorancia
insiste el castigo
consolida esta parálisis
el tumulto impone
hachas a la frente
hachas a la tierra
cuando la saciedad
alojo negado por la insania
pudra en mi pecho su alimento
los que contemplan somos
para los que contemplan siempre
vuelta entonces sin espalda
como si la sombra coincidiera
en el acto mismo
de fingir el movimiento
sostenida por el tacto la piel
deambulé la cercanía
por precipitación
ración carente
sola no en este mundo
y sola
al otro lado más lejos
la mímica sobre el tercero
Nacimiento de la Piedra
todos los brazos de este mundo
no alcanzan para auxiliarme
cavilé desnuda entre los peores
convertí la tierra en más tierra
en más
demasiado polvo
demasiado
golpeamos y golpean
pulsando oprimido
este gesto en los espejos
despojo de una infancia
que se presume muerta
tampoco
quedo
yo
no permanece ya el mundo
ni respira su fracaso
remachada por la espalda
provoco mi razón
lastimando mi cráneo
hasta encontrarme
a coste de afirmar la vida
sonrío hastío seco y mártir
ápice de animal pariéndome
demasiado polvo
demasiado
tiro de mi cuerpo
y éste tira de su fuerza
hasta
confundir
criaturas
qué viene por mí
en su lugar
figuras no reconocidas
por estos ojos
que alguna vez
fueron míos
la muerte flaquea
ante mis restos
hermosa como la ruina
en el suplicio de evocarme
tal vez nunca mía
tal vez nadie
golpea demasiado golpeo
ni todos los brazos de este mundo
alcanzarían para auxiliarme
Yamila Greco (Buenos Aires, 1979). Colabora en diversas publicaciones literarias, como "Cinosargo", “Punto en Línea” (Dirección de Literatura de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México), “El Coloquio de los perros”, “Revista Hispanoamericana Arte y Mundo” (participación en el artículo “Violencia y Creación”, junto a los escritores fernando Proto Gutiérrez y Timothy Wright), “Vieja Lilith”, “Casa del Tiempo”, (UNAM. México) y "Artesanías Literarias" (Nuevas Voces de La Poesía Argentina: Comentario, presentación y selección de la poeta argentina Silvia Loustau). Su poemario “Sobrevivir es una Curvatura” fue publicado en “Casa Litterae" . La revista de poesía chilena Lakúma-Pusáki dedicó una nota a su trabajo poético, así como la revista argentina “La MásMédula” (autor Nicolás Dragonetti). Realizó la selección y el prólogo de la muestra de poesía argentina organizada por la revista mexicana “Círculo de Poesía”. Sus poemas han sido traducidos al catalán, al italiano y al inglés. Su poemario “Respirar puede ser un Fracaso” fue publicado por Editorial Cinosargo (Prólogo de Daniel Rojas Pachas e ilustraciones de Andrés Delarúa).