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Poesía
1 3 2011
Fe y escepticismo en Sandro Chiri por José Pancorvo

1.- Dentro de la producción poética de Sandro Chiri hay algunos textos de ufano acercamiento a la trascendencia, y aún a los Misterios santísimos. Función ésta que ha sido emprendida por la gran poesía, por la mayor poesía: Dante, San Juan de la Cruz. En el anterior siglo, T. S. Eliot, algunas odas de García Lorca. En el Perú mismo del autor, por el lúcido ultramontano Martín Adán, y hasta en Vallejo hay un subconsciente teológico, valientemente involuntario.
Esto sin invocar los grandes tesoros soterrados a la manera del ejército chino de terracota: la multitud de magnos y olvidados himnógrafos como el arameo palestino San Efrén, que era llamado “cítara del Espíritu Santo”, o el grecosirio San Juan Damasceno, o San Ambrosio de Milán, o el pinacular latinista burgundio San Bernardo de Claraval, y así tendríamos que hojear todo el santoral, el índice general de Migne, un mar de publicaciones filológicas, y un océano de manuscritos en latín y en las nuevas lenguas.
En el siglo pasado —momento de ciega decadencia mental—, hasta los años sesenta decenas de miles de personas del clero recitaban en su original los poemas de un San Ambrosio o un Tomás de Aquino –el famoso Tantum Ergo, por ejemplo— subsistentes en el Breviarum Romanum. Esos textos fueron rechazados; quemados o vendidos en el mercado de las pulgas. Hasta hace no tan pocas décadas los que no dominaban bien el latín eran considerados indoctos. En el siglo XX, el clero era la última y la única clase, en este sentido, docta. Pero en los años sesenta dejó de haber clases doctas, al menos por el momento.
Esto viene al caso porque muchos poetas se sienten cohibidos, o no suficientemente acompañados, para tratar seriamente de los grandes temas religiosos tradicionales. A ello contribuye la deformación sulpiciana y sentimentaloide que se ha solido hacer de los graves, severos, o sobrenaturalmente alegres asuntos católicos. Sandro Chiri, en cambio, circula libremente, ágilmente, por los umbrales de la trascendencia.

2.- En la historia de la arquitectura religiosa cristiana las raíces invisibles están en las catacumbas, el estilo bizantino-ostrogodo-eslavónico es el tronco y el gótico las impresionantes sumidades floridas, pero las amplias y expresivas ramas son el románico. En comparación con los anteriores, los estilos post-medievales son fríos y progresivamente marchitos; y los estilos funcionales son yertos. Salvo cuando ha habido alguna cálida brisa de primaveras teologales como en el caso de ciertos templos barrocos o neogóticos.
Fue aquel tiempo también de gran libertad, calidad, productividad y consumo poéticos. Además de incontables clérigos y de monjes de ambos sexos, fueron poetas los Duques de Aquitania, Carlomagno, Ricardo Corazón de León, San Fernando y su hijo Alfonso el Sabio, varios emperadores romano-germánicos y constantinopolitanos; y de aquí hasta los brillantes troveros populares, muchos de ellos analfabetos. En fin, la Edad Media vivía en trance de poesía en todas las lenguas. Toda esta catedral sumergida trasparecerá también en momentos poéticos de Sandro Chiri.
Sumergida… Creadores de innumerables formas métricas, rítmicas y estilísticas, todos los autores cultos medievales conocían bien su Virgilio y su Horacio. En el siglo VIII, Horacio era el apodo de Alcuíno en el grupo poético de amigos de Carlomagno. Pero en el Renacimiento se dio la manía racionalista de considerar como únicos modelos válidos los clásicos latinos del siglo I A. C., un milenio y medio antes. Como si a alguien se le ocurriese que la única buena poesía sería la más perfecta imitación de Lope y Quevedo o, para tal caso, de Gonzalo de Berceo y el Poema del Cid. Teniendo en cuenta, además, que los clásicos del Lacio fueron rechazados por mucho tiempo por autores contemporáneos que, como Catón y Salustio, los consideraban extranjerizantes…

3.- Esta, pues, sumergida catedral inmensa, ha dejado aquí y allá umbrales y ventanales, con vidrieras y sin ellas. Y, ahora que en el siglo XXI hay una más amplia libertad poética en los seis sentidos o direcciones principales, especialmente hacia arriba y hacia adentro –en el siglo anterior más que nada se proclamaba una precipitada libertad hacia adelante y hacia abajo–, Sandro Chiri se ha comunicado con la luz. Luz directa o indirecta de ventanas y arcos como románicos por su vigor y hagiografía.
En dos modos se efectúa la visión: o asomándose hacia el exterior que muestran los umbrales, o dejando entrar su dorada luz indirecta al lugar donde se está ahora y aquí.
Veremos cómo, en este segundo caso, el poeta actúa como un Jan Vermeer, situando y mitografiando y hagiografiando temas y personajes a la luz de una medievalizante ventana con vitrales. Estas sublimes ventanas están en todas las pantallas psíquicas de tantos occidentales y occidentaloides (post-civilizados, post-litúrgicos, casi anticulturales) pero en general violentamente minimizadas.
A lo Vermeer de la palabra, el poeta envuelve a sus escenas y personajes de tema sacral con colores como los del maestro de Delft: un como amarillo de Nápoles –pigmento ni muy cálido ni frío, con un aire de intermediario entre mundos de luz diversos– y una luz azul ultramar –pigmento que en aquellos tiempos se hacía del más fino lapislázuli pulverizado, y que no es ni muy frío ni cálido, encontrándose con el amarillo de Nápoles en un intermundo mágico de iluminaciones-.
A esa luz de trasfondo cautivador aparece por ejemplo el personaje Evelym en varios poemas del libro Viñetas (2004). A Evelym no le interesa el futuro. Es una chica bella, modesta, actual, dedicada a cautivar: yo no sé con qué palabras cautivas el cielo, casta, feliz. Una imagen a la vez delicada y fuerte, iluminada románicamente por el otro mundo. Es de nuestro tiempo y de nuestro barrio, pero su alma tiene ya los colores que se desprenden de un vitral de Chartres o de Lincoln.
A veces la figura misma del vitral de la ventana, no solo su luz de colores, impregna y confunde el interior de la habitación cotidiana y hasta las calles. En su poema inédito “Santa Rita de Palermo viaja en un Fiat naranja” se produce una archimetonimia entre la figuración santa y una presencia lozana y con lentes de contacto.
Ya en un texto del poemario Libro del mal amor y otros poemas (1989) el yo poético se interpenetra con luz de vitral: Yo no me jacto de nada. / Ahora me llamo San Ignacio de Loyola.
A veces es la catedralicia Lima entera la invadida por una luz como la sus santos, como si todo su cielo neblinoso se despejase como incienso y descubriese un inmensa rosa de vidrieras. (Una vez vi un santoral con los 365 días del año dedicados a otros tantos santos y venerables peruanos.) Así, al final de un poema sobre la visita a Lima de Ernesto Cardenal, en el mismo libro de 1989, hay una revelación sobre la ciudad: Nada del otro mundo, / nada que no oliera a Santidad.

4.- Sandro Chiri se asoma en Viñetas directamente a tres insignes personajes a través de las ventanas poéticas del maravillamiento: Dante, San Juan de la Cruz y el Inca Garcilaso.
El primero, muy medieval, bastante intemporal, se opone a veces a ambas cualidades por su egocentrismo. El segundo es más intemporal y, por su teocentrismo, más medieval que Dante. En realidad, por su teocentrismo, cualquiera, y en cualquier tiempo y lugar, puede ser más medieval que nadie.
Garcilaso Inca, por su parte, fue un gran explorador y conquistador y a la vez orejón de lo intemporal, como lo prueba su entendidísima traducción del neoplatónico, musicólogo y teocéntrico León Hebreo. De más alto linaje que Dante y San Juan de la Cruz, se ejército en la Caballería y fue enterrado con las piernas cruzadas, como los barones y templarios de las estatuas yacentes, por haber participado en la cruzada de las Alpujarras. Y al final se ejercitó, como sacerdote, en la sagrada liturgia. A su blasón castellano medieval —con el lema Ave Maria, Gratia Plena— suma el arco iris imperial, con lo que añade nuevos colores al vitral de la Cristiandad. En el poema de Chiri Garcilaso mismo nos dice: Frente al crepúsculo y a Dios, / eso es todo.
En el poema sobre el santo de la Noche Oscura capta y oye su veloz alma de saeta alcanzadora: La carne no importa: / Quiero la libertad, / si no tengo amor no tengo nada. El amor teologal, evidentemente.
Dante monologa también en otro poema de Viñetas. Y la poderosa Einfühlung del autor actual nos hace penetrar en su espíritu, cruzando siete siglos como nada: Arde corazón y escribe/ porque hay una rabiosa cicatriz en el alma/ que uno oculta para no avergonzarse ante/ la imagen de Santa María Purísima.
 Sandro Chiri vuelve a la imagen de la cicatriz en “A window in winter” de su libro Poemas de Filadelfia / Philadephia Poems (2006).
Por esta ventana/ he visto la lluvia y la nieve,/ los hijos distantes, la cicatriz de / la envidia y, a lo lejos, una carta / de Dios por los suelos.
Las ventanas del poeta, aunque no ajenas a la esperanza en lo divino, pasan por inviernos, como es lo natural. Hay ventanas desesperanzadas como las de la Residencia de Neruda: “hay mucho llanto en las ventanas/ los umbrales están gastados por el llanto”. Y de Vallejo en Poemas Humanos hay ventanas que, a pesar de todo, suscitan una revelación: “Las ventanas se han estremecido, elaborando una metafísica del universo”.
En el mismo poema “A window…” se sugiere, a pesar del invierno espiritual, una metafísica del pasado como la intuitiva de Proust: Pero que quede claro:/ Por esta ventana no entra el sol/ ni menos hazañas memorables/ sólo preguntas y el Pasado,/ sólo tu nombre como una cicatriz en el aire. Y queda intacta la posibilidad de la inundación por la luz.
Ya en “Oración”, de Viñetas, nos hacía palpar la inconsistencia de la llamada vida real y sus respectivos proyectos, carreras y éxitos. Las sólidas, perpetuas murallas de la trascendencia, y las pompas de jabón de ilusión de lo temporal. Hoy estuve arrojado a mi suerte/ en una camilla de enfermos/ y vi que la gente muere/ con una oración en los labios.// Estos hospitales son horribles.// A cualquier hora, Señor, un niño/ deja de respirar. Hoy estuve tirado/ como un cadáver y temblé como un cobarde.// Apenas me atreví a balbucear tu Nombre.
Nombre más sólido, infinitamente más consistente que el mundo y el mundo.

5.- En las profundidades como religiosas del misterio poético, que es el lenguaje poético, indaga el poema inédito “Lengua solitaria”. Lenguaje como charme, spell, incantamentum, con eironeia y todo. Ya para siempre post-anacrónico. Pero el misterio continúa. Con todo, el lenguaje va creando umbrales y ventanas sobre estos y otros campos.
Sí, nuestras ventanas más inmediatas son nuestros propios cuencos oculares –que durarán más que nuestros ojos–. Pero la lengua solitaria –admirablemente voceada en este poema– invoca más y más umbrales. Windows. “Cómo no reconocer, en las inspiraciones verdaderas, otros tantos auxilios previstos desde toda la eternidad, con el fin supremo de conducirnos a la visión beatífica (Henri Bremond)”.
Y así se van multiplicando las ventanas: dentro de cada casa, departamento, cuarto, cabina, hay más ventanas que en toda la Ciudad Prohibida.
 Amenazando convertirse en la Catedral Permitida.

acerca del autor
José

José Pancorvo. Lima, 1952. Finalista del Premio Mundial de Poesía Mística "Fernando Rielo", Madrid, 1991, en homenaje al IV Centenario de San Juan de la Cruz. Publicó "Profeta el Cielo" (1997), "Tratados Omnipresentes - Perfect Windows" (2000), "Pachak Paqari - Cien Amaneceres" (2003), "Estados Unidos Celestes" (2006) y "Amanecidas Violentas" (2009), entre otros libros poéticos. Representó a su país en la antología "Poetry From Around The World" (2000), de Kamalesh Sharma, con prólogo de Seamus Heaney.