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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
2 7 2011
Una escuela viejita y fea por Odilón Moreno Rangel

A faldas del cerro de la Olla estaba la escuela primaria “Siglo XX”. Era una escuela que había sido construida en la época en que Vasconcelos fue secretario de Instrucción Pública. Los muros de los salones eran de adobe, las ventanas de madera apolillada, y el techo de dos caídas, era de teja. El terreno de la escuela estaba delimitado por una barda de piedra. Pero las piedras no estaban pegadas con alguna argamasa, sino que estaban puestas unas sobre otras. A un costado de los salones, había una cancha de fútbol cuya superficie era una mezcla de guijarros y pequeños fragmentos de vidrios y demás basura. El terreno donde se asentaba la escuela, en otro tiempo, había sido un basurero.

La escuela era atendida, organizada, supervisada y protegida por la profesora Florencia. Ésta era una anciana con muchas arrugas, casi tantas como los años que tenía como docente, pero con una vitalidad inusitada. También era bajita, muy bajita, pequeña. Algunos de los abuelos de la colonia contaban que la profesora había estado en la ceremonia de inauguración de la escuela acompañando al mismísimo Vasconcelos, cosa que Florencia nunca confirmó o negó. Lo cierto es que la mayor parte de los habitantes de la colonia habían sido sus alumnos, y que todos, tanto mayores como jóvenes y niños relataban que siempre había enseñado lo mismo y de la misma manera: cosas viejas y feas que a ninguno gustaban.

Las y los jefes de familia, así como alumnos de distintas generaciones y épocas, y bajo diferentes estrategias habían tratado de cambiar a la profesora, pero nunca lo habían logrado. Las autoridades educativas locales y federales decían que no podían remover a la profesora de su cargo porque era en sí misma un patrimonio cultural para la educación de México; representaba un símbolo de un momento histórico clave para la configuración del Sistema Educativo Nacional. Por otra parte cuando los alumnos le reclamaban a Florencia que sólo enseñaba cosas viejitas y feas, ella los amenazaba, les decía que si se seguían quejando se iba a comer el alma a sus hermanitos recién nacidos. Algunos alumnos no creyeron en esa patraña, pero pagaron caro su incredulidad: sus hermanitos amanecieron muertos. Así la tirana logró mantenerse como profesora durante muchos años enseñando cosas viejitas y feas, y aterrorizando a todos los alumnos y a los habitantes de la colonia en general.

Un día uno de los niños fue a visitar a su abuela que vivía en una comunidad del Valle del Mezquital. La abuela le contó al niño de las señoras que se comen a los niños. Le dijo que de noche se quitaban las piernas y salían a volar como aves para buscar su alimento: el alma de los niños recién nacidos. Pero que de día podían pasar como cualquier persona. El niño recordó lo que se decía de la profesora Florencia. Entonces le preguntó a su abuela que si las comedoras de niños podían ser profesoras viejitas. La abuelas respondió que sí. Luego el niño le preguntó cómo podía detenerse a una comedora de niños. La abuela le comentó que si se le colocaba un alfiler al suéter de la comedora de niños, ella no podría moverse jamás de ese lugar a sólo que le quitaran el alfiler.

Cuando el niño regresó a casa, corrió a buscar a sus compañeros de clase para platicarles lo que a su vez su abuela le había relatado. Los niños, se emocionaron dijeron: “Al fin podremos deshacernos de esa maestra viejita y fea que enseña cosas también viejitas y feas”. Todos gritaron de júbilo y planearon la liberación. Al otro día en clase, los niños se arremolinaron en torno a la viejita para preguntarle cualquier cosa. La profesora sintió que se sofocaba, y trató de apartar a los niños. En medio de la confusión, uno de ellos aprovechó para clavarle un alfiler en la orilla de su suéter. La profesora gritó: “¡¡¡Todos a su asiento!!!”. Los niños obedecieron. La profesora siguió hablando y enseñando sus cosas viejitas y feas desde su asiento en el escritorio.

El niño que había encabezado la libración, retó a la profesora, le dijo “A ver ahora cómo le vas a hacer para ya no enseñarnos cosas viejitas y feas”. La profesora Florencia, lo amenazó desde su asiento, pero de allí no se movió. Los confabuladores gritaron de júbilo: “¡¡¡No te volverás a parar!!!”. Los niños salieron de la escuela y fueron a buscar a sus padres para platicarles lo que habían hecho. En poco tiempo los habitantes de la colonia se habían reunido en la escuela, específicamente en el salón de clases de Florencia. Desde allí la anciana, le dijo sonriente al líder de los liberadores: “Sé buen niño y quítame la maldad que me hiciste. Tú sabes de qué hablo”. Por respuesta hubo una carcajada sonora y colectiva.

Los habitantes de la colonia, iniciaron los trámites con las autoridades locales y federales para que la escuela ahora fuera nueva y bonita, y los niños aprendieran cosas nuevas y hermosas. Todo cambió. Ahora hay salones construidos con los materiales más modernos y una arquitectura pensada para el aprendizaje para la vida. Llegaron suficientes profesores formados bajo una rigurosa calidad, para trabajar con los niños. La única parte de la escuela que no cambió fue el aula de la profesora Florencia, tampoco se le quitó a ella de allí. Se le dejó para que siguiera formando parte del acervo cultural de la colonia y de la nación. Es decir, el aula se hizo un mini-museo de historia, una atracción turística. Se cobran cinco pesos por persona para entrar a ver a la profesora viejita y chiquita que por mucho tiempo formó alumnos chiquitos con conocimientos viejitos y feos. Por cierto, otra de las cosas que cambiaron, es que jamás volvió a fallecer otro recién nacido por comido de alma. Ahora la escuela se llama “Pequeños libertadores”, en honor a los niños que lograron sacudirse a la profesora viejita y fea que enseñaba cosas igual que ella: viejitas y feas.

acerca del autor
Odilón

Odilón Moreno Rangel, nació y reside en la ciudad de Pachuca, Hidalgo (México), 1972. Actualmente se desempeña como profesor del Centro de Educación Superior del Magisterio. Es miembro del Comité Estatal de Investigación Educativa de las Escuelas Normales del Estado de Hidalgo. Es psicólogo educativo y actualmente realiza el posgrado “La práctica de los valores en contextos educativos” que convoca la Organización de Estados Iberoamericanos, por formación virtual con la coordinación académica de la Universidad de Barcelona.