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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 9 2011
Ternura y humor en los grabados de Seguí por Mercedes Pérez B.

Como el pintor no pudo asistir, relató vía telefónica a «Clarín», desde París —ciudad donde vive ya hace más de cuarenta años— el por qué de la donación. “La razón es muy simple: hace tiempo me encontré con Laura Bucellato —coordinadora directiva del MAMBA—, quien me habló de la importancia de que un museo en Argentina concentrara mi obra. Y la verdad es que me convenció fácilmente”, sostiene Seguí, riendo (es de humor afable y sonrisa fácil, Seguí).

Usted ya había realizado anteriormente una donación grande de obras al MAMBA, ¿no es así?
Sí, en 2001 había donado unos trescientos treinta grabados. Con esta segunda donación completo y actualizo esa colección.

¿Podría decirse que el MAMBA posee toda su obra gráfica?
Se muestra una gran parte de la obra gráfica que produje desde los años 1952 y 1953. Digamos que el MAMBA tiene el setenta por ciento de mi obra gráfica.

Entrando al museo, inmediatamente se percibe el despliegue de los personajes de Seguí, esos hombrecitos con sombrero tan característicos suyos, esos “hombrecitos-hormiga” urbanos. Ellos lo inundan todo: las calles de las ciudades dibujadas, sus casas, y ahora, también, hasta las paredes de este museo de San Telmo. Son casi como personajes de historieta; divertidos, simples, livianos. Mostrando alegría de vivir.

Hay un hombre entregando un pescado a una mujer: una ofrenda («El regalo»). Hay otro hombre que observa fijamente a una pareja descansar bajo una palmera («En el Caribe» ). Hay un hombre y una mujer haciendo contacto visual, a pesar de no tener ojos («Historia de amor»). Todos estos son grabados de trazos simples, sintéticos y realizados en blanco y negro con una técnica poco usual: el carborundum. Se trata de una técnica bastante nueva –fue inventada a fines de los años ’50– en la que se dibuja con un material específico –una laca o adhesivo mezclado con el polvo de un metal, el carborundum– sobre una superficie. Luego eso se entinta, se pone un papel encima, se pasa por la prensa, et voilà! ¡Nació un grabado! La técnica fue muy utilizada por grandes artistas como Joan Miró y Antoni Tapies. “Me interesa mucho la textura que da ese material”, explica Seguí. “Siempre me gustaron las materias pastosas y fuertes.” En la exposición también hay litografías, serigrafías, aguafuertes y aguatintas. Pero la novedad son, sin dudas, las impresiones al carborundum.

¿Piensa volver a vivir a la Argentina?
Lo intenté varias veces, pero no sé si en alguna estuve realmente convencido. Aquí, en Francia, nació mi hijo, tengo mis nietos… Esperábamos verlo en la inauguración de su muestra, Seguí.
Estuve pensando en ir, hasta tenía el boleto en la mano; pero no, no tuve tiempo. Tengo dos o tres libros que editar –uno con textos de Alberto Manguel–, estoy preparando una exhibición para fin de mes, en una capilla cercana a Tolouse; otra exposición en Miami… Igual, usted ya sabe: soy de los que creen que está bien mostrarse poco.

Esto dice el artista, desde su taller en París. Y hasta por teléfono se le adivina la risa a Seguí, el hombre de mirada amable, el pintor de los hombrecitos.

acerca del autor
Antonio

Antonio Seguí (Córdoba, Argentina, 1934) vive en París desde 1963 y es uno de los artistas plásticos más internacionales de su país. En 1958, viajó a México —donde conoció a David Alfaro Siqueiros—, en el intento de desentrañar la esencia de América Latina. Se desilusionó. Vio en los seguidores de los muralistas una imagen "remanida, académica y casi comercial". En 1963, expuso en la Bienal de Pintura Joven de París, y desde entonces se sucedieron premios y honores. Entre tantos, representó a la Argentina en la Bienal de Venecia; ganó el Primer Premio en el Museo de Lodz (1967), la Medalla de Honor en la VIII Bienal de Grabado de Cracovia (1986) y el Gran Premio Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires, 1990).