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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
1 1 2012
Metamorfosis y dos cuentos de Viviana Ramos Landi

Metamorfosis

No recuerdo cuándo lo vi por primera vez. Seguramente todavía era una nena. Sí recuerdo que quedé fascinada. Alto como un pino, de cabellos largos y rubios, siempre montado en sus motos y fumando. Un príncipe moderno que no me pertenecía ni me podría pertenecer. En los primeros años sentía que ese enamoramiento se mezclaba con un cariño filial que no tenía a quien darle. Me embelesaba con su imagen, como la hormiguita que mira desde abajo una espiga larguísima de trigo, desde lejos, pasmada, absorta. A medida que crecí el trato que creía paternal me fue incomodando porque yo sabía que no era su hija. Y él también lo sabía bien. Lo confesó el día que me dijo que estaría enamorado de mí aunque me casara con otro y tuviera hijos. Entonces me sonó exagerado porque mi vida estaba estancada en el lodo, sin proyectos ni horizonte a la vista. El tiempo siguió pasando y muerta de vergüenza llegamos a la cama. Fue la primera vez, y el hechizo se rompió. No por lo soso de la experiencia que suele ser así para mucha gente sino porque luego de aquel encuentro a escondidas, comenzó a ser para mí como tantas veces le había oído decir a su esposa. Mi descripción, de haberla hecho hubiera sido idéntica. El príncipe que yo había conocido en realidad siempre fue un sapo.

 

 

Jimmy

Era tan hermoso, tenía una mirada de desprotección que te enternecía y encima le daban papeles de hijo no querido o de rebelde que enfrentaba a los padres, que te daba lástima. Y cuando supe que se había matado no lo podía creer. Hubo chicas que se suicidaron por él. Decía “Vive rápido, muere joven, deja un hermoso cadáver”. Estaba muy mal después que tuvo que separarse de Pier Angeli. Todo el mundo sabía que estaban enamorados pero los padres de ella que eran muy católicos no querían saber nada con que anduviera con él. Preferían a Vick Damone que además era descendiente de italianos como Pier. Y al final ella también terminó mal porque después de un tiempo de casada se suicidó. Eran tan hermosos los dos. Me acuerdo cuando se estrenó “Al este del paraíso”. Cómo sufría en esa película, pobrecito, hizo de todo para encontrar a la madre y cuando la encontró ella lo echó. Te partía el alma. Encima el padre lo despreciaba y prefería a su otro hermano, así que no importaba lo que él hiciera ni cuánto se esforzara por complacerlo, el padre no lo podía ni ver. Y en “Rebelde sin causa” estaba divino con esas camperas de cuero, sus pantalones de jean ajustados. En esa trabajó con Natalie Wood, pobrecita ella también. Cuando murió dijeron que se había suicidado pero yo no creo. Para mí la empujaron del yate. Pobrecita. Ella también tuvo mala suerte. Y él hizo tres películas nomás. La otra era “Gigante”. En esa Jimmy estaba enamorado de Liz Taylor pero era un amor imposible porque ella ya estaba casada con el antipático de Rock Hudson. Hay una escena que me hacía llorar de la ternura. Resulta que ella había salido a cabalgar por las tierras del marido y llegó hasta unas poquitas hectáreas que se había comprado Jimmy, porque creía que algún día iba a encontrar petróleo, entonces, cuando ella lo vio, como ya lo conocía, paró para saludarlo y le pidió un poco de agua. Si vos vieras con que desesperación él sale a buscar algo limpio para servirle y con qué ternura le acerca esa agua. Era conmovedor, mirá. Esa mirada dulce, esos ojitos claros, como si le estuvieran diciendo “¿No te quedás conmigo?” Ay, era enternecedor, te juro. Yo lloraba, para colmo cuando la película se estrenó él ya había muerto. Si inclusive en la revista “Estrellas” decían que la última escena en la que él se agarra a trompadas con Rock Hudson la filmaron con un doble porque él ya se había matado con el auto. Le había puesto “Mi pequeño bastardo” era un Porche divino, plateado. Y le habían dicho los del estudio de cine, que mientras estuviera filmando no corriera pero no les hizo caso.

 

 

La fille du moineau

Mi historia no es verdadera,
es solo un sueño que tuve una vez.
Cuando desperté
el sol besaba mi almohada.
Cada noche, cuando me entrego al descanso
busco en vano mi sueño dorado
.
Le vagabond.

Así la llamaban y ella no preguntaba por qué. Alguna vez se tomó el trabajo de imaginarlo. Supuso que era por su parecido físico con una cantante que recorría Francia gorjeando potentemente. Era tan flaquita y desgarbada como esa. Pero nada más. Aunque para que nos comparen con alguien solo hace falta tener una coincidencia, lo demás lo construimos o lo hacen los otros.

Marcelle era hija de un médico. De su madre tenía una foto y una historia mal contada, de vez en cuando y sin detalles. Creció obedientemente, persuadida de que lo que cada adulto le aconsejaba era para su bien y si no por algo se lo dirían. Hizo lo que esperaban de ella: obedeció, estudió, cuidó su salud, se alejó de lo malo y cultivó lo bueno. Cuando se equivocaba se disculpaba y por supuesto las disculpas eran aceptadas. Era higiénica, reservada, respetuosa, bien hablada, pulcra, refinada. No preguntaba sobre aquello que no le querían contar.

Le petit moineau creció. Aprendió lo necesario para atender a su padre cuando se moría. A los 72 años la dejó y se acabaron los consejos, las órdenes, los elogios, se acabó su historia. O la historia de la otra, la que no era.

Cuando el hombre que la formó, la recibió esa tarde de agosto de 1935 en el Hospital Tenon, quién sabe porqué, decidió que se ocuparía muy especialmente de ella. Tenía dos años y medio, estaba sucia, desnutrida y golpeada. Se preguntó qué clase de personas la habrían puesto en ese estado.

Entre un anochecer y la madrugada siguiente decidió todo el plan. La beba sería dada por muerta, convencería a los padres del hecho irreversible y si reclamaban su cuerpo para el entierro les entregaría otro, que por esos días miserables abundaban en los hospitales. No fue tan fácil como pensó pero después del escándalo de esa mujercita borracha y ese hombrecito miedoso, los empujó a ambos hacia el pasillo para demostrarles que ya no había nada más que hacer. Louis Dupont y Edith Gassion, sus padres, no tuvieron más remedio que irse resignados.

Lo demás sí fue sencillo. Pedido de licencia en el hospital, viaje al campo, recomendación de que la cuidaran hasta su pronto retiro y años de mentiras indiscutidas, historias inventadas y creídas por Marcelle.

La noche en que murió la fille du moineau a los 77 años, se escuchaba a lo lejos a la Piaf.

acerca del autor
Viviana

Viviana Ramos Landi nació en la ciudad de San Lorenzo, Santa Fe, Argentina. Cursó allí mismo sus estudios obligatorios luego de lo cual, mientras trabajaba en diferentes empleos estudió durante sus estudios en la Facultad de Humanidades y Artes, en Rosario. Las circunstancias socioeconómicas de principios de los 90`la obligaron a abandonar sus estudios. Más tarde, se graduó como Profesora de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior “Olga Cossettini” de Rosario. Empezó a trabajar como docente en escuelas secundarias y a participar en cursos, talleres y seminarios de perfeccionamiento. Vive en un pequeño pueblo del sur de la provincia de Santa Fe. Ha participado en varios concursos entre los cuales el XLIII Concurso Nacional e Internacional de Cuento y Poesía “Argentina en versos y prosas”, Buenos Aires, 2011; Premiada con la publicación de sus relatos “La fille du moineau” y “Doña Rosa Andrea Estrella”.