(Traducción del francés al español por Maguy Blancofombona) 

Una vivificante “litoralidad” impregna las diez recopilaciones de Kenneth White, que acaban de recibir el premio Alain Bosquet. Desde su infancia en Fairlie, en la costa oeste de Escocia, White quería ser “beach comber”, vagabundo de orillas. “No conozco ritmo que el del mar y del viento — y del vuelo de gaviotas”, escribía en el prefacio de su primera recopilación de poemas — En toute candeur (Mercure de France, 1964). Siguen Le Grande Rivage (Le Nouveau commerce 1980), Atlantica (Grasset, 1996), Les Rives du Silence (Mercure de France, 1997). Recopilaciones bilingües porque White nació en 1936 en Glasgow – pero viviendo en Francia desde 1959—, continúa a escribir sus poemas en inglés (muy bien traducidos por su esposa Marie-Claude White).

 Un mundo abierto

En su última recopilación —antes de volver a su “libro de horas marino” en las “Mémoires d’Armor”—, el “vagabundo de los confines”, continúa su deambulación. De Rouen, que permitió a Verrazzano alzar el ancla hacia un nuevo continente, a La Spezia, donde Shelley se ahogó. Del mar Negro, no lejos del lugar de exilio de Ovidio, a los “confines de piedra” de las Hébridas occidentales, en Escocia, donde continúa con sus observaciones ornitológicas, de Vancouver a Kansai donde lo encontramos “errante por Japón en una suerte de ensoñación”.

Pero Kenneth White, fundador de la “geopoética” es asimismo el autor de numerosos ensayos, desde La Figure du dehors y Esprit nomade (1982 y 1987, Grasset). Evocando sus afinidades con Rimbaud y Segalen, Whitman y Thoreau, pero también con Bashô, propone una poética del “mundo abierto” (es el título que dio a su antología personal editada en “Poésie Gallimard” en 2006) —, un mundo percibido como un “campo de energía”. Ha publicado también varios relatos de viaje, uno La Route bleue (Grasset 1983), obtuvo el premio Médicis extranjero. Son a esos “recorridos” a los que pertenece La Carte de Guido. Un pélérinage européen, donde, como dicen en los Balcanes, “el tiempo camina como reculando”.

Dos regresos a Escocia, su “país natal” (y una estadía en Munich, donde White siendo estudiante vivió en una cabaña), enmarcan los relatos eruditos y pintorescos. De Bilbao a Trieste, de Irlanda a Suecia, de Galicia a la montaña Negra, escudriñando los paisajes, el admirador del geógrafo Eliseo Reclús continúa su exploración del espacio. Uno de los momentos más especiales es la jornada pasada en Albertina, la Biblioteca real de Bruselas, dedicada a contemplar un mapa, realizado por un tal Guido, en Pisa a comienzos de siglo XII. Un manuscrito que mezcla cosmografía y toponimia a un poema narrativo que parece, a través de los siglos, destinado al “poeta cartógrafo” de hoy.