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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
2 3 2013
El río y otros poemas del gran poeta peruano Javier Heraud

EL RIO

Yo soy un río, voy bajando por las piedras anchas,
voy bajando por las rocas duras,
por el sendero dibujado por el viento.

Hay árboles a mi alrededor
sombreados por la lluvia.

Yo soy un río, bajo cada vez
más furiosamente, más violentamente
bajo cada vez que un puente me refleja
en sus arcos.

Yo soy un río un río
un río cristalino en la mañana.
A veces soy tierno y bondadoso.
Me deslizo suavemente
por los valles fértiles,
doy de beber miles de veces
al ganado, a la gente dócil.

Los niños se me acercan de día,
y de noche trémulos amantes
apoyan sus ojos en los míos,
y hunden sus brazos
en la oscura claridad
de mis aguas fantasmales.

Yo soy el río.
Pero a veces soy bravo y fuerte
pero a veces no respeto
ni a la vida ni a la muerte.

Bajo por las atropelladas cascadas,
bajo con furia y con rencor,
golpeo contra las piedras más y más,
las hago una a una pedazos interminables.

Los animales huyen,
huyen huyendo cuando me desbordo
por los campos, cuando siembro
de piedras pequeñas las laderas,
cuando inundo las casas y los pastos,
cuando inundo las puertas y sus corazones,
los cuerpos y sus corazones.

Y es aquí cuando más me precipito
Cuando puedo llegar a los corazones,
cuando puedo cogerlos por la sangre,
cuando puedo mirarlos desde adentro.

Y mi furia se torna apacible,
y me vuelvo árbol,
y me estanco como un árbol,
y me silencio como una piedra,
y callo como una rosa sin espinas.

Yo soy un río.
Yo soy el río eterno de la dicha.
Ya siento las brisas cercanas,
ya siento el viento en mis mejillas,
y mi viaje a través de montes, ríos,
lagos y praderas se torna inacabable.

Yo soy el río que viaja en las riberas,
árbol o piedra seca
Yo soy el río que viaja en las orillas,
puerta o corazón abierto
Yo soy el río que viaja por los pastos,
flor o rosa cortada
Yo soy el río que viaja por las calles,
tierra o cielo mojado
Yo soy el río que viaja por los montes,
roca o sal quemada
Yo soy el río que viaja por las casas,
mesa o silla colgada
Yo soy el río que viaja dentro de los hombres,

árbol fruta rosa piedra mesa
corazón corazón y puerta retornados,

Yo soy el río que canta al mediodía
y a los hombres, que canta ante sus tumbas,
el que vuelve su rostro
ante los cauces sagrados.

Yo soy el río anochecido.
Ya bajo por las hondas quebradas,
por los ignotos pueblos olvidados,
por las ciudades atestadas de público
en las vitrinas.

Yo soy el río
ya voy por las praderas, hay árboles a mi alrededor
cubiertos de palomas, los árboles cantan con el río,
los árboles cantan con mi corazón de pájaro,
los ríos cantan con mis brazos.

Llegará la hora en que tendré que
desembocar en los océanos,
que mezclar mis aguas limpias con sus aguas turbias,
que tendré que silenciar mi canto luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al alba de todos los días,
que clarear mis ojos con el mar.

El día llegará, y en los mares inmensos
no veré más mis campos fértiles,
no veré mis árboles verdes,
mi viento cercano, mi cielo claro,
mi lago oscuro, mi sol,
mis nubes, ni veré nada,
nada, únicamente el cielo azul,
inmenso, y todo se disolverá en
una llanura de agua,
en donde un canto o un poema más
sólo serán ríos pequeños que bajan,
ríos caudalosos que bajan a juntarse
en mis nuevas aguas luminosas,
en mis nuevas aguas apagadas.

 

Refúgienme como siempre en vuestros pechos
Es imposible

A mis amigos

Sólo quiero conocerme
a fondo como siempre,
sólo quiero
descansar en tierra muerta y en olvido.
Yo podría vivir solo
en el mar,
o en los montes,
pero siempre
necesitaría
de unos cuantos,
de un puñado,
de un racimo
de amigos
para pasar las
noches al lado
del café y del
silencio.
Refúgienme
como siempre
en vuestros
pechos,
corazones
alertas.
No sé si
podré
escribir
más
pues
ya
no
puedo
arreglar
este poema
librarme de esta
mesa, librarme
de
esta silla.

 

Poema en el avión

Si acaso me preguntan
dónde estuve
y si insistentes, quieren
averiguar los sitios que he pisado,
les diré.
"Tres meses son tres años,
tres años son tres días,
tres días son tres horas,
y en verdad, en verdad hablando
sólo salí a dar una vuelta
por el parque,
entré al cinema
me tropecé con otras gentes en otras
partes.
Y ya estoy aquí,
nada le ha pasado a nadie,
yo sigo como siempre
admirando los ríos del otoño,
yo sigo como siempre
esperando al verano para maldecirlo,
y conversando con mis viejos
objetos adorados:
y no pregunten más,
que de mí no habrá ya más respuestas".
Bien, yo deberé decirles
a mis amigos "lo he hecho.
Estuve en Moscú.
Aquella vez que volví a casa
me sentí muy derrotado."

 

L: ¿Dónde está Combray? *
J: En el jardín de Swann, en otoño.

Son hojas que recogí del jardín de Swann
un ocho de octubre en Cambray o Illiers,
da lo mismo.
Habíamos tomado el tren hacia Chartres
Lucho, Rachel, yo y Amaranta.
Allí hacía mucho frío,
pero nos consoló una lluvia
que nos obligó a tomar unos coñacs.
Claro, y también estaba la catedral
mostrándonos claras estampas,
sucios laberintos y blancos campesinos
(no pagamos nada por ellas y aún las conservo.)
No había tren para Illiers
pero estaba el autobús esperándonos.
Y mucho frío también en Cambray,
pero había un hotel de la imagen
con cuartos perfectos y edredones de plumas.
Y la paloma aquella que comimos,
y el vino tinto de la aldea,
y el queso natural que allí fabrican,
y el claro pan y el postre de manzana.
Sí, son hojas que recogí del jardín de Swann,
sobre una colina, sobre un puente pequeño
y un arroyo navegable,
pero Lucho se mareaba en la barca y no subimos.
No sé si el pueblo era hermoso,
pero allí estaban la casa de Marcel,
y la magdalena de la tía Leonie,
y la foto de Francisca la dulce,
y el acostumbrado libro de Ruskin,
y Enrique el olvidadizo de Prusia.
¿Qué más había?
Tal vez un retrato de Proust,
tal vez una ventana con vidrios de colores,
tal vez una azucena, un huerto,
un rosal, algunas rosas y estas hojas.