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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
1 7 2013
El año de la lentitud (poemas) de Fulgencio Martínez

TURISTA EN LA METRÓPOLIS

también a nosotros, poetas del pueblo,
nos gusta mezclarnos con lo vivo, con el gentío amistoso;
felices, amigos de todos, abiertos a cada uno.
F. Hölderlin

1
Primero de Mayo en Lisboa.
Al salir de mi hotel barato
sigo una carrera popular.
Saludo con el puño en alto
el tirón fresco del día, su ritmo
de color me llena las manos
de azul nuevo del mar. Y tanto
colorido en la calle
no es solo para mis ojos.
Señalo
—convidados a avanzar con la gente—,
a mi hija de siete años,

el corredor que luce en el dorsal
su número de primaveras. Vamos
contentos adonde quiera el destino.
En un mercadillo compramos
una barra de pan y nos invitan
a marisco. Tocan unos gitanos
en su guitarra canciones de España
para nosotros. En un bar del Chiado
(era antes del último incendio)
dos viejos nos recomiendan un plato;
comemos por unos escudos. Poco
cuesta ser feliz y les invitamos
a vino y sardinas. Nos creen turistas
y somos sus camaradas y hermanos.


2
(Veinte años después)
1 de Mayo, 2012

Este hombre sin historia
que viaja frente a mí en el tranvía,
de pie, con los brazos dolidos
de sujetar una barra cada vez más alta,
para asegurarse el equilibrio,
por un momento se mete las manos
en los bolsillos de la gabardina,
descansa de su incómoda postura.

La calle del presente se ha parado
en un punto sin sombra: duele ver
entre las hojas de los calendarios
la fecha de hoy; una fecha inmóvil,
tan ausente de compañía
de millones de islas de tiempo
pasado o futuro. Y una fecha así
es la letra del año.

Esta fecha es una calzada lenta
que graba con su no transcurso
(pese a que nos desplacemos deprisa
por ella, encima de ella, a su costado)
una dura verdad en nuestro rostro.

La Historia no solo la escriben,
la secuencian, detienen, aceleran,
la disuelven los poderosos.
Debajo, siempre ha estado el otro,
el pobre, el explotado, la víctima.

Este hombre sin historia,
que viaja frente a mí en el tranvía,
¿sabe de dónde viene, adónde va?

Despacio va el tranvía por las calles
en cuesta.
De pie, mira
al suelo un hombre gris,
aplastado por la ola de viajeros.

El tranvía
en las calles estrechas
baja, sube como el brazo de ese hombre
sin espacio donde extenderse libre
de la presión de rieles,
cables, hombros, espaldas y cabezas.

Sube, baja el tranvía,
y toma ya, al trote,
el barrio bajo céntrico y se pierde
en las grandes avenidas urbanas.

De pie, mira hacia el suelo el hombre
en las avenidas metropolitanas.
¿No aprecia usted las vistas
de hermosos edificios
de Hoteles y Corporaciones
y Bancos nacionales?
Ahora se apea y sigue
caminando la acera el hombre
que se parece a Fernando Pessoa.


SOL EN ÉFESO

El sol es nuevo cada día.
Heráclito de Éfeso

Invita el día
a cometer pequeñas distracciones,
olvidos voluntarios, deliciosos.
A no llamar
experiencia al simple rodaje,
a buscar la experiencia
en cada deseo en punta.

El sol recuerda cuando era muy joven.
Los labios griegos, con sangre de Oriente,
de las muchachas de Éfeso
son los de estas muchachas:
el oro rojo de sus labios
de púberes que estrenan hoy su brillo,
renueva la llamada de la fertilidad,
un rito siempre nuevo y siempre hermoso.

Aunque las dos imágenes
no pueda unirlas en su dirección...    
Sugiere el día gritar un propósito
en la luz,
no importa si equivocado,
para oír una voz amiga o enemiga,
que responda, ¡por piedad!, ahí fuera.

Y una ola de vida sentimos, el canto
        corporal, a coro, de un grupo de ninfas
        que aparecen, por sorpresa, en la luz.
        Y creemos en la verdad de la sensación
        como los secuaces de Epicuro.

 

 

ORACIÓN POR ANTONIO MACHADO

Se fue con su canción
al umbral de un reino silencioso.
Nos dejó a su espalda el trabajo
de encender cada día el hogar
con rabia al mañana vacío.

Enseñó lo que pueden hacer
juntas la rabia y la idea,
supo hacer del llanto belleza.

Luchó el maestro por una España
clara, donde el cielo fuera amigo.
Por sacarle a su tierra la espina
que durante siglos le dejaron
clavada; no renunció Antonio
a soñar un futuro mejor.

Hoy que enmudecen su estatua
los hielos del imperio, he querido,
         humildemente, leer junto a ti

los versos de Antonio Machado
para infundirte ánimo y fe
en estos tiempos difíciles.

Si alguna vez la poesía
llevó un aliento de esperanza
a alguien, si a una sola mano

ayudó a levantarse, suplico
hoy más que nunca, al dios
de los poetas, que sea generoso
contigo, joven amiga.

 

DERECHO A MANIFESTARSE

A la isagoría, rayo de la democracia

El poeta es el bululú que representa
todos los personajes de una historia
civil; aprende en los nidos del presente
a tomar altura y ensanchar el tono
con una generación que recién sale
de los jardines de infancia y sacude
las cartillas del paro y las alfombras
de palacio, lanza consignas y llena
las plazas, sube ahora a los escenarios
que el viento rajó y saqueó el óxido.
A esa juventud que mira un mundo nuevo,
que reclama la libertad de la calle,
la democracia real, no la de mentira
de rey y corte de corrompidos políticos;
a los jóvenes que adelantan un mundo
menos injusto, en que renacen las cenizas
de la democracia con la isagoría,
un mundo que quizá yo ya no lo vea;
a la juventud que canta un verso nuevo,
salud siempre, de parte de un viejo poeta.