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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
3 3 2014
La No Mañana, de Valentín Sobrado.

HOMBRE

La mirada se me dobla
Las campanas no me miran
Las armas me pesan en las manos
Y las sabanas no me cubren
No me alcanzan
No me velan

Siempre alcoholizado
Una verde mañana
Una negra mañana
Una no mañana
Arrugas
Aspirinas
Padecería

Mi padre mira
Me pregunta su silencio
Recuerda mi aliento

Hay barba en mi rostro
Hay ropa y también tengo zapatos
Mi padre sabe que sólo hay eso
Una barba
Unos zapatos
Campanas que nunca llegan y una sabana que no tapa
Que no alcanza

 


ESTADO NACIENTE

La enfermedad trepa, trepa, se mueve. En la enfermedad se reza, se pide. Se habla con la nada.
Kilos sobre la espalda y sombras sobre los sueños.
Enfermaste ciudad. Enfermaste en el camino entre sombras y lunas nuevas. El susto creció en una avalancha de miradas. Varada en tu casa, en tu cama, varada en tu propio cuerpo.
Te negaron tus recuerdos. Te vendieron la belleza. Nos llamaron los feos, los más feos.
Chasquea los dedos. Que se despierte tu perro, dile que le cuente un cuento al enemigo.
Que las sombras que te atormentan le salgan rostros. Que te miren. Diles que ya no te asusta el silencio. Que se vayan o mejor que platiquen. Que la ausencia de su carne no se vuelva una cárcel.
Que tu voz sea la llave, el consuelo para su noche. Convídales de tu sueño cómo se convida una bola de nieve.
Diles que tú no vas a estar ahí por siempre. Que mejor busquen su rostro en los panteones, en los árboles.
Que volteen hacia el cielo; a ver si de pura misericordia les cae un recuerdo, que se pongan sus rostros aunque sea ya muertos.
Diles que todavía no quieres ser sombra, que prefieres ser vivo aún con su reflejo en el espejo. Qué prefieres este rostro; el más triste, el más desolado. Cómo decirlo; El más lleno de sombras.

 


EL ENGAÑO

Los gatos se chupan
Cierran sus ojos con tal ternura

Unas flores desacomodadas sobre la mesa
Una ventana empañada
¿Quién diría que se acaba de cometer un crimen?

Un gemido
Un engaño
El gato derramando ternura

Dilata la pupila de un escritor
Despiértalo con tu gemido
Que sea viejo
Uno que tosa cuando escribe
Que tenga el pulmón podrido
Que nos pague por ver
Que le haga un poema al gato
A las flores

Que hable mal del engaño
Que le componga un poema
Dile que un día despertaste arañada
Chupada
Y desbordando ternura

 


D.F.

El D.F.
una pesadilla
Mándalas en su cielo y veneno en sus mandíbulas

Las sombras ya no se aguantan las ganas de vivir
los vivos ya no se aguantan las ganas de morir

Pienso en las bodas

El DF es una pesadilla
mándalas en su cielo
y veneno en sus mandíbulas

La muerte
Se pasea por las calles
Se mea en ellas

Las novias estatuas de la calle de Uruguay mueren por que las toquen
Porque las miren
Porque las orinen

El DF es una pesadilla
Mándalas en su cielo y veneno en sus mandíbulas


La mugre es el signo
La totalidad
Tacos contaminados
Niños contaminados
Sueños contaminados

El DF se rasca
Se sangra
Se cansa

 


MIMOS VIEJOS Y TRISTES PASADOS DE MODA ATRAPADOS EN SU INÚTIL SILENCIO

Poesía plástica
Enferma
Estética
Tan bella
Tan inhumana
Flaca
Vacía

 


LOS ESCRITORES

Los escritores son la maldición del mundo.
El mundo por su parte no puede más que intentar una sincera discreción.

Los lectores; pobres funámbulos sin cuerda. Son el origen del problema.

Los escritores son la maldición del mundo.
Cortan con su navaja de obsidiana que traen por lengua y luego se hacen los ingenuos, los que no saben nada.

Desgajan las palabras, las vuelven suyas, se las adueñan y luego uno tiene que comenzar a entenderlas de nuevo.

Miserables; su pobreza es tan grande como una fuente sin agua.

Quieren más, siempre más, no se conforman con hablar de la soledad.
Cuando la fuente se llena; la vacían; la exprimen con sus letras. Quieren más; les gusta la miseria, la provocan; esclaviza su riqueza.

Juegan al póker ganándolo con un par, una tercia, un full. Nunca esperan la flor imperial, la detestan. Su as es siempre la pobreza.

Juegan a ganar perdiéndolo todo, se vacían.

Pobres escritores, aburren.

No saben que ya fueron niños.