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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
2 5 2014
Nahuel y la verdad por Elisa Martínez Salazar

Nahuel estaba loco. Al menos eso pensaban los demás. No, es que no saben cuál es la verdadera verdad. No están listos para ella. Aquel día, la locura le amaneció revuelta. Se estuvo rascando los oídos desde la madrugada y, cuando a las nueve de la mañana pensó morir, un caballito de mar salió volándole de un oído. ¡Putísima madre! Las cosas que pasan cuando se descubre la verdadera verdad.

Era su cumpleaños número treintaitrés. Ya para el mediodía una virgen de dieciséis años había nadado a su alrededor –flotando en el aire- unas cuatro veces. Ella abría la boca para parir burbujas azules. Nahuel las reventaba con los dedos y fue así como se enteró de su historia: Akira, de las Pléyades, pelo de arena, expulsada de las estrellas por dar su amor a quien lo pidiera. Gracias a la verdadera verdad, las conozco más que sus propias camas. Las mujeres quieren hombres-espejo, pero como desde niñas creen mentiras, ni lo saben. Estaba perdido en esas reflexiones cuando llegó la hora de la siesta.

El pueblo dormía. El sol quemaba los techos. La brisa de la playa apestaba porque ese mes hubo muchos muertos. Apenas se quitó la ropa para tenderse en el colchón, las escuchó por séptima vez. Era un susurro casi imperceptible, un canto de sirenas. El sueño lo rescataba, pero para evitar perderlo, las voces gritaron:
—¡Nahuel, Nahuel! Ven a vernos al agua. ¡Nahuel, Nahuel!.
Al principio, las ignoró.
—¡Nahuel, Nahuel! Solo esta tarde. Nahuel, Nahuel, solo hoy.
—¡Cállense!. —Escondió la cabeza entre las almohadas, pero el estruendo despertó a su mujer.
—Nana, despiértate que tienes los sueños malos otra vez.
—No, Pucha. Te dije que no son sueños malos. Las Marías quieren terminar de contarme la verdadera verdad.
—Déjate de pendejadas. Esas mierdas tuyas me asustan.
—Cállate y duerme, pero recuerda lo que te dije hace una semana. Si la playa se pone roja, coge al niño y vete corriendo a la iglesia. ¿Me entiendes?.
—Me tienes harta con eso. Cógelo y llévalo tú si te da la gana. Yo no le corro a nadie porque sí.
Temía que Pucha no le creyera. Nahuel logró dormir por veinte minutos, pero las Marías seguían llamándolo. Sus voces de nereidas insistían. Pasó una mano por la mata de pelo crespo de Pucha. Veinte años juntos y en ese instante, supo amarla. Sentía cólicos en el vientre y miedo en el pecho.
—¡Nahuel, Nahuel! Ven a vernos al agua.
¿Cómo resistirse ante el poder de los dioses? Pasó por el cuarto de Tulio. El niño se había dormido abrazado a un barco de papel. Un día, mi muchacho será pescador. Los peces más grandes irán a su red y entonces, será entonces cuando limpiará mi nombre. Dirá que su padre conoció la verdadera verdad.

La playa estaba desierta. Varias nubes grises tapaban el sol. La brisa olía a rosas blancas y a lo lejos, sobre el agua, estaban las Marías. Iban vestidas con túnicas amarillas, cadenas y anillos de oro, descalzas y con los labios color carmesí. Sonreían. La cargaban sobre los hombros como el primer día. Un cometa verde atravesó el cielo.
—¡Nahuel, Nahuel! Ven que te vamos a decir.

Era también Su cumpleaños número treintaitrés. Lágrimas del color de la luna caían por Su rostro. Las Marías Le cargaban la cruz sobre los hombros y Él, resplandeciente, dormía como un rayo de esperanza sobre el mundo, en los tiempos más oscuros.
—¡Nahuel, Nahuel! Es mentira lo que te han dicho. La cruz vive en el fondo de esta playa.
¿Quién hubiera pensado que la verdadera verdad sería tan sencilla? Nahuel oyó la voz de Tulio, pero Él era tan hermoso y las Marías tan lindas, que era imposible detenerse.
—¡Nahuel, Nahuel! Tú eres como Él y también tienes tu cruz aquí, en el mismo fondo, al ladito de la Suya. El mundo se acaba Nahuel, pero tú estarás bien. Ven a vernos, Nahuel.

Sumergió los pies en el agua. Las Marías y Tulio lo llamaban desde extremos opuestos de la vida. Su cruz lo esperaba. Rezó a los santos de la costa caribeña para que recordaran a su familia. Las Marías comenzaron a llorar sangre. La corriente esparcía el néctar, mezclándolo con sal marina y lágrimas lunares. Akira apareció otra vez con sus burbujas azules y le ofreció su amor. Nahuel, bajo el agua ya, intentó en vano respirar y gritó con todas sus fuerzas:
—¡Pucha, coge al niño y vete corriendo a la iglesia!

acerca del autor
 Elisa

Elisa Martínez Salazar nace en la ciudad de Santo Domingo en 1989. Es autora del poemario “Desvelo, silencios y recuerdos” (Granada, 2012). Su trabajo ha sido incluido en las antologías “Desde el Corazón II” (Madrid, 2013) y “Otoño e Invierno” (Madrid, 2014), de poesía y narrativa respectivamente. Escribe en inglés y en español. Disfruta del rap.