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Homenaje
2 5 2014
Gabriel García Márquez: ¿realismo mágico o "comprometido"? por Héctor Loaiza

El editor argentino, Francisco “Paco” Porrúa, que la publicó por primera vez en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, declaró que al terminar de leer en los años 1960 el manuscrito inédito se dio cuenta de “que se trataba de una obra excepcional” (2). García Márquez contó la historia de un pueblo mitológico, Macondo, un mundo aparte que es una metáfora de su país y del continente iberoamericano. Como lo escribe el crítico literario peruano José Miguel Oviedo, “todo allí es posible: seres más que centenarios, que procrean gozosamente hasta la ancianidad, apariciones y diálogos con espíritus, alfombras que vuelan, monstruosidades y destrucciones sobrenaturales, presagios e inventos disparatados, plagas y diluvios, etc.” (3)

Otros grandes escritores hispanoamericanos habían hecho lo mismo —siguiendo los pasos del escritor norteamericano Faulkner con el condado ficticio de Yoknapatawpha—, lo siguió el mexicano Juan Rulfo con su pueblo mítico, Comala, donde se desarrolla su novela Pedro Páramo. Y la saga de Juan Carlos Onetti en una ciudad imaginaria, Santa María, una sublimación de Buenos Aires.

Afirmar que “el impacto [de Cien años de soledad] contribuyó a la notoriedad internacional de otros escritores del boom latinoamericano de Juan Rulfo a Mario Vargas Llosa, pasando por Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Carlos Fuentes” como lo sostienen los autores del artículo de Le Monde, peca de un desconocimiento de la historia de la literatura latinoamericana.

Antes de ser editada por la Editorial Sudamericana en febrero de 1967, se publicaron fragmentos de Cien años de soledad en las revistas literarias "Eco" de Bogotá, "Mundo Nuevo" de París, "Diálogos" de México y "Amaru" de Lima, esta revista era patrocinada por la Universidad de Ingeniería (UNI) y dirigida por el poeta peruano Emilio A. Westphalen. Entre los amigos, estudiantes de Letras de la Universidad de San Marcos, aprendices de escritores y poetas, y yo mismo devoramos ese fragmento que nos impresionó por su estilo que el crítico literario peruano José Miguel Oviedo describe como “placentero y límpido” (4).

Después del éxito rotundo de Cien años de soledad en Buenos Aires y en Latinoamérica, en un diálogo público entre García Márquez y Mario Vargas Llosa sobre la literatura latinoamericana en una sala repleta de la Facultad de Arquitectura de la UNI en setiembre de 1967 (5). El mismo García Márquez confesó que su obra le debía mucho a Jorge Luis Borges, autor a quien admiraba por su estilo y a quien leía todos los días. Yo lo vi como a un caribe, pícaro, que respondía con humor a las preguntas de Vargas Llosa. Vestido con una de esas camisas de colores llamativos, extrovertido y despidiendo empatía hasta por los codos.

Su fabulación literaria no era erudita —como la de un Borges—, sino que se nutría de la vida y no es casual que uno de sus últimos libros tuviera como título Vivir para contarla (6). Esa imaginación desenfrenada —que impresionó tanto en la vida cotidiana a Mario Vargas Llosa cuando ambos escritores eran amigos íntimos— le llevó a describir a uno de sus personajes, Remedios la Bella, subiéndose al cielo levitando. Imagen que el cineasta italiano, Pier Paolo Pasolini, retomó de igual manera en su película Teorema (1968).

El autor de Cien años de soledad extrajo de su memoria sus propias vivencias y los relatos que oyó contar a su abuela paterna. Las fuentes de su materia novelística, según José Miguel Oviedo, fueron transmitidas por tradición oral, sus recuerdos familiares que se transfiguras en imágenes míticas de un tiempo más allá del tiempo y la recuperación de mitos populares (7). El mundo que narra García Márquez pertenece todavía a las generaciones que cultivaban la transmisión oral, mucho antes de la irrupción de la radio y la televisión.

Carlos Fuentes fue el primero en leer los tres primeros capítulos de Cien años de soledad y contó: “Toda la historia ficticia coexiste con la historia «real», lo soñado con lo documentado, y gracias a las leyendas, las mentiras, las exageraciones, los mitos… Macondo se convierte en un territorio universal, en una historia casi bíblica de las fundaciones y las generaciones y las degeneraciones…” (8). Otro de los primeros lectores de la obra, Julio Cortázar, declaró: “Gabriel García Márquez aporta en estos años otra prueba de que cómo la imaginación en su potencia creadora más alta ha interrumpido irreversiblemente en la novela sudamericana, rescatándola de su aburrida obstinación en parafrasear la circunstancia o la crónica. Sólo así, inventando, Macondo, llegaremos a pisar firme en Guanahani. El grito de Rodrigo de Triana empieza a salir del mito amable, a designar nuestra verdadera tierra, nuestros verdaderos hombres.”(9)

Otra incongruidad del artículo de "Le Monde" es la de afirmar que García Márquez se consagró a “sostener públicamente sin estados de alma aparentes, al régimen de Fidel Castro”. Nos preguntamos ¿por qué el escritor colombiano se refugió en México y no en Cuba para pasar las últimas décadas de su existencia? El expresidente de México, Carlos Salinas, explicó: “no es que él se acercara al poder, es que el poder se acercaba a él”. Durante el éxodo masivo de los cubanos en 1994, el entonces presidente Salinas le pidió a García Márquez de ser mediador entre el presidente norteamericano Bill Clinton y Castro para poner fin a la crisis migratoria. Y así lo hizo.

Como testigo de su época, García Márquez estaba fascinado por los usos y abusos del poder que le impulsaron a escribir una novela, El otoño del patriarca, que no tuvo el éxito de Cien años de soledad o de Crónica de una muerte anunciada (10), fue criticada con ironía por Vargas Llosa en uno de los cursos de verano que dio en la Universidad Complutense de Madrid al declarar que era una mala novela. En El otoño del patriarca, García Márquez escrutó con parsimonia la vida y los supuestos milagros de un dictador latinoamericano, que más tarde reveló que se trataba de Aureliano Buendía —uno de los principales personajes de Cien años de soledad—, si hubiera tomado el poder. La crítica literaria comparó al patriarca con dos de sus grandes amigos Fidel Castro y el general Omar Torrijos que gobernó Panamá de 1968 a 1981.

Según el biógrafo de García Márquez, Gerald Martin, la relación entre el escritor colombiano y Fidel Castro, su cercanía con los estadistas, Felipe González, Bill Clinton y François Mitterand se explicaría por su enorme fascinación por el poder. Plinio Apuleyo Mendoza, amigo de García Márquez, entre los años 1960 y 1980, en su libro Aquellos tiempos con Gabo (11), interpreta que la simpatía por Fidel era por la personalidad carismática y compleja del “caudillo” latinoamericano y no por la “burocracia (comunista cubana)”. El caudillo formaba parte de los mitos de su infancia, sus recuerdos ancestrales y estaba latente en sus cuentos y novelas. Ante los ojos del escritor, Fidel es una leyenda viviente, una nueva representación de Aureliano Buendía. Llama la atención que García Márquez no cultivara la amistad de Daniel Ortega en Nicaragua o de Hugo Chávez en Venezuela. Su fascinación es con el poder y no por el poder. Esa es la diferencia que lo separa de un Mario Vargas Llosa —candidato a la presidencia del Perú en 1990—, ya que al escritor colombiano nunca le interesó el ejercicio del poder político.

Y para concluir, el fenómeno de la carrera literaria universal de García Márquez y la del "boom", pertenecen todavía a lo que se llama, la galaxia Gutenberg, asociada a los inicios de la era del audiovisual. Las nuevas tendencias de la literatura colombiana –y latinoamericana— van más allá del “realismo mágico” (la fabulación de la realidad) inventado por el guatemalteco Miguel Angel Asturias y el cubano Alejo Carpentier, y reeditado con talento por García Márquez. Las nuevas generaciones de escritores de México, Colombia y Argentina cultivan un realismo a ultranza y se inspiran de los problemas de las sociedades urbanas, dentro del contexto del desarrollo pasmoso de Internet y la mutación del libro, en su versión digital.

 

 

(2) “Los secretos del primer editor de Gabriel García Márquez”, puesto en línea primero el 12/03/2007 y después el 17/04/2014 en el sitio en español de la BBC de Londres.
(3) “Macondo: un territorio mágico y americano” por José Miguel Oviedo, incluido en el libro “Asedios a García Márquez”, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1969.
(4) Id.
(5) La transcripción fue editada con el título “Gabriel García Márquez – Mario Vargas Llosa, la novela en América Latina: diálogo”, Carlos Milla Batres – Universidad Nacional de Ingeniería, Lima, 1968.
(6) Grupo Editorial Random House Mondadori, Barcelona, 2002.
(7) En el ensayo de José Miguel Oviedo, incluido en el libro “Asedios a García Márquez”.
(8) Extraído de “García Márquez: Historia de un deicidio” (ensayo) por Mario Vargas Llosa, Barral Editores, Barcelona, 1971.
(9) Id.
(10) Publicada por primera vez en 1981. Fue incluida en la lista de las cien mejores novelas en español del siglo XX del periódico español El Mundo.1
(11) “Aquellos tiempos con Gabo” por Plinio Apuleyo Mendoza, Plaza & Janès, Barcelona, 2000.