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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
6 10 2014
La columna que era Vigas por Santiago Quintero

Su obra en sí misma, es un altar de creatividad e ingenio, donde se reúnen vida y talento para hacer migrar la realidad hacia el espacio futuro donde se encuentran los horizontes de lo posible con lo mágico de lo inédito. Sabía que la obra trasciende si lleva tras de sí, la posibilidad que la huella no sea un cifrado del pasado sino un mensaje del futuro, para transformar la realidad al traducirlo. Por ello su plástica es síntesis de todos sus tiempos, que fueron muchos, pero que consciente reflejó en una mirada de confluencia que siempre le permitió ser árbitro ecuánime de sus conflictos.
En Vigas, los cuadros son retazos de cinematografía que pretenden secuenciar  la visión para que pueda ver el relato en imágenes del suceso conocimiento, cuando éste es interiorizado para nunca más ser mero espectador, sino para activar todo lo que dentro de sí tenga el vasto universo que lo mira. En ese sentido, Vigas introduce la visión microscópica de la pintura para hacer macroscópica sus interioridades. Observamos al cuerpo humano como una entidad que deja entrever cual citoplasma celular, los organelos esparcidos en su taller, cada uno de ellos con su personalidad, encapsulados para proteger su identidad oculta del todo y para seguir siendo específicos frente a la periferia que los contiene. Están dispuestos a nacer y a originar otras cosas, que no se imaginan el creador ni los observadores de la obra, pasará de seguro y lo improbable, lo no predecible, ocurrirá. Por eso siempre había esa satisfacción que se fue haciendo más plena en la medida en que los años pasaban y la mirada parca y lejana se vino haciendo más cercana mientras al límite de su tránsito se acercaba.
Por eso, cuando recorremos los patios de la Universidad, cuando la luz ilumina nuestros conceptos al transitarla, una columna se hace común cuando escuchamos el murmullo de las multitudes. Esa columna de nuestro pensamiento que se interiorizó en lo más profundo de nuestra visión, y nos impregnó nuestras vestimentas perceptibles, es la columna que fue y sigue siendo la vida de Oswaldo. Él la concibió para que se siguiera reproduciendo y transmitiera su ADN a través de la respiración mitocondrial de sus efluvios e inspiraciones. De esa manera, la hizo propia y nunca ajena; se aseguraba que parte de él fuera a compartir la vida de quien observara su obra. El poeta nunca dejó de serlo como en el primer premio, el pintor siempre fue consciente de su precariedad a pesar de los momentos de celebración con sus amigos, con los que desde un principio compartió sus quimeras. Los murales de su arte, son vitrales que reflejan e iluminan las vidas que los observan para darle un patrimonio colectivo en el cual viajar y recrearse, una gran fiesta de formas sostenida por la columna que era y sigue siendo Vigas.

acerca del autor
Oswaldo

Oswaldo Vigas nació en Valencia (Venezuela) en 1926. A los 16 años, recibe el primer premio del Salón de Poemas ilustrados en Valencia y realiza su primera exposición individual. A partir de 1943, hace muestras individuales y participa en colectivas en los Ateneos de Valencia y de Mérida. En 1949, obtiene el 1er premio del Salón de pintura en el Ateneo de Valencia. Entre 1950 y 1952, expone varias veces en Caracas en el Museo de Bellas Artes. En 1952, gana el Premio Nacional de Artes Plásticas y el Premio John Boulton. A fines de 1952, fija su residencia en París, donde al principio estudia en la Escuela de Bellas Artes y después expone en galerías y museos. En 1964, regresa con su esposa francesa Janine Castès a Venezuela. Desde ese año hasta la fecha, sigue exponiendo sus lienzos, sus tapices, sus esculturas y sus cerámicas no sólo en su país natal sino en EE.UU., Francia, otros países