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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
1 6 2015
Selección de poemas de La Barata de Santos López

La Barata

“En los ojos vivos arden las ambiciones;
en las cuencas de los muertos
se desvanecen las ilusiones”, Ellos dijeron.

La Barata está en una orilla, sin forma ni dimensiones. Por tanto, su única imagen, nada arbitraria, son todos los seres que repiten su final de la misma manera que su origen. Es el hacer continuo de su círculo, cuyo centro en esta época es caer sin tiempo en su servidumbre.

“La cabeza de un muerto
nunca tiene piojos”, Ellos dijeron.

Los grandes bocados de los cementerios, esa comarca de ríos y ruedas, que sin saber adónde se han ido, como el nuevo milenio de tres ceros, son el último momento de la noche que llamamos Dios Nuestro. Así se exhibe el gran poder del alma sobre el cuerpo, como blanca montaña rodeada por una dormida nube. Una ceniza pisoteada por doquier, bajo tierra, hace de azar terrible. Jamás nadie en el tiempo ha escalado su cumbre ni su alianza.

Ellos dijeron:
“Si barremos la casa o nuestro sendero,
la basura siempre llega al basurero”.

¿Qué tostado lenguaje utilizan como final las ambiciones?
El de un loco. Que a la final se arranca los ojos o el corazón vuelto nada. ¿Y en ese instante, de qué color son sus ojos? ¿Qué habrá visto en ese dolor insoportable? La desgracia redondea su destino dejado ayer. Aterrado en el caos porque Ellos dijeron: “No pasarás”.

“Un guerrero muere en la batalla,
un bañista muere en el río,
un mujeriego muere in fraganti
y un cuchillo pierde su filo
al cumplir su labor”, Ellos dijeron.

Alguien en mí muere dormido. Pero no se va, tampoco podría retornar. Sonríe y llora a la vez. Yo sabía que mi recorrido sería largo o interminable. No sé. Extraviado, sólo alcancé a ver en el oriente una sombra. Era mi madre. Abracé con intimidad su manto. La dormida dulzura del espacio, sin rotaciones, me hizo caer en cuenta del alba. La respiración es la intención. Una resonancia de haceres entre todas las cosas crean la subjetividad, la flor de un más aquí adentro.

Ellos dijeron: “En la casa de La Barata
no pueden faltar cabezas;
si hoy no está disponible una fresca,
ella encontrará alguna seca”.

Ella enfría en su cocina las conciencias que ha cortado; a pesar de oír perdones, ojear lágrimas, beber el mutismo y animar el miedo, sus manos, en la desolación, nada tienen que hacer. Sopla en secreto una borradura, lo nuevo oscuro. Aquellos que abandonaron su tierra, que no pidieron amor y recibieron un ovillo de señales en sus cabezas -sólo sus cabezas enajenadas- y querían la salvación en el Día de los Muertos. Poco se entiende lo que canta La Barata antes de comer, su encantamiento. Sola, sola, totalmente sola, está ante su gran banquete.

“La Barata compra y compra;
saca la mano de su bolsillo
y paga con migas por un beso
limpio en tu mejilla”, Ellos dijeron.

El río del amanecer alienta la rosa que brota de la sangre. Los primeros años lumbares, la juventud como marea en luna llena, la relojería de la mitad de la vida; y el enterramiento del sol, sacrificio del alma, color del alma, hueso del alma envuelto en velos y manteles para ser incinerado y bebido y que le duela a quien le duela, a los pobres, los que sólo reúnen experiencias. El río va a la desembocadura, pero no siempre llega al mar.
 
“Nadie se muere de golpe.
Morir es fácil y sencillo
y los muertos son iguales”, dijo La Barata.

¿A dónde hemos sido arrojados? ¿A dónde nos precipitamos? Si no es a nuestro propio espíritu. No es a la sombra de lo real, que la imaginación alcanza: ese conocimiento de las cosas, del mundo y el deseo. En cuanto a la fuente, cualquier semilla que cultives te dará un fruto que se conoce a sí mismo y en sí mismo lo conoce todo.

“Sólo me verás de espaldas”, Ella dijo.

¿Cuerpo animado o alma encarnada? Llevas adentro un muerto unido a ti por un hilo, lo llevas por doquier, es un agradable antepasado del agua que nos enseña a orar sin representaciones del tiempo. Este desdichado quiere ser atendido, que le hagan caso como a un contador de los días, pero la piedad no es suficiente. El cuerpo siempre sabe cómo morir y cómo nacer, pero la palabra no.

Ellos preguntaron: ¿Cómo morirás?
Y tú escuchaste: ¿Cuándo morirás?

Sentado sobre un cadáver medito en el arte de la media muerte: ¿Acaso debemos vivir siempre cerca de los cementerios, los oscuros molinos? ¿Cómo morir: llorando o sonriendo?, ¿de negro o de blanco?, ¿huérfano o enamorado? La vida, sin divisiones de hambriento y con sudor de orgasmo y sueño de la muerte, dispersa los bordes y las fronteras. El primer paso es el último: perder lo conocido, la palabra.

“Es Yahvé mi pastor; nada me falta.
Me hace recostar en verdes pastos
Y me lleva a frescas aguas”, Ellos recordaron.

El aire que respiramos lo hemos convertido en piedra. Nuestro aliento es ciego. Fuera de la morada, conocemos en subasta la mordedura, el beso y el amor de La Barata. El hombre paga su precio sin humillarse para que Dios la soporte. Aunque hables de La Barata con elogio, siempre te cobra la vida.

“A La Barata
ni temerla ni buscarla;
hay que esperarla”, Ellos cantaron.

Con amor uno despide su última palabra: “Yo soy El que soy”. Un principio que habla y ama. Llegas justo al trono de La Barata.
Contigo el mundo se va, todo pierde significado. Quiero refugiarme en ti, desamparado. Poner mi aliento en tu urna. Amarnos y reírnos hasta el alba. Y gemir. Tatuados en un corazón sin sombras. Mártires compartiendo un beso. Óleo perfumado, tú. ¡Aahh!. Si Dios es abundante, insaciable en este amor, dentro de tu pubis estallo, nadie en mí, nadie en mí, nada; pero di mi nombre en todo lo que acaba.

Entonces… preciada Barata, no evadas mi sonrisa, mi amor y mi silencio.

 

Ladrón de huesos

He desenterrado tu hueso pélvico
Para hacer un amuleto,
Usarlo y llegar adentro,
Donde mi alma es falsa, verdadera,
Arde en deseos,
Y no necesita patria ni Dios;
Porque ella muere en mí y todo desaparece.

(Soy ladrón.
No coleccionista de huesos.

¿Qué le hacen a los ladrones?

Nada. Nadie nos culpa,
Somos minoría sin rostro en este país)

He colgado tu hueso pélvico como un espejo
En la cabecera de mi cama.
Y me acuesto a observarme:
Pasar a gatas por su través:

¡Mira cuántos lugares aparecen,
Cuántas formas, cuántos vacíos
Cuántas hermanas del tiempo existen!
Ninguna está primero,
Tampoco de última,
Son mías, no son mías.

He pulido tu hueso
Como si fuese de otro mundo,
Es un adorable oro con fragancia.
Aquí yace tu semilla, indefinible;
Está, no está.

“Aprende a morir”, Ellos dijeron.

Y si alguien pregunta por tu miedo,
Si lo contemplas en todo su misterio,
Experimentarás ese terror
Propio del asombro
Hacia la desaparición y la nada.

 

Aroma de piedra

Meto cuidadosamente la mano dentro de una piedra
    para remover su aroma
    y dejar un puñado de oro.

Piedra asoleada que es y no es

¿Y ahora qué?

¿Heredarás otro amor, un poco de esplendor
redondo?
¿acaso el peso oscuro
de mi límite?

La vida afuera es un doble luto, sin morada.

Corazón piedra de oro,
Voy hacia ti sin ver.

Todo brillo adentro es la cicatriz de un cielo.

 

La comprehensión de Khayyám

Somos una piedra, algo común y corriente,
Lavada tantas veces por la lluvia,
En algún charco, fuente o acueducto,
Lisa siempre en el fondo del río,
O desenterrada por una madre que escogimos
Y que luego no supimos amar cuando era vieja.

Somos esa piedra, eterna, llena de polvo,
Bañada como una flor de sangre en el vientre,
Una comprehensión ciega, dormida,
Que enterramos de nuevo.  

 

Ayanmó (1)

Heredas con las manos vacías
Este perro de gesto anciano,
La ceguera de un niño
Y las tierras planas del fondo del mar.

La infancia nos configura el rostro
Y nuestra frente es el silencio
Amansado como un vestido.
Después,
El resto de la vida es agua.

Heredas cerrar los ojos
Para continuar por dentro
Un canto,
Un tono
Y un milagro.

 

Mi amada con dos estómagos

Mi amada tiene dos estómagos:
Cada uno con un deseo.

 ¿Dónde el amor perdido por la disolución?
¿Y dónde el gozo que deshace a la realidad?
¿Cuántas noches su primer estómago la delata,
Con su servidumbre de dientes, luz negra y mieles?
Estoy acostado encima de su párpado,
Oigo su decir sin duelo, el timbre de un río
Sin piedras, sin ausencias;
Y largas noches de manjares y brebajes
Que durante el día acaecieron.

El otro también me habla cuando ella duerme.
Al escucharlo, desaparecemos en su misterio.
Es su umbral sin vellos, sin venas,
Un vientre redondo sonríe con hambre:
Urna del origen y el destino.


Su soplo húmedo aviva a mi velamen de lengua

¿Felicidad y apetito son los venenos?

Lo beso para succionar
Su agua incontenible
Y su hondo gemir de muerte.

 

Muac

Tu beso
Tu lengua
Maciza
Me oprime
El cielo
De la boca


Me asfixia

A punto
De morir.

¿Qué viene
    después?
¿La saliva

O el silencio?

Este placer
Es una soga:
Crepita
En el estómago
Ahorcándolo;
Un parloteo
De almizcles
Que el ser

Borra de ardimiento

Y destella todo

Al venirse.

 

Guadalupe y el Turupial

Al Turpial le robaron la segunda U.
Mi hija Guadalupe creció nombrándolo:
    Tu-ru-pial.
Lo mejor es comenzar como los niños,
Por el principio.
¿Por qué el mundo y los científicos muestran tanto interés en los pájaros? ¿Por qué les sacan tanto provecho?
Hoy los ornitólogos continúan descubriendo nuevas especies.

El Turupial no es más bello que el Gallito Roca,
Por ello el señor Presidente debería decretar cambiarlo como pájaro nacional; también debería cambiar el árbol, mejor sería el popular Mango
Al presumido y vanidoso Araguaney.
Al final, los Turupiales prefieren los mangos.
Y suelen habitar en los crecidos árboles
En donde cuelgan como hamacas sus nidos
Y resguardan con celo la segunda U
Que Guadalupe también conserva.

 

 


(1) La espiritualidad Yorubá considera que el Destino lo escogemos nosotros mismos en el plano sutil antes de materializarnos en la Tierra. Àyànmó no tiene traducción en español, la más aproximada es Destino, el cual contiene ideas como la opción, el libre albedrío y la predeterminación.

acerca del autor
Santos

Santos López (Mesa de Guanipa, Venezuela, 1955) está en el camino de la poesía como expresión de la tradición ancestral, saber que sobrepasa lo individual. Poeta, periodista e iniciado en la espiritualidad del África Occidental. Director-fundador de la Casa de la Poesía Pérez Bonalde (fundada en 1990, organizó la Semana Internacional de la Poesía de Caracas con 12 ediciones). Ha publicado los poemarios: “Otras costumbres” (1980), “Alguna luz, alguna ausencia” (1981), “Mas doliendo ya” (1984), “Entre regiones” (1984), “Soy el animal que creo” (1987), “El libro de la tribu” (1992), “Los buscadores de agua” (1999), “El cielo entre cenizas” (2004), “Le Ciel en cendres”, edición bilingüe español-francés (2004), “Soy el animal que creo”. Antología (2004), “I cercatore d'acqua”, edición bilingüe español-italiano (2008), “El libro de la tribu” (reedición 2014), “La Barata” (2015), Premio Municipal de Poesía en 1987 y en 2001. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, chino, coreano e italiano. Ha participado como poeta invitado en festivales y encuentros en Portugal, Francia, Colombia, Cuba, México, Chile, Bélgica, Benin y Austria.