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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
3 8 2015
Hastío monocromático por Samuel Linares

Una manzana

una roja manzana consigue escapar de las ramas de su árbol y de mis artríticas manos
para romperse en mil pedazos contra el suelo como un sueño de hambre
que me sacude todas las noches entre mis sábanas
perdiéndome en laberintos sin enormes muros,
sin pequeñas salidas,
a solas con la perdición.
supe que no sería ni mucho menos una buena idea
pero recogí los temblorosos trozos a punto de morirse,
y tragué su último aliento
para hacerlo mío,
tan mío como mi muerte.

 

Fantasía de una matryoshka.

en mi fantasía
acaricio cigarrillos sin encender como si fueran el lomo de un cordero que está a punto de morir
suavemente, susurrando palabras tranquilizadoras
pero en el fondo de mi corazón sé que quiero probar ese manjar
saborearlo como si fuera mi última cena;
en mi fantasía busco un mechero
(para poner fin a
mi fantasía) no para encender cigarrillos
ni para calentar mi piel hecha escarcha,
si no para que haya algo de luz
que luego, cuando se consuma, pueda olvidar en un silencio triste y
oscuro
como la cera derretida de una desamparada
oscura y
triste.
en mi fantasía
tengo la fantasía de morir en cada lugar en el que haya estado vivo
y poner un buen final a cada poema
y un buen epitafio en mi tumba
que imagine todas las lágrimas como brotando de una fuente en la que miles de nombres se han ahogado
y se ahogan cada vez que mi rostro se refleja,
y se desmonta una y otra y otra vez
oxidando mis fantasías
haciéndose más pequeño;
no quiero que las lágrimas sepan que sólo soy
la fantasía de una matryoshka barata
ocupando espacio y polvo en la oscuridad de un estante perdido
en un bazar entre la niebla
y los callejones de Rusia.

 

Mi habitación.

observo mi habitación pintada de verde
plagada de retratos y fotografías en los que por alguna razón salgo sonriendo.
veo los adornos colgados
las prendas y las medallas y los libros
que no son más que las tripas de mis recuerdos esparcidas por doquier.
y yo al mirar esto
sólo quisiera ser una mentira
para no existir y no pedirme explicaciones de nada,
para poder enterrarme sin tierra
para no recordar ni olvidar
para poder creer todos los cuentos que se pronuncian
y todas las cartas que se escriben
y no rendirle cuentas a cada cana que aparezca en mi sucio pelo.
quisiera saber dónde está mi ego infantil
y qué diría a todo esto,
si querría formar parte de la mentira o de la realidad
la escultura o el escultor.
olvidando mis infantiles sueños,
olvidando los retratos que me observan dentro de sus marcos,
encerrados como recuerdos dentro de una frágil memoria de cristal,
me pregunto si sería mi habitación un lugar más alegre,
en el que no tuviera que escapar de la realidad,
si hubieran cañerías oxidadas en el techo y
paredes blancas cubiertas de yeso desconchado y luces grises.
una pregunta que se pierde como las perlas de un collar deshilachado chocando contra el suelo.

 

X.

contaba las baldosas al volver a casa y no miraba hacia delante
¿qué podría tener el día turbio o las personas que pudiera captar mi atención?
el paso lento de mi andar, parcialmente fúnebre
recogía todas las lluvias y todas las hojas secas del otoño
y las posaba frente a mis ojos bastardos
para que sintiera el dejà-vú
al que llaman tiempo
pesando sobre mí,
a una distancia cercana, tan sobrecogedoramente cercana
tan familiar
que llegó a formar una lágrima que en mí se quedo mucho tiempo
haciendo el color de mi iris cristalino,
Hermoso,
pero algún día debía derramarse esa gota de esencia tristezina,
y cuando cayó sobre la baldosa número doscientos seis o doscientos siete
alcé por primera vez en mucho tiempo la mirada hacia el cielo
para ver si llovía,
pero lamentablemente
me equivoqué.

 

XI.

buscándome como una lágrima de luz busca una ventana por la que poder colarse,
me desvanezco
y sólo quisiera ser mar
abrazado al horizonte como a un padre que de niño me abandonó,
pero no puede ser, porque no soy un niño ni un anciano,
sólo una palabra que a veces se pronuncia con los ojos inyectados en sangre
o con hastío en la voz
con pesadez en los huesos
amargura en el vientre
y con un relinchar de caballos enfermos en los labios, dando coces a sus catres de paja para no tener que dormir más
ni gestar más hijos
ni gestarme en su útero
ni llamarme "descendencia".
encontrándome en espejismos ocultos en desiertos tintados de lluvia
con mis zapatos sucios de caminar y mi boca seca de no pronunciar palabra,
viéndome,
y a cada gota que cae olvidándome
perdiendo el sentido en un lugar en el que nadie pueda encontrarme
porque mi última aliento es la noche,
y la noche se acaba como un sucio vaso de vodka en las manos de un triste borracho.

acerca del autor
Samuel

Se me puede llamar Samuel Linares, pues es el nombre que escogió mi madre al verme nacer, hará unos 16 años en un hospital de una ciudad poco conocida cerca de Alicante. Debido a mi corta edad no sé qué es lo que más me interesa, lo que más me haría sentir, por lo que soy receptivo a cualquier género literario. Mi incursión en las letras se debió a un libro de Charles Baudelaire titulado "Las flores del mal". Ese poemario junto con la música psicodélica de The Doors, me empujaron a escribir sin destreza pero con suma dedicación mis primeros poemas. Unos años más tarde descubrí a Bukowski y Maupassant, quienes me inspiraron a escribir relatos y a querer vivir de ellos.