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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
3 8 2015
Julio Le Parc, impulsor de un arte tecnológico por Saúl Yurkievich

Tienen algo de parque de diversiones, de gabinete mágico, de laboratorio fantástico, de vuelo interplanetario, de ciencia-ficción. Nos someten a estímulos de captación inmediata, semejantes a los que percibimos dentro del contorno urbano, pero seleccionándolos e intensificándolos. Arte en plena expansión, parece potencialmente inagotable. Capaz como ninguno de absorber las novedades técnicas, es un arte que desborda, por sus posibilidades de aplicación, el recinto del museo o de la vivienda individual, y que siempre nos está proponiendo imágenes a la vez familiares e inéditas.

El arte cinético ha recibido su consagración oficial: Julio Le Parc, uno de sus mejores representantes, ganó el gran premio de pintura en la última Bienal de Venecia. La crítica francesa ya no puede desconocer la envergadura de este argentino, está obligada a ocuparse de un artista tan distinto, tan distante de los cultores del bronce y del óleo. El crítico tradicional se siente desarmado ante una obra donde aparentemente no interviene «el misterio de la creación», ni se sugieren «las insondables honduras del yo». Su arsenal retórico-literario para describir la emoción que la obra produce en la sensibilidad del espectador iniciado, aquí resulta inútil. Un crítico amante de los eternos valores plásticos más bien clasificaría a la producción de Le Parc como perteneciente a la estética industrial, al diseño aplicado, a la electrónica. A todo, menos al arte con mayúscula. Y a Le Parc no le disgustaría verse expulsado de los reinos demasiado delimitados de la pintura y la escultura.

Aunque aprovechan de las posibilidades de expresión plástica que brindan las nuevas técnicas industriales, los objetos de Le Parc no están en absoluto exentos de belleza. Belleza impersonal, en tanto no busca un estilo individual. Su neutralidad psicológica hace que estas obras semejen aparatos. En efecto, no manifiestan estados afectivos como el amor, la ira, el éxtasis, la angustia. No comunican contenidos ideológicos. Sólo quieren provocar una experiencia sensorial, a menudo compleja porque reclama la participación simultánea de varios de nuestros sentidos; experiencia sometida a una programación, o sea controlada en parte por el artista. Éste exige del espectador un cierto comportamiento y lo informa de antemano cómo debe obrar y qué debe percibir básicamente; lo predispone, lo coloca en una determinada «situación perceptiva». Lo cual no quiere decir que el mensaje, la «información» (para usar una terminología más en boga) sea restringido, demasiado escueto y reglado. Algunos aparatos producen series repetibles de sensaciones; pero en muchos otros las posibilidades combinatorias se vuelven prácticamente innúmeras: su riqueza resulta inagotable.

Así los Móbiles continuos, esas placas cuadradas y espejadas, suspendidas en hileras verticales y girando por acción del aire, captan las huidizas imágenes del ambiente y emiten reflejos infinitamente mudables. Nos revelan las calidades mayores de su inventor: la sencillez del secreto, la simpleza en cuanto a ejecución, la riqueza de la idea. Le Parc nunca monta aparatos complicados; nunca recurre al efectismo técnico. Cualquiera de sus obras puede ser reproducida por un espectador de mediana habilidad. Y la posibilidad de reproducirlas es aprovechada por el propio Le Parc ; sus objetos no son únicos, ni provienen ahora de manos del artista. Están confeccionados en serie por un equipo de obreros. Tampoco llevan firma. De algunos objetos, para abaratar su precio, se han fabricado hasta cien ejemplares, como en el tiraje de grabados. Le Parc se pliega a la dinámica de nuestra época; es partidario de la divulgación de la cultura; quiere que sus obras resulten accesibles a los presupuestos modestos. Y si pudiese las regalaría.

Los trabajos más recientes constituyen, en general, desarrollos de sus búsquedas anteriores. Sus Luces pulsátiles emiten destellos enceguecedores a intervalos mínimos. Los Círculos virtuales, con bandas ondulantes sobre espejos cóncavos, forman y deforman la imagen a medida que el espectador se desplaza; efecto semejante producen las Formas virtuales, con retículas de fondo intercambiables, vistas a través de rejillas brillantes que las distorsionan. En Luz virtualizada, un juego de haces luminosos atraviesa un volumen de agua coloreada que provoca refracciones (novedad para Le Parc : el empleo del agua como conductor  lumínico). Después está la nutrida serie denominada Luz continua; son cajas donde, por un juego de intercepciones y de reflejos, se suceden figuras de haces en variación continuada. Dentro de este orden de experiencias, Le Parc ha ideado un nuevo recurso: dos cintas metálicas sostenidas por ejes de distinta rotación que las someten a flexiones irregulares; por reflejo de luces laterales, las cintas emiten destellos sobre una pantalla de fondo. Los Movimientos sorpresivos se desencadenan cuando el espectador oprime botones de un tablero; acciona entonces una superficie cóncava con puntos de color que roza y produce distorsiones visuales; un disco de doble faz en ángulo que refleja un contorno geométrico; una cinta blanca que sufre múltiples flexiones; aros que giran sobre un eje oscilante; hélices que se entrechocan. Y luego todas las trayectorias programadas o aleatorias de ese cobayo preferido por Le Parc para sus experimentos: las pelotitas de ping-pong. La nota humorística la dan unos pares de anteojos con prismas, espejos, pantallas que provocan visiones divergentes, convergentes, superposiciones, que tergiversan nuestro mundo cotidiano. O un automóvil verdadero adonde el movimiento de las ruedas y el veloz desplazamiento en el espacio han sido aprovechados para impulsar y crear toda la gama de efectos cinéticos.

Si con Mondrian y Vasarely ya teníamos un anticipo del arte de la nueva era, en ellos la civilización industrial estaba todavía aludida metafóricamente. Con Le Parc estamos explícitamente ante un arte tecnológico, arte abierto a la incorporación de nuevos materiales y nuevos procedimientos, arte con múltiples posibilidades de desarrollo, como ya lo demuestran éstos, sus comienzos.

acerca del autor
Julio

Julio Le Parc, Mendoza (Argentina), 1928. A los 13 años, viaja con su madre a Buenos Aires para preparar el ingreso a la Escuela de Bellas Artes. Abandona la escuela en 1947 y estudia el arte concreto y el espacialismo de Lucio Fontana. En 1954, ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes. En 1958, obtiene una beca del Servicio Cultural Francés y viaja a París. Allí toma contacto con la galerista Denise René, los artistas Vasarely, Vantongerloo y Francois Morellet. En 1960, funda el GRAV (Grupo de Investigaciones de Arte Visual) con Hugo Demarco, F. García Miranda, Horacio García Rossi, F. Molnar, F. Morellet, S. Moyano, F. Sobrino, J. Stein e Yvaral. Obtiene, en 1964, el Premio Especial (adquisición) del Premio Internacional Torcuato Di Tella de Buenos Aires. El GRAV realiza varios Laberintos y en 1966 “Une journée dans la rue”, experiencia participativa organizada en distintos lugares de París. Ese año recibió el Gran Premio Internacional de Pintura en la XXXIII Biennale di Venecia y en 1967 presenta su primera retrospectiva en Buenos Aires en el Instituto Di Tella. En 1968, como integrante del GRAV, presenta “A la búsqueda de un nuevo espectador”, en Dortmund, Alemania. Durante los sucesos de mayo del 68 en París, fue expulsado de Francia. Viaja por distintos países europeos para retornar después cuando la medida es levantada. Participa en la muestra “América Latina no oficial” en París y en la Bienal de Medellín, Colombia en 1970. Expone retrospectivas en las ciudades de La Habana, Dusseldorf, Montevideo, Caracas, Asunción, México, Estocolmo, Berlín, Madrid, Barcelona, Santiago de Chile y Porto Alegre. Desde mediados de los 1970, realiza trabajos sobre Modulaciones con variaciones de grises e incorpora colores, y más tarde la serie Alquimias. Entre 1999 y 2000 realiza en su país una gran retrospectiva en Buenos Aires, Mendoza y Córdoba. Sigue viviendo en París con su familia.