“Yo, legionario, he decidido contarles todo lo que viví y aprendí durante mi servicio en la Legión Extranjera Francesa. Fue mi familia durante largo tiempo; y, precisamente, ese período tuvo un fuerte impacto en mi vida. Gran parte de los nombres en este libro corresponden a legionarios verdaderos de la época, pero este no es un ensayo histórico, sino que pretende ser una novela autobiográfica. En ella, he reunido las historias de mis camaradas de combate —guerreros de diversas razas, religiones y nacionalidades, pero unidos por ideales y valores morales—, que son difíciles de encontrar en nuestro tiempo. Sin embargo, en la Legión, cualidades como la valentía, el honor y el sacrificio todavía son vigentes. Pero esta también es una novela que narra la amistad, siguiendo el camino de nuestros sueños y concluye con el viaje sin fin. Porque, aun a pesar de los peligros, de la disciplina de hierro y los rigores sufridos, siempre me complacieron las aventuras y los nuevos horizontes que aquella vida militar me hizo descubrir. Así, un día entendí que el camino sin fin es mi vida”.
El libro nos traslada a distintos lugares del planeta y nos presenta a la célebre Legión desde varios ángulos. Los lectores que aceptarán acompañar al autor, metiéndose con él en las filas de la Legión, conocerán también varios detalles de la historia de ese tan peculiar cuerpo militar. Se encontrarán en los campos de batalla de la primera y la segunda guerra mundial, conocerán las épocas de colonización y descolonización por las que ha pasado Francia y regresarán a la realidad que vive nuestro mundo hoy en día. Comprenderán que la Legión no es simplemente una tropa de mercenarios, sino una unión de soldados de diversas nacionalidades, que respetan códigos de moral y valores muy estrictos. Verán en las filas de ese ejército tan especial personajes únicos que representan distintas naciones y culturas. La imagen del legionario, envuelta en una neblina de misterios, se verá con este testimonio, más nítida y más humana.
En el prólogo se lee:
“A la Legión llegan hombres dispuestos a todo porque han sido arrastrados a la desesperación en sus vidas, gente que no tiene futuro en su país o simplemente aventureros que buscan emociones fuertes.
El camino hacia el quepí blanco (la gorra militar de la Legión) es largo y difícil. Comienza desde el momento del reclutamiento, continúa en el cuartel general de Aubagne (la selección), y después sigue con estancias en los Pirineos donde deben olvidarse de frases como “estoy cansado”, “no tengo fuerzas” o “no puedo”. Las marchas, los entrenamientos y las maniobras militares están acompañados de exámenes médicos y pruebas psiquiátricas.
Sólo uno de cada diez candidatos prosigue con la preparación. La verdadera selección se desarrolla durante cuatro meses, cuando se determina quién se quedará y quién no. Ahí un hombre se da cuenta de que una musculatura desarrollada no basta por sí sola para soportar los trotes de diez kilómetros o las caminatas de ochenta. La base de todo es la mente, que controla las fuerzas y el ánimo. La apariencia de fuerza es únicamente pose. Los que quedan después de pasar por esos cuatro meses de infierno no son los gorilas fuertes, sino los decididos, los que son conscientes de que no hay vuelta atrás.”
En una entrevista para Radio Bulgaria el autor recuerda el día en que tomo la decisión de salir viajando al Oeste:
“En 1996 vendí la moto, con la que se relacionaba mi juventud, mis sueños y hasta las oportunidades de mi futuro en mi país natal, y marché a Francia con una pequeña mochila al hombro. Fui aceptado en las filas de la Legión Extranjera que era para mí una vía para viajar por el mundo. La vida en el seno de la unidad de combate era difícil, sometida a una increíble disciplina militar, pero con la Legión me acerqué a personas y descubrí países que jamás hubiera podido conocer como civil. Crucé el desierto del Sahara desde Chad hasta Libia, estuve en Gabón y Congo — en sitios que, por regla, son inaccesibles al turista.”