POEMA I

A veces el espejo me devuelve la sonrisa,
pero no siempre.

Cada vez es más fácil que me mire
incrédulo.

Algún día la sonrisa se tornará en burla
y no entenderé la broma.

POEMA II

Abrí los ojos pero seguía durmiendo,
lo se porque olía a ti todavía.

Pero tú hace tiempo que te fuiste,
un día de primavera,
cómo si no.

POEMA III (FILOSOFÍA)

Uno de esos días,
de esos en que amanece despacio
como si el solo estuviera vago.

Uno de esos días te conocí
pero no nos dimos cuenta,
ni siquiera nos miramos.

Después llamaste mi atención,
eras misteriosa
como el mar, que siempre oculta algo.

A primera vista pareces tranquila,
imperturbable, escolástica.
Pero en el fondo late algo.

Tú no eres como las demás,
te gusta jugar a que te encuentren
y casi nunca pierdes.

Cuando me acerqué a ti no me avisaste
de que era peligroso,
de que el acantilado acababa de imprevisto.

Y cuando mis pies notan el vacío
la emoción corre por mis venas
como burbujas de un licor barato.

Tú no eras, sin embargo, nada barata,
te cobras en vida tu tiempo
sin decir a nadie que eres infinita.

Gracias a ti estoy aquí,
o mejor dicho,
por tu culpa no sigo en ningún otro lugar.

Pero no me iré nunca,
no puedo,
no quiero,
no quieres.

POEMA IV

Hoy he sido un fantasma
porque me has mirado
pero no me has visto.

Tus ojos me han atravesado,
sin inmutarse,
sin esperarme.

Has mirado más allá de mí,
de lo que soy,
de lo que esperas de mí.

Y te entiendo,
mirar sin ver a alguien a los ojos
es una sensación divina.

POEMA V

Hay silencios que no se pueden mirar a la cara,
hay que mirarlos de reojo,
con disimulo,
como dormido.

Hay estruendos que es mejor no despertar,
hay que arrullarlos,
despacio,
suave.

Hay humos que vienen y no se van,
hay que vivir con ellos,
esperarlos,
melancóholicos.

Hay personas que viven perdidas,
que no quieren vivir,
que no escuchan,
que no sienten.

POEMA VI

Tu reojo me inquieta
me estorba y me molesta.
Tiene ese brillo tóxico,
como de luna o selenio.
Me desgarra las entrañas
con su frío de aluminio.
Me atrapa como un imán
a una viruta de hierro.
Mi lengua me atraganta
el aire se me escapa.
Pero no te vas,
sonríes con tu boca
llena de alquitrán.
Y me envenenas, por dentro
como una serpiente cascabel.
Tus dientes rugen, seducen
como los de un implante
psicodental.
El aliento frío, húmedo
me cala los huesos
me pudre el alma
sabe a mercromina.
La punta de tus dedos
está hecha de diamante,
el mineral más duro
que atraviesa mi piel.
Como cuando te corta
el filo de una hoja
de un libro ciencia-ficción
así es tu tacto, tu risa,
tu sangre y tu respiración.