Viernes 19 | April de 2024
Director: Héctor Loaiza
7.221.323 Visitas
Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
resonancias.org logo
157
Narrativa
1 6 2017
El transcurrir cuotidiano en los microcuentos de Oscar Montes

NO TE QUEPA DUDA

No te quepa duda: lo que pensamos siempre traiciona a nuestros sentimientos. No quiero decir que las ideas y las emociones tengan que chocar de frente, porque sí; quiero decir que los matices que se van interponiendo - y muchas veces los hay – son sutiles y, sobre todo, efectivos. Por ejemplo: para amarte como nos enseñan a amar – siguiendo esos rituales abocados a la dependencia -, antes debería alinear dos grandes tempestades; las que nacen del corazón y la cabeza; y a mí nunca me ha funcionado. Al contrario; para amarte necesito saber con certeza que me estoy equivocando; sólo entonces empezaré a sentir que mi amor por ti es puro e inviolable; y si alguna vez me oíste que lo nuestro fue un error, en realidad, en otro plano, lo estaba defendiendo; me refiero a un plano profundo, casi inaccesible; el de mi verdadero Yo. Sé que cuesta entenderlo: el amor es una abstracción; como la imagen que tenemos de nosotros; una abstracción que necesita distancia y desapego; y si nos entregamos al amor como se espera, dejaremos de amar, absortos en nuestros vetos y exigencias. El problema que sigue: cuanto más te amo desde mi Yo, más me desconozco, pues libre al fin de ataduras, no sé quién soy ni necesito saberlo. Qué daño nos han hecho los arquetipos del amor romántico; con qué empeño nos hemos embarrado en sus espejismos. Y algo más: no solo necesito desconocerme; te llevo tan adentro que, para desconocerme, también tendría que desconocerte; olvidarme de ti; y tú de mí, claro. Deberíamos transformarnos en un par de desconocidos que quizá, alguna vez, cruzasen sus caminos. O no. Estaríamos, como ves, en manos del azar, pero nuestro amor - en potencia - sería más auténtico; un cruce de miradas, casual, podría hacerlo brotar; sin antagonismos; sin disociaciones; no te quepa duda.

 

LA LÍNEA

Sigo la línea blanca con buen ánimo. No recuerdo cuánto tiempo llevo sobre ella; tampoco me planteo adónde me lleva. Camino concentrado, pendiente de no plantar los pies fuera; sería un error que no me perdonaría. He divisado varias casas, siempre en la distancia, aisladas, pero no llegué a cruzarme con nadie. La línea es una buena compañera; me provee del agua fresca de manantiales que dejan de brotar en cuanto me sacio; o del único fruto de unos árboles que surgen al alcance de mi mano en cuanto tengo hambre. Esta camaradería se ha ido estrechando; desde hace un tiempo la línea también está dentro de mi cabeza; hasta ahora, pues acaba de terminar en mitad de un páramo; me siento solo, abandonado. Quizá debería desandarla; pero resulta imposible: ¡la línea también se ha esfumado a mis espaldas! El único trazo que se conserva está bajo mis pies. Soy una especie de náufrago plantado sobre una isla mínima. Debo de estar alerta. Uno nunca sabe. Me despierto de un brinco: Amanece. La línea ha reaparecido, transformada; ahora es discontinua; un metro de distancia separa los tramos. No importa; salto; pronto empieza a entrar en mí, profunda y discontinua; hasta que me percato de que los tramos se han ido distanciando por delante y por detrás; y aunque dudo que consiga llegar hasta el siguiente, estoy desesperado; lo intento y caigo fuera; permanezco inmóvil; la culpa pesa; sé que debería haber tenido más paciencia; ¿acaso la línea no me proveía? Despierto con las primeras luces. La línea ha vuelto; pero ya no es línea; se expandió en todas direcciones sobre el páramo; todo él ahora es blanco. Trato de asimilar semejante exceso. Imposible. La línea ha abandonado su verdad; ya no revela un rumbo; en realidad, lo oculta; incluso lo pierde. No sé adónde dirigirme; ninguna dirección es absolutamente verdadera. Sé tú la línea entonces, me digo; asume su rol, sobre el papel en blanco en que se ha transformado; ve dónde quieras con paso firme. De ella aprendiste mucho. No necesitas más. Discurre oscuro para diferenciarte; siempre lo fuiste; aleja tu curso de las casas aisladas; y estate pendiente de aquel que, como tú en su día, decida seguir tú trazado.

 

CUANDO LOS DOS SABEMOS

La otra noche fui a verme. Miré por la ventana. Canturreaba algo mientras preparaba la cena. Me agradó encontrarme en paz. Golpeé el cristal con los nudillos; suavemente. Dentro me volví y puse cara de asombro. Me marché para no empeorar más las cosas. Supe que tarde o temprano me encontraría. Por eso, desde entonces, me cuesta tanto apartar la vista de las ventanas cuando estoy en casa: yo mismo, en cualquier momento, podría sorprenderme.

acerca del autor
Oscar

Óscar Montes nació en Madrid, España. Novelista, cuentista y ensayista. Algunas de sus narraciones han sido publicadas en varias Antologías internacionales. Ha colaborado con revistas literarias. Participó en portales de literatura de Internet. En 2009 publicó su novela “El libro de juguete”. En estos momentos está trabajando en su segunda novela y en un libro de cuentos.