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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
2 8 2017
Carmen Vargas: De principio a fin por Juan Ramón Jiménez

Su poemario “Con las carnes abiertas” pone en valor el verso y la vida. El libro, de treinta y ocho (38) poemas divididos en cuatro partes, impresiona tanto como la propia búsqueda vital de su autora, quién se muestra como una persona atrevida al reflejar a través de los versos el conflicto, la acción, el movimiento y diálogo en la pérdida de la identidad del ser y su totalidad. La poeta sabe enfrentarse a una reconstrucción compleja de lo humano desde la base de la acción social y de la noción epistémica de las distintas tramas vitales. Como si el olvido precisara de una metáfora para vestirse de abandono, pero no se esconde ante y frente a las trampas de la sociedad. La autora se muestra a corazón abierto para desarrollar una maravillosa pedagogía del agradecimiento (“un sentimiento de deuda nos lleva a agradecer cada día”, página 18). La gratitud es la memoria del corazón, y esta se recrea en la palabra para religarnos con nuestras historias de vida, poniéndolo al servicio de una construcción que de sentido. Es la desnudez que articula con la lógica del verso un sistema de percepción y de valores que lleva a una ética centrada en el elogio del ser.
Carmen poeta y Carmen mujer se conjugan en las simultaneidades vitales que se descubren en nuestro día a día incierto, mutante, complejo e indeterminado, sujetos a lo imprevisto y a lo inesperado. La poesía de Carmen Vargas viene a ahondar en la gran dificultad que tenemos, tanto como individuos como sociedad, de encontrar soluciones compatibles con la magnitud y la complejidad de nuestros problemas actuales. Sin embargo, el poema “Sin más” (página 59) refleja la síntesis central del pensamiento de la autora:
“Ahora solo te queda una vida.

Te das cuenta de que sobre el tablero
no quedan más que peones sin equilibrio,
figuras desprovistas de orden,
al arbitrio del azar.
Has desmigajado el pan
y dejado que el vino
se escurra por la comisura de tus labios.
(…)”
La intensidad de este poema permite acercarnos en lo sustancial a lo que podríamos denominar la poética del poemario de Carmen. En un lenguaje claro, comprensible y cercano, el poemario presenta diversos niveles de significación de los cuales creemos identificar al menos tres que de ninguna manera se dan por separados, sino que se encuentran ligados unos con otros articulándose en un todo. Con el fin de esclarecer la lectura, lo enunciamos por separado:
— la metáfora como razón liberadora.
— el realismo mágico.
— el social reflexivo.
Respecto al primero, es notable desde el poema “A corazón abierto” (página 15) donde la metáfora, expresada en su sencillez, no descansa en exclusiva en las percepciones acerca de la sociedad, sino también en lo que significa la misma asumida como parte de la vida: es como si el mundo le doliera a Carmen Vargas al no poder comprender a él, y necesita desnudarse de ataduras poder contemplarla desde otra perspectiva. En la estrofa dos (2) queda la duda de la autora como un anhelo, en la medida que desea “(…) ser invisible allá donde vaya, segura de que nadie vendrá a venderme noches sin luna”. La estrofa tres (3) refleja el summun del abandono tomada como valor de sentido: en cuanto la poeta es capaz de sentirse libre por el despojamiento y el silencio, ella misma logra su libertad:
 “Me gustaría despojarme de relojes impuntuales
de la piel que cubre mis sobresaltos,
tomar mi carne y salvarla de ataduras.
Aspirar al silencio del mundo cuando calla
y entregarme, sin más, a corazón abierto”
Con todo ello, Carmen Vargas disfruta y desgrana la mirada de la vida a través de la palabra, mostrándonos un realismo mágico en el cuidado de la misma. Esto nos lleva al siguiente nivel. Podemos apreciar la forma en que la poeta no reniega del dolor, vive la pequeñez, como el poema “Todo me viene grande” (página 22), y ve la esperanza de lo imposible a través del “abandono de unas curvas peligrosas que ahuyentaron el sabor de la lujuria” (“Abierta en canal”, página 27). Pero de lo que debería ser un tono de pesimismo, se transfigura en un tono de sublime aspiración, en donde “enfrentarse a diario a esa emboscada de lamentos” (página 33) convierte en fuerza motriz el anhelo libertario que se transmuta en una identificación entre el éxtasis y el veneno (poema “De lo divino y lo humano”, página 35). Se nos parece querer decir que no importan los ritmos y/o ángulos vitales si acaso la dignidad humana es resguardada en el sólo hecho de anhelar la “continua sucesión de oportunidades para sobrevivir” (Gabriel García Márquez, página 38).
Esta “memoria de la escritura” (página 48) conlleva una progresión desde la visión personal de Carmen Vargas a lo colectivo: no es tan sólo “un tiempo que fue” (poema página 49) en el lamento enriquecedor y el abandono constructivo lo que trasuntan estos versos, también y sin abandonar el tono subjetivo e íntimo de su enunciación, se hace presente una reflexividad social que adquiere un valor de alto simbolismo: desde el alma de mujer poeta, ésta se transfigura en un nosotros (el lector/a) que permite colegir el ejercicio del poema como un acto comunitario desde la lectura. Los versos que emanan en el poema “Razón de existir” (página 56) remarcan enfáticamente la intensidad de la enunciación, es en su sencillez, altamente expresivo y característico: “mientras haya un hálito de vida”. Como si de un viaje se tratase (página 57) se tratase, el recorrido vivo se transforma no sólo en una fuerza misericordiosa de la individualidad (elocuente el poema “Perdonen las molestias”, página 69), sino también de la sociedad.
Las palabras de Carmen Vargas son fácilmente reconocibles porque a lo largo de sus poemas ha desarrollado un estilo que la define. Sin expresiones angulosas o complejas, es capaz de atrapar al lector conectándolo con lo más íntimo de su ser, y revelando la gracia de descubrir aquello que sucede en cada momento.
Como buen poeta que es, Vargas Antúnez nos regala constantemente estas pequeñas afirmaciones que engloban grandes situaciones o pensamientos trascendentales: “La soledad tiene asiento en los boleros” (página 53), “Solo un silbato (…) rompe el silencio de las despedidas” (p.57), “Solo en el suelo estamos a su misma altura” (p.63), “Llevo tatuado el sabor amargo de lo efímero” (página 68), “¿Hacia dónde huir, ahora?” (página 71), etc.
El resultado es un poemario de lectura amena, repleto de cartografías del alma, tanto personal como social, con todos los ingredientes necesarios para devolvernos la magia de que una vida escrita para no olvidar es un poema.

acerca del autor
Carmen

Carmen Vargas Antúnez nace en Coria del Río (Sevilla) en 1973. Finalista del I Certamen de Poesía Andaluza (1997). Colabora en diversas revistas literarias, encuentros plásticos – poéticos y libros como “Desde nuestras manos” (2002), “Palabras que se mojan” (2007), “Poetas Andaluces con Miguel Hernández (2010), entre otros. En 2011 publica su novela “Sin billete de vuelta”, una historia que es fiel reflejo de una de las épocas más grises de España, de continuas luchas y desventuras, de esperanza y amor, de conocimiento y de libertad. Es co-fundadora del Colectivo Surcos de poesía.