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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
12 11 2001
"Luis Alarcon: de lo mítico a la afirmación de lo cotidiano" por Héctor Loaiza
Años más tarde, el pintor peruano participa en muestras colectivas con lienzos cuyos temas giran en torno a los antiguos mitos, pero no se queda allí, sino que plantea al mismo tiempo sus interrogaciones sobre el hombre latinoamericano y el universal. Su búsqueda estética se centra, desde un punto de vista gráfico, en la riqueza de los símbolos precolombinos: frutos de la tierra, máscaras, colibrí (de las pistas de Nazca), astros y la infaltable flor, la cantuta que -según Alarcón- simboliza el Perú. "Los códigos, signos, volúmenes y espacios o simplemente formas" ha escrito Alarcón, "que expresan actitudes o conceptos nos acompañan desde los primeros tiempos, que tenemos conocimiento del origen del hombre. En esencia la línea o el color, el volumen y el espacio son inherentes del lenguaje y de la condición humana." Ha asimilado las obras de artistas mayores como Pablo Picasso, del mexicano Rufino Tamayo y del peruano Fernando de Szyzslo, de quien ha tomado la expresividad de sus colores terráqueos. En sus cuadros expuestos en Lima en 1983, el crítico de arte Noel J. Lama señala: "Nos enfrentamos a la obra de Alarcón y al universo mítico que ésta nos propone, con igual asombro con el que nuestros ancestros identificaban al sonido del trueno como a la voz airada de sus seres tutelares." Esas obras ya tenían características propias como lo afirma Noel J; Lama: "Su lenguaje plástico sensual y viril, de una gran cohesión unitaria, nos llega a disuadir de tal grado que logra que hagamos visible lo invisible, mirando lo que a diario miramos, pero no vemos." En la muestra "Enigmas" en 1992, el artista peruano expone lienzos donde plasma las contradicciones entre la mitología andina y la herencia de la tradición hispánica. Se transcriben en su arte por la utilización de los azules y amarillos (que los críticos han visto como una alusión a la cultura criolla tradicional) que envuelven y al mismo tiempo son envueltos por los marrones, negros y terracotas de las culturas andinas. Los personajes y las formas se enfrentan a partir de sus universos respectivos, dominantes y dominados, Alarcón instala los mitos andinos en el territorio de arriba, como si adquirieran de nuevo su verdadera dimensión, mientras que los elementos de abajo intentan destruir esos mitos que han perdurado en el inconsciente colectivo. En sus cuadros posteriores, Alarcón insiste en mostrar su visión de lo imaginario mítico que corresponde a un movimiento más vasto como el de la búsqueda de identidad del hombre latinoamericano y su relación con la naturaleza. "Parto de leyendas y mitos para desarrollar mis personajes" ha declarado a la prensa, "sin embargo, esto es sólo un pequeño recurso para hurgar en mi propia imaginación." Algunos críticos peruanos encontraron que sus imágenes eran referencias a la obra de la artista peruana Tilsa Tsuchiya o a la de Gerardo Chávez. Pero esas influencias son leves porque la obra de Alarcón tiene un estilo propio que fascina al espectador por la ilustración de un mundo habitado por dioses, hechiceros, quimeras y seres brotados de la dimensión onírica.